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¿Ser o no ser "Charlie Hebdo"? La frontera difusa entre discurso de odio y libertad de expresión

Por: Javier Raya - 01/23/2015

La urgencia por responder frente a un evento de esta magnitud permite que nuevamente los payasos sean los portadores de la verdad, mientras los filósofos, políticos y el ciudadano de a pie se quedan temblando entre los escombros (mientras tuitean #JesuisCharlie en solidaridad frente a algo que no dimensionan)

1.

El 7 de enero de 2015, los hermanos Saïd y Chérif Kouachi irrumpieron en la redacción del semanario satírico Charlie Hebdo en París, matando a 12 personas e hiriendo a 11 más; Amedy Coulibaly, vinculado a los Kouachi, mató a otras cinco personas al día siguiente dentro de un supermercado judío. El Telegraph consignó la jornada como “el peor acto terrorista en la historia moderna de Francia; sin embargo, esta fecha marca también el momento de entropía donde el pacto de la sociedad (francesa en un primer momento, pero que sirve de espejo a la fantasía de la "sociedad mundial" para proyectar sus inquietudes irremediablemente locales) se reformula consigo misma: un evento, en el sentido de una fuerza inesperada que apela a los frentes políticos, militares y sociales, pero también económicos, religiosos y emocionales. En suma: es un maldito desastre.

Conforme pasaron los días, Twitter y virtualmente todos los caricaturistas satíricos del mundo se apresuraron a enarbolar una simpatía inmediata con las víctimas y a publicitarla en tiempo real (a convertirse en Charlie Hebdo a través del hashtag-mantra Je suis Charlie); pero tal vez debido a esa misma celeridad, uniformidad y espontáneo consenso, dos de los dibujantes que sobrevivieron al atentado de la revista mostraron su repudio a los  actos públicos de apoyo.

Luz, uno de los caricaturistas, recordó que en las multitudinarias marchas convocadas por el presidente Hollande, "la gente cantó La Marsellesa. Estamos hablando de la memoria de Charb, Tignous, Cabu, Honoré, Wolinski: ellos hubieran repudiado ese tipo de actitud". Y es que la vapuleada ultraderecha francesa ha encontrado un pretexto perfecto para justificar ante la opinión pública el cierre de fronteras y medidas mucho más estrictas a la libertad de expresión. Irónicamente, los únicos que parecen darse cuenta son las supuestas víctimas, como Willem, otro caricaturista sobreviviente al atentado, quien afirmó que "vomitamos  en todos los que de pronto declararon ser nuestros amigos".

2.

El historial de los hermanos Kouachi, si hemos de creer los informes de inteligencia, se remonta por lo menos a 10 años y tiende largas redes hasta Al-Qaeda, cuyo resurgimiento podría ser leído como el de la hidra de Lerna, más que el del ave Fénix. Abatidos el 11 de enero por las fuerzas armadas francesas, el crimen de los hermanos no será juzgado en un tribunal, sino por la opinión pública.

Esta nueva amenaza es demasiado vieja y demasiado conocida: los aeropuertos de Europa observaron protocolos de seguridad post 9/11 que ahora aplicarán con mayor eficiencia, y los más afectados no serán los turistas sino la misma población musulmana que, al igual que en Estados Unidos, sufre condiciones insostenibles de vida en países no-árabes.

¿Los Kouachi fueron solamente el brazo ejecutor de una estrategia global de terrorismo (como afirman y capitalizan algunos comunicados de Al-Qaeda e ISIS)? Me gustaría proponer una lectura diferente del evento: una que incluya dentro de la ecuación la voluntad personal. Ante estos eventos me fue imposible no pensar en dos ejemplos de “terrorismo” que no fueron señalados como tales: que fueron juzgados por la opinión pública como “responsabilidades individuales imputables al sujeto” y que no condenaron a poblaciones enteras (como en el caso de los Kouachi) a una nueva ola de discriminación. Todo fundamentalismo puede tornarse criminal pero esto no es privativo del Islam, vaya, ni siquiera de las religiones monoteístas. Los fanáticos del rock y de la religión se comportan de maneras extrañas a menudo.

Prueba A: Anders Behring Breivik, fundamentalista cristiano noruego. El 22 de julio de 2011 detonó artefactos explosivos y abrió fuego contra civiles, dejando un saldo de 77 muertos y decenas de heridos. Su manifiesto 2083. A European Declaration of Independence (donde detalla la importancia de acabar con los marxistas y los islamistas en Europa, como parte de un proyecto regional monocultural) tiene 1,500 páginas. Purga una condena de 20 años a perpetua por terrorismo, aunque diversas organizaciones civiles piden que se le juzgue por crímenes contra la humanidad, cuya condena mínima en la legislación noruega es de 30 años.

