Dos artistas/programadores hicieron un bot diseñado para realizar compras aleatorias en la deep web con un presupuesto de 100 dólares en bitocoins a la semana. Las compras fueron reunidas para la exposición The Darknet: From Memes to Onionland. Entre los objetos que adquirió este Random Darknet Shopper están un cargamento de 10 pastillas de éxtasis y un pasaporte húngaro falso (que parece, evidentemente, verdadero). Las compras de este bot han generado polémica sobre quién es responsable de sus actos ilegales y si en el futuro se debe de castigar a los programadores (o hasta a los mismos bots) de actos que violen la ley.
Según Ryan Calo, de la Universidad de Washington, la ley requiere de mens rea (una mente con intención) por lo que el recipiente del paquete ilegal, aunque haya programado al bot, no podría ser penado --siempre y cuando haya programado al bot aleatoriamente, no con la intención de comprar material de contrabando. Calo sostiene que este y otros casos crean el emergente concepto de "crímenes sin autor", un término legal similar a la muerte del autor del posmodernismo. Sin embargo, esto se mantiene en una suerte de laguna donde se podrían crear algoritmos para burlar la ley; programar a un bot para que compre cosas en la deep web tiene la posibilidad intrínseca de que se adquieran productos ilegales, lo que puede disimular una intención.
En un proyecto similar, aunque tal vez más fascinante todavía, el escritor Andrew O'Hagan creó una identidad falsa, basada en un joven que había muerto, y realizó todo tipo de compras e interacciones en la deep web y en las redes sociales de la superficie por todos conocida, obtuvo un pasaporte y un número de seguridad social y sostuvo relaciones virtuales con numerosas personas, de alguna manera haciendo real ante el Big Data a una persona que había muerto. En el futuro puede que no sea tan fácil saber si las "personas" con las que interactuamos en la red, y por las cuales incluso tenemos afecto, son bots o humanos.