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Disasterland, el arte de la decadencia de los personajes de Disney

Por: Luis Alberto Hara - 08/03/2012

Explorando el potencial oscuro de los personajes de Disney, un apetito voraz en nuestra psique, el artista mexicano Roberto Loaiza retrata en óleo episodios en los que emblemáticos personajes viven momentos de disolución característicos de la cultura pop

Seguramente porque los personajes de Dinsey son parte de nuestra mente colectiva, el arte contemporáneo en los últimos años ha jugado con extraer la sombra de estas imágenes populares para colocarlas en ambientes que resultan perturbadores, cómicos o catárticos. La pregunta que explora esta veta es fundamentalmente: ¿qué sería de estos personajes inocentes si se hubieran descarrilado o si hubieran sido víctimas del mal que habita el mundo como necesaria contraparte de una narrativa épica?

Según Jean Baudrillard el mundo de Disneylandia era presentado como una fantasía para hacernos creer que el resto del mundo era real. Esta es la esencia de la hiperrealidad: conjurar la ilusión de Disney para pensar que el resto del mundo no era ilusión, cuando ya había dejado de ser real. Disney opera un mecanismo de transferencia, lo imaginamos de tal forma que su castillo de pureza nos permite vivir dentro de la corrupción y la decadencia sin cuestionarnos la naturaleza de nuestros actos.

Hace algunos meses destacamos aquí la obra de Thomas Czarnecki, From Enchantment to Down, en la que se simulan fotográficamente los asesinatos de las princesas de Disney, ultimadas en un ambiente clásico de ultraje sexual o de asesinato serial.

Otras obras que han explorado un tema similar, la decadencia de los personajes de nuestra imaginaria colectiva infantil son los superhéroes disolutos del artista italiano Giuseppe Veneziano y las Barbies ejectuando escenas pornográfica de Mariel Clayton.

A este ensamble se añade la obra del artista mexicano Roberto Loaiza, quien ha montado en Los Angeles (a un lado del hogar del mundo de  Disney) su obra Disasterland, un tributo a la decadencia de la cultura pop. Loaiza ha vendido la mayoría de sus pinturas de óleo con escenas de Disney trastornadas, seguramente apelando a una generación que no sólo creció con Disney, también creció con el Reality TV, TMZ y los ubicuos paparazzis. No hay finales felices aquí, pero sí una posible catarsis, una conciencia humorística de nuestra propia vanidad.

Bambi, arquetipo de la inocencia, presencia un atropellado threesome entre venados.

La Ceniciente opta por utilizar el vestido de carne ensangrentada de Lady Gaga.

Las Princesas de Disney en su "girls night out" llevan protección anti-paparazzi para evitar la típica escena de exposición genital al bajar de la limusina.

 

El sueño de la Princesa es asediado por Freddy Kruger en un surrealista "crossover".

 

Alicia se convierte en Britney Spears, la novia de Estados Unidos que se volvió tóxica y famosamente se rapó su cabellera rubia en un espisodio de rebeldía ante la paradigma de belleza impuesto, alimentado por el consumo de sustancias como la metanfetamina.

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