La ambigüedad que acompaña nuestras vidas no sólo es perceptual sino también cognitiva. Así como las ilusiones visuales nos proporcionan claves de cómo el cerebro reconstruye la realidad, de igual forma las distorsiones, sesgos o errores en nuestro pensamiento, a lo cual llamamos ilusiones cognitivas, nos ayudan a entender cómo funciona nuestra mente. De esa relación se desprende que existen elementos constantes y comunes en nuestro aparato cognitivo, y tal como las ilusiones perceptuales son generalizables a la población, también las ilusiones cognitivas lo son. Estas distorsiones, sesgos o errores cognitivos son identificados de forma sistemática de acuerdo a estándares normativos, pero lo más importante es que se puede predecir la forma en que son expresados en la conducta.
Los estudios pioneros en esta área fueron realizados por los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky en los años '70. Durante muchos años se enfocaron en investigar los sesgos en la toma de decisiones y juicios; tanto, que los llegaron a conocer como los profetas de la irracionalidad: después de todo, el homo sapiens no era tan racional. Los autores introdujeron el concepto de "atajo heurístico" o reglas de dedo como estrategias cognitivas en situaciones de incertidumbre que resultan algunas veces en juicios o decisiones sesgadas. Su contribución ha repercutido enormemente en las áreas de economía, derecho, administración y ciencia política.
Sin embargo, su descubrimiento suscitó algunas controversias, especialmente en aquellos que consideraban que era una visión pesimista de la función cognitiva y carecía de poder explicativo. De ahí que posteriormente se propuso un modelo en donde existen dos sistemas, el sistema Uno es como el piloto en automático, frecuentemente inconsciente y con propensión a la coherencia asociativa, mientras que el sistema Dos es mucho más lento, controlado y deliberado. Al primero se le relaciona con la percepción y el pensamiento intuitivo, mientras que al segundo se le relaciona más con la imagen que tenemos de nosotros mismos y el razonamiento. Bajo este marco teórico, se puede considerar que los atajos heurísticos son estrategias que emplean estos dos sistemas para producir juicios, evaluaciones y decisiones.
Existe una lista bastante extensa de sesgos o ilusiones cognitivas que los psicólogos han intentado clasificar; grosso modo, Rüdiger Pohl las ha categorizado en ilusiones o sesgos de pensamiento, de prejuicio y de memoria. Las ilusiones de pensamiento involucran la aplicación de alguna regla, como el teorema de Bayes, el contraste de hipótesis o el razonamiento silogístico. El punto crucial es que la mayoría de las personas no conocen estas reglas y favorecen los razonamientos intuitivos. Ejemplos típicos de estas ilusiones involucran la estimación de probabilidades, la verificación de conclusiones lógicas o el descubrimiento de alguna regla. Las ilusiones de prejuicio ocurren cuando se pide a las personas que evalúen algún aspecto específico de cierto estímulo, por ejemplo, su veracidad, su frecuencia o qué tan placentero es. La mayoría de estos prejuicios son resultado de la incertidumbre en la información y, por ende, se basan en impresiones subjetivas. Las ilusiones de memoria ocurren después de que el material ha sido codificado y surgen fallas al ser recordado o reconocido.
Frecuentemente, las ilusiones cognitivas se pueden dar en situaciones en donde se percibe la ilusión como realidad; por ejemplo, cuando eventos independientes se perciben como dependientes o eventos aleatorios de forma determinista. Pero además, a través de la negligencia o la represión, podemos reinterpretar algunos aspectos de la realidad como ilusión. Aunque las más de las veces preferimos ignorar y dejar fuera la información que no embona con nuestra noción de realidad.
Tal como mencioné al principio, parece ser que las ilusiones cognitivas son el reflejo de estrategias que nos permiten suprimir ambigüedad, duda; que nos ayudan a lidiar con la incertidumbre y aumentar la coherencia de nuestras asociaciones. Todo esto se ha enmarcado desde una perspectiva evolucionista, pues a pesar de que estas estrategias producen errores en juicios y razonamientos, en general hacen frente exitosamente a las restricciones inherentes en el procesamiento de información. Es difícil tener acceso o comprensión de toda la información relevante para la toma de decisiones, y aunque este fuera el caso, nos llevaría mucho tiempo y energía; no en vano, los atajos heurísticos han sido favorecidos a través de la evolución.
Curiosamiente, a diferencia de la mayoría de las ilusiones visuales, algunas de estas ilusiones cognitivas pueden ser prevenidas o aminoradas, ya sea a través de ser conscientes de su existencia o mediantes claves, señales o ligeros empujones (nudges) provenientes del mundo exterior. De ahí su importancia en áreas como economía, derecho, medicina e incluso en el diseño de políticas públicas y técnicas de mercadeo (para bien o para mal).
Pero no es para cantar victoria; muchas veces, a pesar de tener claro conocimiento sobre estas ilusiones, seguimos cayendo presos de ellas porque nos orientan, nos ayudan a cubrir nuestras necesidades y protegen nuestro ego. Como ejemplo, a continuación presento situaciones de la vida cotidiana en las que inevitablemente están presentes. A menudo, al planear mis actividades es fácil subestimar el tiempo necesario para completarlas (falacia de planificación); si estoy iniciando un negocio o proyecto es posible que desestime la probabilidad de tener éxito (negación de la probabilidad), y que tenga una tendencia sobreoptimista de ver al futuro (sesgo optimista). Al opinar o realizar acciones puedo no darme cuenta de la tendencia que tengo a seguir o imitar a los demás (efecto de arrastre), a mantener las cosas estables (prejucio de status quo) o a sólo considerar información compatible con mis propias acciones u opiniones (sesgo de confirmación). Al realizar compras ignoro qué tanto influye en mi decisión la familiaridad que tengo con el objecto (efecto laguna de exposición), qué tanto estoy considerando sólo una caractertística para compararlo (efecto de anclaje) y que después de hacer la compra hallaré justificaciones de porqué fue la mejor decisión (racionalización post-compra). Finalmente, con el paso del tiempo tenderé a recordar los episodios de mi vida de forma más positiva de lo que realmente fueron (sesgo de retrospección color de rosa).
Algunos psicólogos han propuesto que algunas de estas ilusiones también nos ayudan a mantener una buena salud mental, como sería el caso del sesgo optimista: sin él, sería más difícil emprender nuevos proyectos, aminorar nuestra ansiedad por el futuro o encontrar el lado positivo de nuestros problemas. Ciertos estudios muestran que pacientes con cuadros depresivos tienen menos tendencia a ver la vida de forma optimista e, incluso, podría decirse que son más realistas. Además, esta correlación ha sido confirmada por medio de estudios con resonancia magnética donde, efectivamente, estos pacientes tienen menos activación en áreas cerebrales relacionadas con la evaluación emocional de los estímulos, como serían la amigdala y el córtex del cíngulo anterior.
Actualmente, la descripción de la mayoría de las ilusiones cognitivas se encuentra sólo a nivel psicológico. Sería interesante empezarlas a estudiar a nivel neuronal; tal vez nos darían pistas de cómo se procesa la información a nivel cognitivo en el cerebro. Dicha aproximación ha sido muy exitosa en el área de la percepción sensorial y no tendría porqué no serlo en el área cognitiva.