Con motivo de la lista anual que publica la revista Watkins, presentando las cien personas "espiritualmente más influyentes" de la actualidad, recién publicamos una reflexión alrededor de los diez líderes que encabezan el listado. Si bien bastan unos segundos para concluir que la selección tiene algo de caricaturesco, lo cual se confirma al momento de leer nombres como Paulo Coelho y Oprah Winfrey, también es cierto es que una vez superada la 'indignación' inicial –y confirmado que no se trata de una sátira–, es evidente que el ejercicio es en sí interesante.
Antes de continuar, y sin ánimo de entrar a debates profundos alrededor de este término, definamos por ahora la espiritualidad como esa búsqueda de lo sagrado, o mejor dicho de conciliar lo que consideramos sagrado con nuestro camino de vida 'mundano'. En este sentido, y aunque nos genere resistencia, líderes de opinión disímiles, y muchos de ellos construidos a partir de los medios, sí ejercen una influencia significativa en la búsqueda espiritual de millones de personas. Sé que para muchos de nosotros es casi inadmisible asociar a Rhonda Byrne (autora de The Secret) con un sentido válido de espiritualidad, pero la realidad es que la australiana verdaderamente incide en la búsqueda de muchos.
La selección de Watkins, independientemente de que nos parezca o no cuestionable, refleja con fidelidad el actual escenario espiritual. En el artículo pasado muchos lectores reaccionaron burlonamente ante la lista, una postura comprensible de entender y compartir, pero que también resulta cómoda y limitada. Y es que no necesitas mucha claridad o congruencia para cuestionar la autoridad mística de Coelho. Pero si nos limitamos sólo a eso, entonces quizá estemos perdiendo la oportunidad de una buena reflexión, la cual con un poco de suerte tal vez nos permita entender mejor lo que sucede a nuestro alrededor.
Enfatizando en esta última posibilidad, a continuación les comparto algunas reflexiones, traducidas en aspectos que distinguen la espiritualidad contemporánea.
Inquieta
Múltiples indicadores sugieren que estamos justo en medio de una búsqueda masiva por re-ligarnos a lo que consideramos como sacro. La mentada "revolución de la conciencia" no es más que una necesidad, masivamente compartida, de remitirnos a aspectos de nuestra existencia que vayan más allá de los pilares socioculturales del entorno: empleo, consumo, diversión, entretenimiento, etc. Hoy compramos libros, vemos DVDs y charlamos sobre temas como conciencia, evolución personal, y abstracciones similares, vamos a clases de yoga y atribuimos ciertos eventos a factores como el karma. Y precisamente en este sentido podríamos hablar de una espiritualidad inquieta, proactiva, incluso enérgica.
Inmadura
La noción de que haya una búsqueda colectiva por reencontrarnos con lo sagrado, nos indica que es algo que de algún modo habíamos dejado de hacer –quizá porque nos parecía poco entretenido el ejercicio. Pero que ante las exigencias de la vida contemporánea, y sobretodo de rubros como nuestra salud física y mental, nos vimos obligados a retomar esa búsqueda pues sin ella nuestra existencia simplemente carece de sustentabilidad. Ahora parece que debemos pagar con nuestra 'inmadurez espiritual' la factura de haber abandonado este rubro de nuestra vida –algo que tampoco parece grave mientras el deseo de retomarlo sea genuino.
Pop
Asociada con esta inquietud espiritual, y con el hecho de que somos una sociedad esencialmente mediatizada, entonces no debería sorprendernos que Oprah ocupe el séptimo lugar de la lista de Watkins, o que Ekhart Tolle, Chopra, Coelho, y Byrne se distingan por haber vendido millones de libros. El actual poder de los medios para amplificar y validar a un personaje es monumental. Y como bien advierte la revista-librería británica, su listado incluye a los más influyentes –no a los más honestos o más lúcidos–. Por eso, reitero, es entendible que decenas de pop stars aparezcan en el grupo, porque es a ellos a quienes la mayoría de las personas los premia con su confianza.
Confusamente ecléctica
Con la consolidación del movimiento New Age, surgido a principios del siglo XX como una síntesis del conocimiento propio de diversas tradiciones antiguas, y cuya popularidad estalló hace unas tres décadas, el mapa referencial que muchos utilizan para orientar su desarrollo espiritual está ahora plagado de nociones provenientes de escuelas distintas. Este coctel, aunado a interpretaciones de interpretaciones, y a la práctica recurrente de remitirnos a 'traductores' o intermediarios en lugar de a las fuentes originales –por ejemplo textos milenarios–, "complejizó" el escenario y ahora vivimos inmersos en una pirotecnia retórica con tintes esotéricos que, independientemente de sus virtudes o defectos, favorece la confusión.
A partir de estas cuatro características, y de combinarlas, podemos entender en alguna medida la identidad de esta espiritualidad contemporánea. Por ejemplo, si ligamos inmadurez con inquietud, entonces entendemos la falta de selectividad que le rige. Dentro de ese proceso de madurez tendremos que afinar herramientas como el discernimiento. O si combinamos el aspecto pop con la confusión, entonces es explicable el porqué de nuestra excesiva receptividad a una orientación mística que se emite vía un programa de televisión.
En fin, este breve diagnóstico es sólo un intento más de entender lo que sucede a nuestro alrededor, con el fin de hackear las licitantes que enfrentamos e intentar crecer. Pero en todo caso creo que es un buen ejemplo, una analogía, de cómo en múltiples situaciones nos limitamos a descalificar algo y luego, cómodamente, nos enfocamos en otra cosa –sin siquiera habernos remotamente acercado a la sustancia de la situación. Y sí, a mí también me parece una burla a la raza humana el contemplar la posibilidad de que algunos de los elegidos por Watkins sean hoy los patriarcas del espíritu, pero no por eso me deja de resultar fascinante la posibilidad de reflexionar sobre lo que esta posibilidad nos sugiere.