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La baja masiva de católicos en Alemania ha obligado a la venta de Iglesias que, sin feligreses que acudan a ellas, pierden su razón de ser y, en términos más fríos, vuelven incosteable su manutención; un fenómeno que quizá revele con crudeza la capacidad de este sistema para volverlo todo una mercancía potencialmente desechable.

hannoverEn una medida un tanto desesperada para evitar la fuga de fondos y, parafraseando la metáfora de los Evangelios, echar dinero bueno en odres viejos, el Arzobispado de Berlín decidió poner a la vente una iglesia y una capilla construidas apenas hace unas pocas décadas, esto porque, simplemente, no puede costear más su mantenimiento.

Según se lee en su sitio web, la división del catolicismo en Alemania ofrece una capilla en la ciudad de Loitz (Mecklemburgo-Pomerania Occidenta) en un precio inicial de 20 mil euros (con un terreno de más de mil metros cuadrados de superficie), y una nave de 175 metros cuadrados en un terreno de 952 metros cuadrados por 135 mil euros.

El Arzobispado tomó esta decisión en buena medida porque, simplemente, ya no hay feligreses que acudan a los recintos y generen el flujo de capital con las actividades que podrían realizar en estos (desde el ofrecimiento de una limosna hasta pago de servicios como el matrimonio o el bautizo). Entre 2011 y 2012, la Iglesia Católica en Alemania cerró por esta razón poco más de 400 templos. Asimismo, estadísticas el país revelan que, en comparación con los años 90, actualmente hay 10% menos personas que se dicen católicas en Alemania, una tendencia que además es creciente.

"En los próximos 10 años se calcula que unas 700 iglesias dejaran de ser utilizadas para celebrar la liturgia", declaró a este respecto el vocero de la Conferencia Episcopal, Mathhias Kopp.

Lo lamentatable, sin embargo, es cuando estos recintos se convierten en centros comerciales o de trabajo. Interesante y hasta provocador en un buen sentido, cuando, como sucedió con el templo evangélico Kapernaum en Hamburgo-Horn, estos son adquiridos por otras confesiones, como la musulmana, para virarlos hacia sus ritos y sus creencias.

¿Demostrará esto que, además de otras cosas, las iglesias son también un negocio?

O, quizá, que el sistema económico-social en el que vivimos, es capaz de procesar cualquier cosa hasta volverla una mercancía de compraventa, de desecho una vez que ha perdido su utilidad.

[El País]