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El ejemplo clásico para tomar decisiones en situaciones de indeterminación se enfrentó con un inesperado resultado al ser aplicado en la "vida real".

prison

El "dilema del prisionero" es un ejemplo clásico en la teoría de juegos para demostrar las estrategias dominantes cuando no conocemos el curso de acción de un contrincante o de otro jugador. En otras palabras, es un escenario que nos ayuda (y sobre todo a los economistas) a saber qué hacer cuando el resultado de un problema no sólo depende de nosotros, sino de las elecciones de otros.

La versión tradicional del dilema del prisionero propone el siguiente escenario: Dos criminales son arrestados pero la policía no tiene suficientes pruebas para encarcelarlos, así que tratan de sentenciarlos a prisión por un año levantándoles cargos por un crimen menor. Los prisioneros no pueden comunicarse entre sí; la policía les da estas opciones: 1) si testifican contra su compañero y su compañero no testifica contra ellos, el compañero recibe tres años de cárcel, pero el delator se va de inmediato; 2) si ambos testifican contra el otro, ambos reciben dos años de cárcel; y 3) si los dos permanecen callados, ambos reciben un año.

En teoría de juegos se asume que traicionar al compañero es la estrategia dominante en cualquier caso (una de las ideas que conforma el "equilibrio de Nash", por la que el matemático John Nash recibió el Nobel en matemáticas; tal vez lo recuerden como Russell Crowe en A beautiful mind), e incluso en juegos secuenciales, donde los jugadores conocen el comportamiento previo de sus oponentes y tienen oportunidad de castigarse mutuamente, la traición sigue siendo la estrategia dominante.

El problema es que nadie nunca se preocupó por llevar a cabo un experimento en prisioneros reales acerca del dilema del prisionero.

Menusch Khadjavi y Andreas Lange, economistas de la universidad de Hamburgo, llevaron a cabo el experimento con un grupo de internas de la prisión para mujeres de Lower Saxony y con otro grupo de estudiantes universitarios. Las recompensas para los estudiantes eran algunos euros, y para las prisioneras, café y cigarrillos.

Los investigadores esperaban corroborar o tal vez comparar el comportamiento de las prisioneras y los estudiantes para diversos tipos de juegos, pero los resultados fueron muy distintos a lo esperado: las prisioneras se mostraron mucho más cooperativas, incluso en juegos secuenciales (donde obtienes más ganancias al traicionar en un segundo juego un primer movimiento cooperativo de tu contrincante), cooperando en el 56% de los casos; en comparación, los estudiantes cooperaron 37%.

En una base de pares (donde el mejor resultado para ambos depende de la cooperación), sólo 13% de los estudiantes buscaron el mejor resultado mutuo, mientras que el 30% de las prisioneras lo hizo. 

Incluso en los juegos simultáneos (donde se requiere la confianza ciega de ambas partes) las prisioneras fueron mucho más cooperativas de los estudiantes. Esto nos pone a pensar que tal vez el equilibrio de Nash funcione si asumimos la mala fe del contrincante (es decir, el resultado más provechoso para él a pesar de que sea el más desafortunado para nosotros), pero que las prisioneras tal vez están más dispuestas a cooperar mutuamente (es decir, a tender a un resultado de Pareto, donde el beneficio mutuo sea el resultado a perseguir).

¿Los prisioneros reales podrían ser tal vez más cooperativos que sus emulaciones teóricas? O en otras palabras, ¿el esperar el peor comportamiento de un adversario –aunque sea el camino más seguro en términos de eficacia– no nos impedirá también suponer que un resultado mutuamente benéfico es posible?

[Business Insider]