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Neurocientíficos estadounidenses desarrollan un método para implantar una contraseña prácticamente indescifrable de 30 caracteres que, al implantarse inconscientemente, hace que ni el propio portador tenga acceso a ella.

El mundo contemporáneo está lleno de contraseñas, de passwords y series a veces inconexas de letras, números y caracteres especiales que nos dan acceso a los muchos servicios que utilizamos cotidianamente: correo electrónico, redes sociales, tarjetas bancarias, computadoras, dispositivos portátiles como teléfonos, tablets y un sinfín de recursos que requieren de ese sésamo para operar y ponerse a nuestras órdenes.

Paralelamente (y como sucede con toda necesidad, auténtica o creada) ha surgido una serie de conocimientos enfocados principalmente en dos cuestiones: la dificultad de la contraseña (relacionada con la dificultad para descifrarla) y la facilidad para recordarla (que justamente es inversamente proporcional a la circunstancia anterior).

Recientemente, un grupo multidisciplinario de neurocientíficos y criptógrafos estadounidenses ha desarrollado un sistema que se presenta como uno de los más seguros porque elimina la conciencia humana sobre dicha contraseña, esto es, alguien es capaz de introducir ese pass pero no puede recordarlo ni acceder físicamente a la parte del cerebro donde se almacena.

Hristo Bojinov, de la Universidad de Stanford, en colaboración con otros colegas, utilizaron un método sumamente parecido al del popular videojuego Guitar Hero, en el que una persona golpea una tecla de seis posibles que corresponde a igual número de caracteres. Luego de 45 minutos de realizar esta acción, 80% de alrededor de 4 mil teclazos habrán servido para que el sujeto en cuestión aprenda inconscientemente un código específico.

En la primera sesión la contraseña está compuesta de 30 caracteres generados aleatoriamente por el propio sistema (una secuencia incapaz de memorizarse por el ser humano promedio), la cual se utiliza en tres sesiones, después se combina con otros 18 caracteres para formar una secuencia de 108. Esta se repite en seis sesiones para conseguir 540 caracteres y, luego de una pequeña pausa, el sujeto pasa por otras seis sesiones para llegar al gran total de 3780 caracteres.

Este proceso da como resultado la fijación inconsciente de los 30 caracteres iniciales de la contraseña (al menos 38 bits de entropía mucho más segura que cualquiera de las que se usan habitualmente).

Para algunos el principal beneficio de este método es que vuelve imposible que alguien revele el secreto a otro cuando se le somete a una tortura o algún otro tipo de coerción.

Si alguien pregunta si conoces la contraseña y dices que no, de alguna manera estás diciendo la verdad.

[Crédito de la imagen: Ignacio Nuevo Yúfera/Flickr]

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