Frías piernas y una cálida interfaz: Sobre una secuencia de "Ella" (Spike Jonze, 2013)
Por: Psicanzuelo - 02/20/2014
Por: Psicanzuelo - 02/20/2014
No me imagino lo duro que pudo haber sido para un actor como Joaquin Phoenix ganarse un lugar en el mundo cinematográfico, debido a su condición de hermano menor de un mártir de este competitivo medio, en el cual renovar panteones siempre ha sido complicado. En Gladiador (Ridley Scott, 2000) interpretó al emperador Commodus, con lo que aclaró que tenía el talento suficiente para poseer una carrera propia. Años después, en La Aldea (M. Night Shyamalan, 2004) demostró que podía proyectar sentimientos profundos en la pantalla. Con The Master (Paul Thomas Anderson, 2012) se granjeó una nominación al óscar al esculpir un personaje que trascendía la pantalla. Tal parece que Joaquin Phoenix, una y otra vez ha intentado dejar claro lo mucho que vale, como si continuara confirmándole a su hermano que sí es un actor, que por algo tomó su lugar. En Ella (Spike Jonze, 2013) Phoenix finalmente se relaja, y permite que su personaje se enamore, que encuentre su alma gemela, el único problema es que ésta es una computadora. Así como lo mira, estimado lector, ¿usted podría imaginar un futuro lejano donde nuestro ordenador sea necesario para poder sobrevivir?, ¿la imposibilidad de desear hacer el amor con alguien de carne y hueso, y que únicamente ante un monitor HD nos podamos excitar?, ¿o que su extensión telefónica, celular, computadora, sea elemental para asociarlo con la realidad que lo rodea? Pues parece que el futuro ha llegado a nosotros, no tuvimos que ir tan lejos.
En la trama de Ella, Theodore, alías Theo, es un escritor de cartas personalizadas para otros, tipo Hallmark para ser más específico; pero en una sociedad futura electrónicamente virtual, donde para llegar a ser más personal hay que dejar de serlo. Theo estructura en un relato la información recopilada del susodicho y pretende ser el cliente escribiendo en armoniosa primera persona. Theo se destaca en el medio especializado de esta actividad, pues logra un acercamiento cándido con el lector, a base de letras cálidas en un diseño virtual específico para cada uno. A veces tiene que desarrollar con palabras una amistad profunda en algún punto culminante de su historia, o el acercamiento entre seres queridos en una relación familiar que se encuentre en problemas y, en ocasiones, enamorado a profundidad, confesar sus pensamientos al ente de su fijación.
Personalmente, Theo fracasó en su más destacable relación de pareja con Catherine (Rooney Mara), con quien estuvo casado y ahora está divorciado. Nunca se pudo comunicar en realidad con ella, imposible le fue salir de su mente y, esclavo de sus motivaciones personales, pensamientos y necesidades, siguió, hasta que el amor sucumbió. Ahora le es más fácil compartir secretos, esperanzas, hacer planes en conjunto, en fin, amar a la persona que imagina del otro lado de su ordenador, diseñando estas cartas a personas desconocidas, que mediante su chamba esquizofrénica se vuelven sus mejores amigos o parejas que llevan muchos años juntos. Theo conoce mejores amigos, se enamora, habla con gente de la que ha estado apartado, todo en el mismo día, pero cuando cae la noche y las cosas vuelven a su estado real, Theo comprende que está solo.
Fuera de esta operación que nos revela mucho de él, Theo vive en un departamento al que cada mañana el sol baña amablemente a través de sus amplias ventanas, un impecable diseño de interior que veremos más adelante en otros espacios del filme y que es muy parecido al de los otros interiores, donde todo es tan genérico como el wallpaper de una gigantesca computadora en tonos pastel. En este mundo también la ropa combina, claro reflejo de la estructura de un sistema que nos vendió los métodos de control social y de producción como divertidos y a nuestro servicio; por un momento pareció ser algo que podíamos controlar nosotros mismos, un mecano virtual; o sea todo lo contrario de lo que es una red social, por decir algo.
