TLCAN a 20 años: manufactura barata y nulo crecimiento enconómico
Por: Ana Paula de la Torre - 01/02/2014
Por: Ana Paula de la Torre - 01/02/2014
En un artículo reciente, Luis de la Calle, uno de los negociadores del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), declaró que nunca debió esperarse que este acuerdo trajera prosperidad al país por sí mismo. Sin embargo, bajo la visión de quienes han dirigido a México durante los últimos treinta años, el tratado tiene una vocación manufacturera que debe aprovecharse, es decir, creen que la mano de obra barata es una forma de desarrollo, a través de la inversión extranjera.
Pero en lo anterior hay una gran paradoja: la mano de obra barata es por sí misma efímera, es decir, los criterios que la rigen privilegian la disminución de costos, por lo que la inversión extranjera que se plantea como crecimiento desde los gobiernos priístas y panistas es tan incierta como el mercado mundial mismo, ya que en el momento en que otro país ofrece una mano de obra más económica, entonces los inversores abandonan México.
¿Cómo puede de esta manera concretarse la solidez económica de un país, si proyecta su futuro bajo el fugaz beneficio de la inversión extranjera? Muchos de nosotros no lo sabemos. Para darnos una idea, la economía mexicana ha crecido únicamente 0.7% anual durante los últimos veinte años; mientras que entre 1950 y 1980 se registró un crecimiento anual del 10%.
Si cada gobierno deposita sus expectativas económicas en el desarrollo de vocaciones productivas ¿qué sucede si los tomadores de decisiones proyectan nuestra vocación nacional como ensambladores de productos para empresas transnacionales? Además, ¿cómo es la vida de aquellas personas que pasan ocho horas en la misma posición armando objetos como si fuesen robots?, ¿puede la maquila considerarse desarrollo?
Tras 20 años de la firma del Tratado de Libre Comercio, el cual propició la creación de trabajos de manufactura, en su mayoría asentados en las ciudades fronterizas del país, la calidad de los empleos ha disminuido –como era de esperarse–, pues las empresas transnacionales, al encontrar mejores oportunidades de mano de obra barata en otros países, han orillado a que el gobierno mexicano doble las manos para que las empresas se queden, a costa de las garantías de los empleados. Además, aunque se argumente que la balanza comercial es positiva, es decir, que hay más exportación mexicana que importación de productos extranjeros, los beneficios de este indicador se concentran en manos de muy pocos.
Como ejemplo, tomemos la historia de Rosa Moreno, documentada por alternet.org, que revela el caso de esta trabajadora que perdió las manos en su trabajo debido a una máquina sin mantenimiento. Moreno, madre de seis hijos, fue víctima de un contrato temporal, vía outsourcing, el cual era tan confuso que ni siquiera quedaba claro quién era su contratante ni quiénes los indemnizados en caso de accidente.
Al ser los contratos temporales, los trabajadores carecen de antigüedad, y por lo tanto las compensaciones salariales o finiquitos son mucho menores; de esta manera también las empresas pueden despedir más fácilmente.
El estilo de los empleos que tanto derrama la inversión extranjera ha permeado ahora la economía mexicana, pues la Reforma Laboral aprobada hace poco más de un año también permite que el resto de las empresas puedan contratar vía outsourcing –lo que facilita la contratación y el despido de los trabajadores, así como la pérdida de garantías laborales.
Lo anterior se concretó bajo el argumento de aumentar el emprendedurismo, mientras los empleos se debilitan y la vulnerabilidad de los trabajadores aumenta. Asimismo, la inversión extranjera trajo únicamente beneficios a unos cuantos y la economía continúa estancada ante la vocación manufacturera que algunos creadores del TLCAN decidieron para México.
Twitter del autor: @AnaPauladelaTD