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El planeta Tierra, con todos sus países y su diversidad, es un constante estímulo para aquel a quien le gusta viajar y conocer otras culturas. Sin embargo, no es fácil para todos acceder a esta riqueza promisoria de la otredad y de lo exótico. Algunas personas tienen que hacer largos tramites, esperar y pagar para ingresar a otros países, y cuando lo logran (muchos son rechazados sólo por haber nacido en un país poco congraciado con otro) son cuestionados, cateados y vigilados.
El poder del pasaporte y el número de acceso libre que tiene cada una de las nacionalidades es un emblema de la situación geopolítica del mundo. Vemos que países escandinavos, junto con países colonizadores como Reino Unido y Estados Unidos, tienen la mayor cantidad de accesos, seguidos por los países del oeste de Europa. Una clara imagen de que Occidente ha conquiestado sociopolíticamente el mundo y ejerce su pleitesía.
Vemos el efecto del narcotráfico y la inmigración masiva en México (117 países y en Colombia, 63); los efectos de la guerra contra el terror de la cual han sido víctima las relaciones de países árabes como Pakistán, Afganistán e Irak, que están en los últimos lugares de la lista. El otro factor considerable parece ser la pobreza: países centroamericanos y africanos son marginados por su falta de recursos --y acaso, por no ser muy atractivos para los países occidentales en ese movimiento hacia el Norte que caracteriza a la inmigración.
Lo que resulta deplorable es que personas que no tienen nada que ver con la política de un país (el suyo o el que promueve la imagen de que ciertos países son peligrosos e indeseables) tengan que cargar con este estigma y no puedan rondar por el mundo libremente. Esto se acentúa cuando pensamos en las leyes laborales: un escandinavo o un británico no tendrá los mismos problemas para encontrar un trabajo en otro país que un guatemalteco o un nigeriano.
Curiosamente, en 1955, Orson Welles anticipaba el estado de vigilancia policial global. Para el genial director, todo empezó con el requerimiento de pasaportes. Hoy tenemos PRISM y la máquina de vigilancia global electrónica.
“El burócrata o el policía es como un chantajista: nunca le puedes pagar lo suficiente; si le llenas una forma, tendrás que llenarle 10… y preguntan ¿por qué causarles problemas? pero, ¿por qué deberían ellos de causarnos problemas?”, había dicho Welles con enorme lucidez. No sólo es represivo y contra la libertad; es una molestia poco elegante.