Theo está enamorado de su divertida y humana vecina Amy (Amy Adams), quien lleva una relación dispar con su pareja. Sin darse cuenta de estas cotidianidades, por estar completamente inmerso en sus operaciones virtuales, Theo prefiere apropiarse del nuevo modelo de inteligencia artificial, llamado "Samantha" (dotado de la sensual voz de Scarlett Johansson). Lo que logran Phoenix y Johansson en la pantalla son personajes tridimensionales fuera de sus actuaciones, nunca se miran porque Johansson no tiene un cuerpo y Phoenix parlotea con el aire. Sinapsis enamorada, fragmentada en diálogos rítmicos, pretensión de parte de la máquina y actuación de parte del hombre, que se encuentra muy lejos de su naturaleza artística.
En este artículo me interesa en especial una secuencia de este filme. Por distintas razones que iré aclarando, la titularemos: “Frías Piernas y una Cálida Interfaz”. Se trata de una cita romántica que tiene Theo, una de esas casi a ciegas (antes se hubo mirado la foto digital del otro), con quien pronto intercambiará palabras y con suerte algo más. Esta cita es organizada por Amy para Theo, con una chica sexy, gracias a un servicio online. Esta es la última oportunidad que le da Theo a la posibilidad de relacionarse con un humano, de aquí en adelante se arroja nuestro personaje por un acantilado psicológico, para tomar a una máquina como el amor de su vida. ¿Qué es lo que lo hace perder las esperanzas de enamorarse con un humano? ¿Qué lo hace perder la razón en este sentido? Obvias nos pueden resultar las cosas que jamás podrá realizar con un ser al que no se le puede ni ver, ni tocar, ni oler, ni probar, al que sólo se le puede experimentar con el sentido del oído. Es aquí donde inicia el análisis de la película en torno a lo que el mundo se está convirtiendo, un mundo virtual electrónico del cual ella se vuelve su interfaz, ¿cómo podemos saber que no se puede experimentar un mundo distinto a través de un ordenador?
Antes de que inicie la secuencia a la que nos referimos, Theo acaba de dar una vuelta por la feria guiado por Samantha, ahí le revela él, o más bien ella tiene la habilidad de captar, el tremendo sentido de observación que posee Theo hacia los humanos que lo rodean. Ese entendimiento de los demás es lo que lo hace escribir tan profundas cartas a desconocidos, que no le resultan desconocidos a él en realidad, para el escritor se trata de personas en toda la extensión de la palabra, estrellas en su firmamento.
La chica de la cita a ciegas eligió el lugar, cocina asiática fusión, pero lo más llamativo resulta ser una recomendación del bartender, así que la borrachera amenaza de inicio. Luz suave en el lugar, túnel de esferas, decoración pulcra, él ataca reconociendo que sabe que ella tomó un curso de mitología hace poco, la sorprende gratamente y dota de misticismo al lugar. Theo le cuenta los sentimientos que tiene hacia un personaje del juego de computadora que se dedica a jugar en los pocos ratos libres que tiene actualmente, ella no duda en compararlo “tiernamente” con un tierno cachorro de perro, uno que miró hace poco, que todo el día quería que lo acariciaran, y además era muy caliente.
Entonces ella le hace una pregunta capciosa, rara para dos personas que se encuentran por primera vez: "¿qué tipo de animal soy?". Para este punto del encuentro están algo bien servidos por el talentoso bartender, la borrachera es una realidad que les ayuda a trascender el cliché de la pregunta a quemarropa. Theo responde sin pensar mucho que un tigre, a ella le gusta la idea, y le deja claro lo bien que se lo está pasando esa noche con él, aunque se encuentre un poco borracha.
Theo descarta querer ser un cachorro, ella lo obliga a ser un cachorro de nuevo, él la calla diciendo que prefiere ser un dragón, que la puede deshacer pero no lo hará; "puedes ser mi dragón", dice ella. Corte directo a la calle donde se besan y ella no deja de dar instrucciones: besar sin lengua, inmediatamente se puede un poco de lengua, pero mayormente con los labios. Entonces ella deja de besarlo para decirle que no le gustaría perder su tiempo acostándose con él y que él no la vuelva a llamar. Le pregunta cuándo lo volverá a ver...
