Una noticia que millones de personas habían estado esperando ya se avisora en el horizonte. Pronto podrían estar disfrutando de las bondades del vino, incluida su mística transperceptiva y su cálida poética corporal, pero sin tener que luego pagar, con malestar, la experiencia.
Aprovechando técnicas quirúrgicas de manipulación genética, investigadores de la Universidad de Illinois están probando una levadura alterada que no sólo tendría valores nutricionales potenciados sino que contiene menos subproductos tóxicos que la levadura normal, los cuales, en buena medida, son responsables de provocar la resaca que característicamente sucede a la ingestión de esta milenaria bebida.
Esta ingeniería genética aplicada al procesamiento de vino permite alterar hasta la más mínima variable y detectar las consecuencias precisas de componentes puntuales, por ejemplo aquellos que dotan con un sabor específico a una cierta cosecha. Además, les permitiría modular la fermentación maloláctica (que es complementaria y da ligereza al vino pero que también genera muchas de las toxinas que al día siguiente nos persiguen).