Prueba B: Mark David Chapman, hijo de un sargento de la fuerza aérea de EE.UU. y una enfermera. Comenzó a experimentar con drogas desde muy joven, luego se convirtió al cristianismo redivivo (born-again presbyterian) y finalmente trabajó como consejero juvenil en diversas instituciones de salud de EE.UU. Durante ese lapso, viajó por el mundo, se casó con su agente de viajes (la japonesa-estadounidense Gloria Hiroko Abe) y su alcoholismo se agravó. Desarrolló episodios esquizofrénicos que culminaron en el asesinato del músico John Lennon el 8 de diciembre de 1980. Luego de que se le negara la libertad bajo palabra por octava vez, Chapman afirmó haber “hecho las paces con Jesús”.

 

3.

Entre el 10 y 11 de enero tuvieron lugar las mayores marchas públicas en suelo francés desde la Liberación: se estima que 3.7 millones de personas salieron a la calle en diferentes ciudades, un gesto de solidaridad a la libertad de expresión. ¿Pero a qué versión de dicha libertad se refieren?

La crema y nata de Europa y del mundo se reunió en una foto equivalente a la selfie de celebridades en los Óscares del año pasado: presidentes, primeros ministros, embajadores, codo a codo marchando como si los nazis aún estuvieran humeando bajo las ruinas del Reichstag. El primer ministro Cameron de Reino Unido, que buscó sancionar a The Guardian por el reportaje sobre Edward Snowden, estaba ahí. Embajadores de Rusia, Turquía y decenas de países cuyos periodistas sufren persecuciones diarias por hacer su trabajo (hola, señor presidente don Enrique Peña Nieto) se pronunciaron a favor de… ¿a favor de qué? ¿Quién se solidarizó con las explosiones cercanas a mezquitas en zonas musulmanas de Francia, que tuvieron lugar el 8 de enero en Rhône, Mans y Port-la-Nouvelle? ¿Quién tiene la conciencia más limpia, quién lo va a tuitear más rápido?

Y es que parece que la Unión Europea (al igual que su brazo armado y ejecutor, la OTAN) sólo reconoce el factor “unión” cuando se identifica en contra de un enemigo que los une. Charlie Hebdo no es, ni por mucho, un bastión de la libertad de expresión: es un semanario satírico con una opinión, una línea editorial y una agenda política, como cualquier medio. Maurice Sinet (Siné) fue despedido por comentarios supuestamente antisemitas contra el hijo del expresidente Sarkozy, a pesar de que su agenda satírica contra los musulmanes nunca llamara la atención de la cúpula conservadora, ¿o es que la libertad de expresión equivale hoy en día a burlarse de unas religiones y no de otras? ¿Mientras Francia y Europa no superan su tibia defensa contra el fascismo nazi en la 2ª Guerra Mundial, confunden libertad de expresión y discurso de odio?

Es cierto: los judíos ofendidos por Siné no entran a la redacción y disparan contra el personal… ¿en dónde, pues, marcar los límites de la libertad de expresión? El caricaturista brasileño Carlos Latuff ilustró con un extraordinario cartón las verdaderas consecuencias del ataque a Charlie Hebdo, y al menos a mí, me ayuda a pensar el horizonte de responsabilidad de los involucrados, desde los terroristas hasta la opinión pública bienpensante.

En una entrevista, Latuff afirmó que “nadie debe ser castigado por sus ideas”, y que aunque “nunca estuve de acuerdo con la línea editorial de Charlie Hebdo, tampoco voy a apoyar una reacción brutal. No cabe duda, esto es contraproducente por completo y se revertirá contra las comunidades musulmanas en Europa y en otras partes. Los sionistas y los de ala derecha en general ahora tienen buenas razones para vituperar a los musulmanes e inmigrantes. Seguro cambiarán las vidas de los musulmanes en Europa… cambiarán para empeorar”.

Esta conveniente cortedad de miras para tapar un problema de inmigración, falta de oportunidades y tensión racial, es lo que justifica que los caricaturistas sobrevivientes de Charlie Hebdo (cito) se “vomiten en todos los que de pronto declararon ser nuestros amigos”, a pesar de que en el discurso oficial, sus compañeros de trabajo son mártires de la libertad de expresión. Latuff dice: “El hecho es que ellos no murieron por una buena causa, lo que podría verse como algo noble, sino por provocar a los musulmanes y alimentar el odio contra el Islam”. Un odio que permitirá a la ultraderecha unida europea cerrar fronteras por tierra y mar contra los inmigrantes árabes, africanos y asiáticos.

