*

El pasado grito de independencia es sin duda uno de los menos suntuosos y solemnes en nuestra historia contemporánea, el único que ha sido leído, si esto refleja la voluntad política de nuestros gobernantes, en nuestro país no existe voluntad ni para recordar de memoria los nombres de los héroes que el propio regimen deificó durante decadas.

pena_nieto

Desde que la revolución terminó y vimos nacer a los primeros partidos políticos y con ellos la institucionalización de los caudillos comenzó la época hegemónica del PRI, donde durante cada periodo el presidente se convertía el líder máximo del país, del congreso y de su partido, en la tradición maquiavélica era tanto el poder acumulado en su embestidura que era inmensamente temido por todos, dentro y fuera del escenario político.

Hemos tenido presidentes soberbios, megalómanos, con ideologías sospechosas, muchos han tomado decisiones que han llevado al país a protestar fervientemente en contra de su visión de hacer política y entonces la gente se levanta contra el personaje, contra una mente y sus ideas, sin embargo en nuestros dias ¿Cuáles son las decisiones del presidente que no nos parecen? ¿Cuál es la postura de Peña Nieto frente a los problemas del país? La respuesta es: ninguna.

No es necesario realizar un exhaustivo análisis para evidenciar que el presidente carece de una opinión propia sobre alguno de los temas de la agenda, al parecer no obedece a alguna corriente de pensamiento, no se vislumbra alguna pista de la cosmovisión del presidente, o alguna ideología ya sea política o de partido –en este caso del PRI- o incluso a algún soberbio plan personal de manipulación, se puede inferir como corolario que el presidente de nuestro país está ausente, pero entonces ¿Quién toma las decisiones? ¿Quién decide los términos de la reforma energética, educativa, fiscal y laboral?

Si el país no es conducido por el presidente entonces es lógico pensar que son los legisladores y el gabinete quienes hacen todo el trabajo, es evidente que es el PRI el que gobierna, los síntomas están por todos lados: la corrupción, el autoritarismo, la continuación del modelo neoliberal de Salinas de Gortari, quien se ha  convertido desproporcionalmente en una especie de Baphomet en nuestra historia contemporánea, mito patético y nocivo que está a punto de cumplir 20 años en las calles y que no nos deja dar vuelta a la página, si bien instauró las bases de nuestra debacle social, es mejor encontrar vías alternas y degradar la apoteosis de este antihéroe nacional.

La vacuidad ha sido la bandera de este gobierno, el cual no ha podido conectar con la sociedad, a pesar de tener cara de PRI, existe la ausencia de elementos propios del nacionalismo revolucionario –recordemos que este partido al principio trató de emular a los principales partidos comunistas de la época incluyendo el Chino y el Indio- tal parece que el único fin de su gestión es el tecnocrático, -poner en práctica las doctrinas económicas provenientes del MIT y la Ivy League-, aunque cabe señalar que la carencia de una identidad definida no es privativa del Revolucionario Institucional, el PAN y el PRD también han perdido su carga ideológica en una suerte de centralización de sus prácticas, aunque izquierda y derecha son términos inexactos en esta época, tal parece que los principales partidos han apostado al pragmatismo y se han movido todos al centro, obedeciendo a los mandatos de los principales agentes de poder, el financiero, el geopolítico y el económico, hijos predilectos de lo que denominamos: el sistema.

El sistema, ese ente metafísico es quien gobierna realmente, los políticos son parte del engranaje de esta máquina inclemente, pero nosotros, la sociedad, somos el alfa y el omega del sistema, el componente fundamental de un país no así sus políticos, ¿Acaso los políticos no son ciudadanos en algún momento también? y no es pregunta retórica, una república está conformada por ciudadanos, que van tomando su lugar en la estructura del sistema aunque muchas veces los rebasa en velocidad, y con esto no quiero justificar o excusar a los políticos de sus omisiones y abusos, pero tal vez si nuestros dirigentes no son de primer orden, también nuestro deber ciudadano a lo largo de los años ha sido deficiente, la plática política hasta hace una década se daba tan solo entre los adultos y ciertos sectores que conectaban directamente con la política, los jóvenes y adolescentes difícilmente tenían un acercamiento con la política de nuestro país, es aquí donde los medios electrónicos introdujeron a mayor número de mexicanos en el centro del debate público, es tiempo de olvidar esa frase aberrante de nuestra cultura popular donde hablar sobre política y religión es de mal gusto, poco cool e hiriente de sensibilidades, cuando finalmente nos hemos dado cuenta que no hablar de política también nos ha herido; el bolsillo y la identidad, en pocas palabras nos hemos autoboicoteado por años.

