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Mediante el análisis lingüístico de un diálogo, puede detectarse la gran mayoría de mentiras que se nos dosifican a diario

Por diversas razones estructurales y particularidades de la mente humana, la mentira es un personaje protagónico dentro del día a día. Resulta casi imposible imaginar la cantidad de acciones y reacciones que se han detonado alrededor de este acto a lo largo de la historia, sean estas económicas, bélicas, políticas, maritales, etc. Y tal vez por esto es que, desde tiempos inmemorables, se han tratado de diseñar métodos que permitan detectar cuando alguien está mintiendo: desde la tortura y la amenaza hasta los polígrafos o, más recientemente, el electroencefalograma. Sin embargo, ninguno de los métodos ha probado ser 100% efectivo; de hecho, la mayoría distan bastante de lograrlo.  

De acuerdo con Noah Zandan, la interacción social nos receta diariamente una dosis de entre 10 y 200 mentiras (una dinámica en la cual todos participamos, ya sea "dando" o "recibiendo" mentiras). Y según este investigador en temas de comunicación, educación y tecnología, uno de los mejores recursos disponibles para la detección de mentiras consiste en una técnica llamada "análisis lingüístico de texto", la cual apuesta por detectar patrones subconscientes en el lenguaje que se utiliza para mentir, en contraste con los discursos que son verídicos.

En su intervención de TED Ed, Zandan refiere a cuatro claros patrones lingüísticos que sugieren la presencia de una mentira. En caso de tener el tiempo y ánimo de analizar un diálogo, entonces resulta relativamente fácil advertir la presencia de alguno o todos estos indicios:

Impersonalización: cuando una persona miente, pocas veces se refieren a ellos mismos. Recurren al uso de tercera persona y buscan distanciarse de los hechos ficticios que están tratando de hacer pasar como verdaderos. Aquí compara unas declaraciones del ciclista Lance Armstrong en dos entrevistas, con años de diferencia. En la primera niega que esté copándose, mientras que en la segunda lo acepta. Curiosamente, en el segundo caso utiliza 75% veces más pronombres personales. 

Negatividad: es un rasgo asociado a un presunto sentimiento de culpa a nivel inconsciente. De alguna forma, aquel que miente está condenando su propia mentira al incurrir en lenguaje negativo; por ejemplo: "No te pude llamar porque mi estúpido teléfono se quedo sin pinche batería".

Simpleza: cuando se miente generalmente se explican los acontecimientos en términos simples, ya que inventar historias realmente requiere de un alto nivel de creatividad e imaginación.

Narrativa innecesaria: a pesar de la simpleza de la crónica falsa, aquel que miente utiliza términos largos e innecesarios para comunicar algo sencillo. Es decir, la sustancia es hipersimple pero la envoltura es hipercompleja; esto puede comprobarse en cientos de discursos y declaraciones políticas a lo largo de la historia.

Al parecer, un análisis detenido de las construcciones lingüísticas de nuestro interlocutor (sea tu pareja, un producto publicitario, un profesional que te brinda un servicio o, claro, un político local) debiese bastar para detectar una buena cantidad de mentiras. Sin embargo, antes de comenzar a utilizar estos recursos también sería apropiado preguntarte si en realidad prefieres conocer la verdad en muchos de los casos en los que se te miente. ¿Estás seguro?

 

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