4.

Un buen análisis sobre Charlie Hebdo fue publicado por Lucas Trouillard y Soledad Avellaneda, quienes dan justo en el blanco, por un lado, al recalcar que el apoyo francés y mundial a la revista es correlativo al aumento de la islamofobia, impulsada por el ascenso de la ultraderecha, y de una auténtica crisis de identidad. Escriben Trouillard y Avellaneda:

No se trata de periódicos, o medios en general, sino de la manera implacable en que, para cierto sector que evidentemente reside y comparte con la sociedad francesa, está prohibido hablar de ciertas cosas, so pena de acabar insultado, herido, o muerto. Se trata de pensar cómo hacen ahora para convivir, con una ultraderecha en ascenso, comunidades de tradición musulmana y al menos dos generaciones en Francia, con comunidades católicas, ateas, judías, agnósticas, budistas, o de cualquier otra tendencia que de algún modo atente (aun cuando los probables infieles pudieran no tener conciencia de serlo) contra el culto defendido por extremistas, que por otro lado, no representan a la tradición musulmana en su conjunto. 

El auge del discurso políticamente correcto en redes sociales, en la comunicación diplomática e incluso en los medios de comunicación obedece a esa misma dificultad para evitar hablar del Otro, del “prójimo”, sin ofenderlo. Preferimos bombardearlo, acusarlo de algún crimen o llamarlo fanático antes que analizar las causas del subdesarrollo y la violencia étnica y racial. “Dispara primero y pregunta después”, como Bush en Irak, como Han Solo negociando con Greedo.

Mientras Hollande y la Merkel marchaban por París, una niña de 10 años que transportaba una bomba se hizo estallar en un mercado de Nigeria, matando al menos a 19 personas, en un acto atribuido al grupo islamista Boko Haram; en diciembre pasado, 148 personas murieron (entre ellas 132 niños) en un ataque talibán en una escuela de Pakistán. Charlie Hebdo es sólo un ataque –uno de ellos, pero sólo uno de ellos— dentro del recrudecimiento de las hostilidades entre Oriente y Occidente. 

5.

¿Qué es el mundo árabe para el ciudadano común, para aquel que en Europa, EE.UU. y los países más o menos desarrollados del hemisferio detenta el famoso “sentido común”?

Los árabes: petróleo, terroristas, petróleo, odaliscas, petróleo, Islam, petróleo, raras leyes alimenticias, petróleo, etc. La imagen de los árabes en Occidente es una caricatura: esa es la broma de Charlie Hebdo, un semanario francés, para franceses, que se burla de lo rabiosamente ignorantes que son los ciudadanos comunes, y de su estúpido sentido común.

Por eso me sorprendió para mal que incluso el tío Slavoj cayera en la trampa del enemigo perfectamente delineado. En un artículo publicado en el New Statesman el 10 de enero, Žižek también confunde a los hermanos Kouachi con el mundo árabe, como si nosotros confundiéramos a Anders Breivik con el pueblo noruego:

...la apasionada intensidad de los terroristas es testimonio de la falta de verdadera convicción. ¿Qué tan frágil debe ser la creencia de un musulmán si se siente amenazado por una estúpida caricatura en un semanario satírico? El terror fundamentalista islámico no está asentado en la convicción de los terroristas de su superioridad, y en el deseo de salvaguardar su identidad cultural/religiosa de la arremetida de la civilización global consumista. El problema con los fundamentalistas no es que los consideremos inferiores a nosotros, sino que ellos mismos secretamente se consideran inferiores. (…) Paradójicamente, lo que les falta realmente a los fundamentalistas es precisamente una dosis de esa verdadera convicción “racista” de su propia superioridad.

El “enemigo”, pues, se mide con la vara que le hemos dado (“nosotros, occidentales, tan lejos de los bárbaros”) y nos confiesa su propia inferioridad en un pasaje al acto extremo, homicida.