Si Peña Nieto está sumido en el estupor de ser presidente, un cargo para el que no está listo y probablemente no lo estará nunca, se nota a leguas que la política no le apasiona, su suerte recae en la construcción mediática, pero llevada al absurdo, en una línea más usada en el mundo del entretenimiento, como las estrellas pop, los supuestos MKultra. En nuestro país cada vez ha sido menos necesario crear nuevos personajes de este tipo ya que estamos consumiendo lo creado en el vecino país del norte, el ascenso de Peña Nieto obedece a la consagración del México surrealista, donde todo es posible, donde los personajes de la pantalla chica emergen a la realidad y esta metarealidad confunde y amedrenta la razón, nosotros somos participes pero todavía no entendemos integralmente la dinámica, el juego completo de la simulación y el simulacro que plantea Baudrillard, una construcción como la que el menciona al hablar de la Guerra del Golfo Pérsico, donde a través de la televisión crearon una realidad que nunca existió en las magnitudes que aparentaba. Somos la perfecta sociedad teledirigida de Sartori, el mexicano es un perfecto Homovidens. Hoy vivimos el éxtasis del reflejo, una apología de la irresponsabilidad, donde no se necesita ser, si no tan solo parecer, “...un lugar lejano, vago e indeterminado. El país de las cosas rotas, gastadas, país gris, que no está en ninguna parte, inmenso y vacío.” según contaba Paz en El laberinto de la soledad.

Fueron doce años de discontinuidad histórica mientras gobernó el PAN, donde se perdieron rasgos culturales que paradójicamente ellos enarbolaban, tales como el guadalupanismo, el juanpablismo, y de paso se aniquiló la figura de los héroes revolucionarios que son ampliamente denostados en las aulas de las universidades ultraconservadoras del país, pero no previeron  que las figuras de Gómez Morín y Madero no alcanzarían a inocularse en el espíritu del ciudadano mexicano promedio.

Para encontrar la identidad y activar la memoria de nuestro país, no se trata de regresar a las aguas de jamaica, sandía y tuna servidas por “chinas poblanas” en las reuniones oficiales de López Portillo, nos quedamos en aquel thriller político de 1994 en el que se sumió el país, episodio olvidado por el soma de la globalización y la ilusión democrática que se iba construyendo, de pronto en el nuevo milenio,  con el presidente del cambio: Vicente Fox, comenzó una especie de universo paralelo, un México sin devoción o solemnidad, -instaurado desde la plutocracia- donde el presidente públicamente dejaba ver frecuentemente otra cara del mexicano frente a los problemas del país; el hiperpragmático presidente del “Comes y te vas”, “¿Yo, porqué? y 15 minutos para resolver Chiapas.

Después del gran triunfo que había significado la alternancia en el poder, Felipe Calderón se encargó de socavar la escasa confianza de las instituciones tratando de legitimarse en el poder apoyado en el ejército –uno de los consejos más viejos del manual maquiavélico- luchando contra el narcotráfico, vestido de militar en actos públicos y fantaseando con los héroes de la infancia que idolatran muchos de estos personajes como Franco y Mussolini.

Así ha transcurrido la historia política de México en el siglo XXI, una sociedad y un gobierno que no logra adaptarse por completo al vertiginoso devenir del sistema, viviendo día a día la ansiedad de cohabitar en tres mundos compuestos por lo que queda del México premoderno decimonónico y romántico, la modernidad de la segunda mitad del siglo XX y el desorden y sinsentido de esta nueva era a la que sofisticadamente llaman postmodernidad, que no representa más que la imposibilidad de nombrar lo indefinible, lo que no tiene una forma consistente.

Tal parece que es el momento de construir una mexicanidad alejada del nacionalismo revolucionario, única doctrina que ha sido impulsada desde el gobierno, dejar de hablar de revolución porque así como la hemos entendido siempre termina en polarización y encono social. Esperar menos del gobierno y las instituciones en este momento y construir al ciudadano mexicano, uno que ya no deje todo a lo último, que ya no llegue tarde a su cita con la historia, hackear al sistema desde nuestra trinchera es nuestra obligación.

Twitter del autor: @m_alarmant

Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición de Pijama Surf al respecto.