Robots limpiahogares y las prótesis de la conciencia (VIDEO)
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 10/11/2014
Por: Juan Pablo Carrillo Hernández - 10/11/2014
El robot es la fantasía absoluta del amo: una herramienta diseñada con funciones específicas y alto nivel de independencia. La abolición del trabajo comienza con la máquina y, desde esta perspectiva, podríamos pensar la historia del trabajo como la historia de cómo nos liberamos de él.
Los robots de la compañía iRobot, fundada por investigadores del MIT en 1990, llevan la fantasía de “no ensuciarse las manos” a un nivel extremo: su línea ofrece robots de limpieza para la casa y el campo de batalla, dos de las situaciones más estresantes e inevitables del mundo.
Es curioso cómo algunos blogs de tecnología enfatizan las ventajas de la iRobot Roomba –un robot aspiradora que rueda por tu casa como el Discovery rueda por Marte— en términos de “el sueño de todo soltero/divorciado”: el robot parece asumirse como un atributo masculino, o tal vez machista, encarnando la fantasía de control doméstico total, una casa limpia y nada de discusiones maritales.
Más de 5 mil robots militares han sido creados por iRobot para realizar tareas demasiado peligrosas para los soldados: vigilancia y reconocimiento, desarmar bombas, descubrir minas antipersonales. Esencialmente, el robot aspiradora y el robot militar comparten la misma “antinaturaleza”: automatizar las tareas repetitivas/peligrosas.
Tal vez el debate conspiranoico acerca de la posibilidad de que las máquinas cobren conciencia y nos dominen está dejando fuera de la ecuación la parte en que las máquinas, desde la calculadora y la agenda hasta los electrodomésticos, en cierto sentido, ya nos controlan. Son más que herramientas: son extensiones de nuestra percepción, mediadas por el consumismo.
La ilusión de crear al esclavo perfecto, en la práctica, nos vuelve poco a poco una sociedad de autómatas dependientes de los dispositivos a su alcance. Aunque con casas limpias.