En el mundo de las sustancias ilegales y su relación con la investigación de la conciencia (o el simple entretenimiento y el simulacro de iluminación y comunidad que aportan), el nombre comercial de las sustancias juega un importante papel en la narrativa dentro de la cual se inscribe la sustancia y los usuarios. Los ravers de los 80 y 90 no andaban por ahí diciendo que toman 3,4-metilendioxi-N-metilanfetamina (MDMA) --tomaban "Éxtasis" o "M", al igual que en los 70 los hippies no buscaban dietilamida de ácido lisérgico, sino LSD.
La última reencarnación del MDMA se comercializa como "Molly", y su presentación ha variado también: el MDMA fue patentado por los laboratorios Merck en 1914 y no volvió a aparecer hasta los años 70, cuando se buscaron algunos usos psicoterapéuticos debido a la empatía que la sustancia produce en los usuarios. Euforia, cercanía y disminución de la ansiedad, el MDMA pasó de ser una droga de fiesta durante los 90 a ser una sustancia casi tan común como la cafeína en algunos círculos de la población neoyorkina, por ejemplo en los gestores de bolsa de Wall Street.
La leyenda negra del MDMA afirmó durante mucho tiempo que la sustancia producía Parkinson, depresión aguda y "agujeros en el cerebro". El psiquiatra de la universidad de Harvard, John Halpern, afirma que esto es falso, y que la FDA ha aprobado que se investiguen los beneficios del MDMA en pacientes con estrés post traumático y control de ansiedad en pacientes terminales. "Una droga que de hecho mata células del cerebro --lo que no hace el MDMA-- es el alcohol", afirma. Esto, sin embargo, no quiere decir que el MDMA, aún en su nueva encarnación de Molly, sea una droga inocua o que deba tomarse a la ligera.
Molly viene como un polvo cristalino, lo que le ha dado la impresión de ser una forma más pura de MDMA a algunas personas que nunca habían probado ningún tipo de drogas. Además "Molly" en el nombre mismo tiene algo de infantil, maternal y seguro, como "Mary Jane" para la cannabis o "Lucy" para el LSD. Así, Molly se abre paso a gran velocidad no en la escena de la fiesta y el baile como en los 90, sino en una generación de profesionales jóvenes que realizan cuidadosas decisiones de compra sobre su comida orgánica, su café hiperpersonalizado y su ropa libre de texturas sintéticas.
El peligro sigue siendo confiar en que la sustancia que se consume sea lo que efectivamente dice ser: nadie puede comprobar a primera vista la pureza de una sustancia, y nuevos compuestos son probados tanto para generar nuevos efectos como para comprometer la pureza de una sustancia (la cual, según una vieja ecuación, es menos pura mientras más lejos se encuentre de su fuente de producción, como la cocaína, cuya pureza es inversamente proporcional a la distancia del comprador con Colombia.)
Otros peligros propios del MDMA son efectos secundarios como rigidez en la mandíbula, deshidratación, ansiedad, insomnio, fiebre, pérdida de apetito, además de hipertermia, espasmos, alta presión sanguínea y depresión durante los días posteriores a su uso, debido a la caída en los niveles de serotonina del cerebro (que son llamados por algunos "Suicide Tuesdays", la resaca retrasada de la fiesta del fin de semana.) Por si sola, sin embargo, la sobredosis es poco común: sólo dos personas han muerto en Nueva York a causa del MDMA según un estudio en las salas de emergencia de Nueva York, entre 1997 y el 2000, aunque el uso de la sustancia se ha incrementado desde entonces.
Una dosis de Molly puede costar entre $20 y $50 dólares y es una droga de mayor aceptación social que la cocaína, puesto que no produce adicción física. La cocaína es sórdida, peligrosa y adictiva; la cannabis tiene un olor demasiado fuerte; Molly, en cambio, es una droga discreta, pero sería peligroso decir que es inocua: "Es cierto que [Molly] no es como la cocaína", afirma Car Marnell, una antigua usuaria, "y no hace que te raspe la nariz, pero a veces la tomas y no puedes dormir o te pones muy enfermo. Con todo, es una droga dura."
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[NYTimes]