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3 años de travesía hicieron que Michael Loffer se reencantara profundamente con la vida; y afortunadamente, documentó su recorrido

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La depresión es uno de los acompañantes más populares en la actualidad. Ya sea que responda a una pérdida de valores o frivolización, a una vida abocada al consumismo y la simulación, a factores genéticos, alimenticios, bioquímicos o psicoculturales, lo cierto es que es uno de los mayores males de la sociedad contemporánea. Lo anterior pesa aún más, o se recrudece, inmersos en una especie de presión social por ser, o al menos, parecer felices. Algo así como "la triste obligación de tener que ser feliz"

Ahora, más allá de los detonantes o consecuencias de la depresión, del cómo la entendamos o la comuniquemos, se trata de un fenómeno innegablemente complejo y multifactorial. Además, como señalábamos en un artículo anterior: "La depresión es una trampa, pero una casi perfecta. Y es que si la voluntad mueve montañas, la depresión construye abismos, tan reales como tu mesa de madera o la taza de té que a veces te acompaña. Además, a diferencia de otras frecuencias anímicas, por ejemplo la melancolía, la depresión carece de toda poiesis, es más bien un estado obscenamente estéril, que fácilmente puede inhabilitar (discapacitar) a aquel que lo experimenta" .

Afortunadamente nuestro diseño es aún más rico y complejo que este mal, y en ese sentido generalmente disponemos de herramientas (aunque a veces no tengamos siquiera el ánimo de utilizarlas) para hacerle frente a dicha frecuencia. Por ejemplo, tenemos el caso del joven fotógrafo Michael Loffer, quien tras enfrentar una severa crisis depresiva un día tomó fuerzas y decidió dejar todo para entregarse a la deriva geográfica: viajó durante 3 años por Asia y Sudamérica. 

Durante este trayecto Loffer encontró más que motivos suficientes para reencantarse de la vida, abrir su cabeza, aligerar su espíritu y, sobretodo, redimensionar aquellas cosas que lo mantenían deprimido (y que generalmente se trata de minúsculas tormentas autoforjadas). Tras la larga travesía, el espontáneo viajero aseguró que muchas de las experiencias, que por cierto documentó fotográficamente, le "transmitían un poco de vida". En consecuencia, aquel que inició el trayecto como un tipo desesperado e insípido, regresó empoderado y agradecido.

Al compartir su historia en Reddit, recibió críticas sobre la comodidad de poder acceder a viajar así, inesperadamente, durante tanto tiempo, algo que pocas personas en el mundo podrían hacer. Sin embargo, Loffer advirtió que lo logró en mayor medida por voluntad que por dinero: pidiendo "rides", haciendo "couch surfing" y economizando al máximo.

Pero más allá de si el suyo es un lindo cuento de hadas autosuperacional o una valiente travesía, lo que importa es conocer la historia de alguien que hackeó su propio crucigrama para liberarse de un estado indeseado. Y para muestra del ejercicio, quedaron estás imágenes:

Chiang Mai, Tailandia

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Tonle Sap Lake, Cambodia

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Ta Prohm, Cambodia

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Yuanyang, China

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Lijiang, China

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Machu Picchu, Perú

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Zhangjiajie, China

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