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Una misteriosa enfermedad le quitó 12 años de su vida, pero el odio a un dinosaurio morado le devolvió la fuerza para despertar

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En enero de 1988, Martin Pistorius de 12 años volvió de la escuela con un ligero dolor de garganta. En ese momento no lo sabía, pero no regresaría a su escuela.

Martin era un niño sano, nacido en Sudáfrica, fanático de la electrónica y la televisión, pero poco a poco su cuerpo dejó de responder y fue cerrándose en sí mismo: sus manos y piernas dejaron de funcionar y poco a poco quedó atrapado en sí mismo: “Mis músculos sucumbieron, mis miembros temblaban, mis manos y pies se doblaron sobre sí mismos como garras”, escribe Pistorius en su autobiografía, Ghost Boy.

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Los médicos nunca pudieron diagnosticarlo completamente; durante los primeros meses de la enfermedad el veredicto fue meningitis criptococal. Luego de su cuerpo, su memoria se secó… pero no estaba totalmente en coma. La ciencia médica se lavó las manos y sus padres no supieron qué hacer. La madre de Martin, Joan, llegó a susurrarle “Espero que te mueras”.

Pero Martin no murió.

4 años después de los primeros síntomas, Martin recuperó la conciencia. No tenía manera de comunicarlo, pues su cuerpo seguía en coma, pero era capaz de darse cuenta de su propia existencia, la cual se reducía a 8 horas diarias de Barney, el dinosaurio morado, en la televisión de una casa de asistencia donde lo dejaba su madre.

“No piensas nada en realidad. Sólo existes. Es un lugar muy oscuro para encontrarse”. Pero a medida que su mente ganaba fuerza, decidió no dejar extinguirse la brasa: “Sabía quién era y dónde estaba, y comprendí que me habían privado de una vida real”.

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Martin aprendió a saber la hora por la posición del sol en la habitación, y gracias a una trabajadora social que le prestó atención, los médicos se dieron cuenta de que el chico estaba consciente. Joan, su madre, pasó los siguientes 2 años trabajando con Martin para aprender un programa de computadora que le permitía hablar.

Eventualmente ganó movilidad y logró hacerse de una vida propia, mudándose a Inglaterra y casándose con una enfermera. “No puedo expresar cuánto odiaba a Barney”, afirmó en una entrevista con NPR. Martin recobró el deseo de vivir sólo para poder escapar de esa infinita e inhumana tortura.