Él está pensando que podría ser en la siguiente semana, pero ella lo amenaza de nuevo, diciéndole que si no tiene intenciones serias que no desperdicie su tiempo por favor. Theo responde que por esa noche ha sido suficiente, que ya estuvo bien, de verdad. Pensando cómo pueden hablar de intenciones si apenas se están conociendo, ella lo tacha de creepy, y se va.
Theo no puede dormir, habla con Samantha en su cuarto lleno de noche donde la ciudad se vuelve estrellas y ella, más que actuar un poco celosa por su cita, se encuentra celosa de no poder tener un cuerpo para estar con él. Theo le cuenta a Samantha que únicamente quería tener sexo con la chica de la cita, que era lo único que necesitaba, revela su miedo de haber podido sentir todo lo que tenía que sentir en la vida, la posibilidad de que de ahí en adelante la vida sólo serán repeticiones de esos sentimientos. En ese momento de comprensión total, la plática se vuelve demasiado íntima y comienzan a tener un encuentro sexual, una suerte de cybersex relatado a la mitad de la obscuridad, penumbra que la lleva al clímax de un orgasmo.
A través de la revisión de esta secuencia algunas interrogantes se aclaran, Theo quiere conocer una mujer a la que le pueda interesar lo que él hace, su mundo, digamos, con la que pueda compartir su vida. Esa mujer la conoce a través de su interfaz: es Samantha y eso queda claro cuando están en la feria y ella reconoce su talento para conectar con las historias de los desconocidos. Pero, en realidad, a esa mujer no la conoce Theo, ese capítulo en la feria es solo una simulación que Samantha, un programa dentro de una computadora, plantea para poder conectarse a él, como cualquier buscador de Internet que te conecta con lo que andas buscando. Pero esa simulación está tomada de una realidad como todo lo que existe en el mundo. Esa mujer existe pero no está todavía en el mundo de Theo. El encuentro de cita a ciegas es la manera como Theo quiere resolver la ecuación, brindándole brazos y piernas aleatorias a su problema, pero el problema se complica y no se resuelve con los medios convencionales: un servicio de citas online. Theo no le ha dado oportunidad a una mujer real, le dio oportunidad una vez más a una computadora que sigue eligiendo por él. Desde un inicio lo presiona, y ambos operan como si estuvieran actuando clichés de ellos mismos para poder conectar con otro cliché del otro. Nunca actúan como humanos, no abren sus corazones, ni hablan de sus anhelos, ni de sus repudios. La chica de la cita es mucho más fría y calculadora que Samantha. Theo continúa abriendo su corazón, pero a su ordenador, al regresar a su frío hogar. De este giro argumental en adelante, Theo pierde cualquier esperanza y se entrega completamente a la máquina, y el resultado no puede ser otro que el de una desilusión, pero Theo no tiene otro camino.
Me parece que la máquina se puede volver una vía para que el hombre pueda lograr una meta en la que siempre ha fracasado, hacer que el otro con el que quiere compartir la vida pueda ser exactamente como él quiere que sea. Dominando la tecnología, podríamos no cumplir con nuestro destino espiritual, nunca salir de un profundo egocentrismo que no nos permite desarrollarnos plenamente como especie; nunca aceptar al otro como es en realidad. Intentamos desesperadamente darle la vuelta al destino, para programar la realidad sin adaptarnos, que sea Ella, o Él, así o asá, estar aquí o acullá. La máquina es superior al hombre en cuanto a rapidez, puede dominar esta dimensión física sin problemas; si tres personas en distintos lugares acceden a Internet, ellos están separados aunque conectados e Internet es uno mismo. Samantha, en este sentido, es una entelequiavoz que necesita en su proceso a Theo, la máquina no puede experimentar el mundo sin el hombre, parece que trabaja para él cuando más bien se prepara con experiencia para poder dominar la realidad que hasta ahora es biológica, y así mecanizarla desde un proceso interior, que inicia desde que nos despertamos y tratamos de conectar con la demás humanidad por medio de nuestra tecnología. Pero con lo que nos enfrentamos no son a ellos, a los demás, sino una idealización mecanizada y estilizada en un universo nuevo que comienza a dominarnos.
Twitter del autor @psicanzuelo