Una de las lecciones fundamentales de Lacan es que, cuando se crea comprender algo con demasiada claridad, probablemente el análisis va por el camino equivocado. Si la indeterminación, el punto ciego, la incertidumbre o el riesgo no están en la mira, la mira no está puesta sobre el verdadero campo de batalla, sino sobre algo que es fácilmente explicable, estable. Es por ello que esta otra cita es una buena caracterización del fanático religioso y su psicología, pero no necesariamente un buen curso de acción en el evento actual:

Lo que obviamente les falta es una característica fácilmente discernible en todos los fundamentalismos auténticos, desde los budistas tibetanos a los amish en EU: la ausencia de resentimiento y envidia, la profunda indiferencia hacia la forma de vida de los no creyentes. Si los así llamados fundamentalistas de hoy realmente creen que han encontrado su camino hacia la Verdad, ¿por qué deberían sentirse amenazados por los no creyentes, por qué habrían de envidiarlos? Cuando un budista se encuentra con un occidental hedonista, difícilmente lo critica. Simplemente nota con benevolencia que la búsqueda de la felicidad del hedonista le es contraproducente. En contraste con los verdaderos fundamentalistas, los pseudo-fundamentalistas terroristas están profundamente intrigados, molestos y fascinados por la pecaminosa vida de los no creyentes. Uno puede sentir que, al luchar contra el otro pecaminoso, están luchando contra su propia tentación.

Ok, tío Slavoj, los Kouachi no ganarán el premio al fundamentalista puro del año, pero han dejado un gran caos a su paso por París, ¿qué hacemos con ese evento? Ser o no ser Charlie Hebdo, ¿pero qué ser, desde dónde reaccionar, cómo pensar con claridad más allá de la deadline y el periodicazo?

Michael Morell, antiguo subdirector de la CIA, declaró de manera mucho más sintética lo mismo que Žižek, pero con la misma urgencia por conectar puntos; para Morell, el motivo de los ataques a Charlie era “completamente claro: tratar de apagar una organización mediática que se burla del profeta Mahoma”. No podemos saber los motivos de los Kouachi porque están muertos, pero el no conocer los motivos de primera mano de los pilotos que secuestraron las aeronaves del 9/11 no impidió que la opinión pública, el gobierno de EE.UU. y la OTAN delinearan un enemigo claro y discernible, tranquilizante.

A pesar de que en su texto Žižek nos convoque a pensar –a pensar en serio, no a poner cara de estatua de Rodin— durante los momentos de mayor incertidumbre, su argumentación está teñida del pathos del momento; es decir, teñida de ese sentido común que es tranquilizador, pero no necesariamente verdadero. Y un filósofo que no busca lo verdadero probablemente esté en camino de convertirse en un opinador o --lo que es realmente grave-- un columnista que apuntale la opinión pública del ciudadano promedio haciendo pasar opiniones por ideas. Es como si los dibujantes del Machetearte de pronto aceptaran una columna en Milenio.

Creo que por otras razones y desde otra óptica, Antonio Ortuño habla de lo mismo aquí.

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6. Bonus track

Lo irónico, para mí, es que Žižek ya se había enfrentado a este problema en su libro Welcome to the Desert of the Real. Respecto de los ataques del 9/11 en Nueva York escribió:

Un poder que se representa a sí mismo en constante amenaza y por ello meramente defendiéndose a sí mismo contra un enemigo invisible corre el riesgo de convertirse en uno manipulador. ¿Realmente podemos confiar en los poderosos, o solamente evocan la amenaza para disciplinarnos y controlarnos? Por eso, la lección es que, al combatir el terror, es más crucial que nunca para la política de Estado ser democráticamente transparentes. Por desgracia, ahora pagamos el precio de la telaraña de mentiras y manipulaciones de los gobiernos de EU y Gran Bretaña durante la década pasada, que alcanzaron un clímax en la tragicomedia de las armas de destrucción masiva de Irak.

20 años antes del 9/11,  en una acera de la misma ciudad, John Lennon era abatido por los disparos a quemarropa de Mark David Chapman, a la sazón casado con Gloria Hiroko Abe, sin que la comunidad japonesa sufriera las consecuencias. ¿Por qué habrían de sufrirlas? Sin embargo, si llevamos nuestra máquina del tiempo y la memoria a 1941, sobre una pequeña isla del Pacífico Sur, veremos que el 7 de diciembre la fuerza aérea de Japón lanzó una ofensiva brutal contra la base naval estadounidense de Pearl Harbor. La palabra “terrorismo” todavía no estaba en boga, pero los efectos fueron los mismos: una venganza racial contra los japoneses y asiáticos en Estados Unidos, coronada con una cereza atómica en dos ciudades japonesas.

Žižek tiene un librito sobre la naturaleza del evento: Event: Philosophy in Transit. Ahí nos recuerda que el evento (un cambio radical en política, arte, la emergencia de algo nunca visto, cuyas causas y consecuencias son difíciles de precisar) es. Así, a secas. El evento es. Sus causas y sus consecuencias quedan subordinadas a la irrupción, a la interrupción. Es un gran libro sobre la ocurrencia política y los maremotos que desencadena. Tal vez Žižek mismo debería leerlo.

Twitter del autor: @javier_raya