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Tara Jacoby , ilustradora neoyorquina, dio a conocer este irreverente ejercicio de imaginación erótica al interior de la supuesta inocencia de los dibujos animados, imaginando cómo se verían los príncipes de Disney si, por un momento, cumplieran la fantasía de despojarse de su ropa

Uno de los efectos más evidentes y al mismo tiempo más sutiles de esa compleja maquinaria cultural y de programación colectiva que son los estudios Disney, se encuentra en el ámbito de la sexualidad. Aun bajo la sospechosa clasificación de “películas para niños”, los largometrajes de Disney son dispositivos que refuerzan y reproducen ciertas normas sociales respecto de lo que una persona puede esperar sobre el amor, el sexo y las diversas relaciones en torno a este núcleo. Con la asunción de que, en esencia, se trata de una postura conservadora, una moral afín al establishment.

Recientemente, la ilustradora Tara Jacoby realizó un ejercicio irreverente: retratar a los príncipes más populares de Disney desnudos, estableciendo una relación especulativa entre sus características físicas y de personalidad y, por otro lado, el tamaño y forma de su pene. Jacoby se suma a una larga lista en los últimos años de artistas que subvierten y se reapropian las imágenes de Disney, mostrando a las caricaturas drogándose o teniendo intercambio sexual, etcétera.

En un primer momento las ilustraciones pueden impresionar, pues sin duda Disney ha sabido vender una imagen aséptica de los cuerpos y las relaciones humanas en la que hay poco espacio para eso que el escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez describe con precisión:

Es que el sexo no es para gente escrupulosa. El sexo es un intercambio de líquidos, de fluidos, saliva, aliento y olores fuertes, orina, semen, mierda, sudor, microbios, bacterias. O no es. Si sólo es ternura y espiritualidad etérea entonces se queda en una parodia estéril de lo que pudo ser.

Sin embargo, quizá después ese efecto deje su lugar a algo más liberador: el humor. Esa especie de “profanación” de Jacoby no es más que un intento por revelar lo evidente aunque disimulado: que esas cosas también pasan por la mente de los niños, así sea como enigmas, preguntas sin respuesta efectiva y sólo imaginadas, y que la “inocencia infantil” no es más que una consecuencia de cierta moralidad que, contrario a lo que pueda parecer, sólo deforma y pervierte. El hecho de que no podamos ver estas imágenes sin escandalizarnos, ¿no es prueba de ello?

Esta recreación es también una consecuencia de la presencia fantasma de la fantasía en el sexo --y esas imágenes que vimos en la infancia son parte no sólo de nuestra educación sentimental sino también, de nuestra educación sexual. Jacoby cumple la fantasía colectiva de ver los cuerpos desnudos --despojándolos de su velada atracción.

Aunque una forma más sencilla de verlo es pensar que simplemente existe una curiosidad por saber cómo es el pene de los príncipes de Disney, que son nuevos (viejos) mitos en la psique colectiva.