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Estos son los platillos favoritos de los dictadores más famosos del mundo

Por: Luis Alberto Hara - 12/11/2014

A Hitler le gustaba el pichón relleno de lengua, a Gaddafi la leche de camello y a Hussein las aceitunas de Golan Heights

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El nuevo libro de Victoria Clark y Melissa Scott llamado Dictator’s Dinners: A Bad Taste Guide to Entertaining Tyrants ofrece una hilarante degustación de los platillos favoritos de algunos de los dictadores más famosos del mundo. Estos son algunos de ellos.

Aunque se dice que Hitler era vegetariano, aparentemente no lo era todo el tiempo. Uno de sus catadores de alimento confirmó que al Führer le encantaba el pichón relleno de lengua, hígado y pistaches. Y no podemos olvidar que, de acuerdo con Robert G. L. Waite en su biografía The Psychopathic God, Hitler donó sangre para hacer morcilla para celebrar la última cena de un nazi. Waite también relata que sus modales se deterioraron muchísimo al final de su vida: “solía atragantarse de comida de manera mecánica… morderse las uñas en la mesa, frotar su dedo índice en la nariz y empacharse de pastel”.

Stalin, por su parte, gustaba de comer como el buen dictador que era, mientras su gente moría de hambre. Se sentaba en banquetes de 6 horas “donde se consumían copiosas cantidades de Khvanchkara que dejaban a los invitados vomitando e incontinentes”.

El dictador derrocado de Libia, Muammar Gaddafi era bien conocido por sus espantosas flatulencias, que escapaban muchas veces durante entrevistas y juntas con dignatarios. Si tan sólo hubiera sabido que la causa de este gas nocivo era su platillo favorito: la leche de camello. De hecho, no dejaba que ninguna parte de la bestia se desperdiciara; Gaddafi disfrutaba especialmente joroba de dromedario con cuscús.

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Saddam Hussein tenía debilidad por la carne de borrego y de vaca recién matados. También pedía que sus aceitunas las trajeran de Golan Heights. Su estupefaciente favorito era el Grand Old Parr y su dulce favorito el Quality Street.

Si quieres aprender a comer como un dictador o un tirano o a hacer relaciones simbólicas o imaginarias entre la comida y el talante, entonces este es un buen libro para ti.