"El trabajo os hará libres", consigna inscrita en la entrada de Auschwitz y otros campos de concentración
Los tiempos difíciles de unos son la oportunidad de prosperidad de otros. Esa es una de las manifestaciones más elocuentes del modelo económico en el que vivimos y el cual permite la posibilidad de provecho y ganancia aun en las condiciones que podrían parecer más críticas (aunque quizá lo que suceda en realidad es que para el capital las condiciones nunca son críticas, y en eso radique la clave de su fortaleza).
El gobierno de Alemania por parte del partido nazi se tiene justo como una de estas situaciones límite, un ejemplo acabado de lo que históricamente significa vivir en circunstancias adversas, difíciles, en las que aun la supervivencia individual y colectiva peligran a cada instante.
Con todo ―y a pesar de que destacados miembros del Nationalsozialismus como Joseph Goebbels y Otto Strasser odiaban el capitalismo, por considerar que mucho tenía de carácter judío―, no fueron pocas las empresas que prosperaron durante este periodo, en casi todos los casos por colaborar directamente con el régimen, aceptando y aun sirviéndose de las particulares manifestaciones que tomó el modo nazi de gobernar y ejercer la autoridad y el poder.
Conocidos son los casos de Hugo Boss, Volkswagen e IBM, quienes, respectivamente, tributaron a los nazis uniformes, automóviles y sistemas de computación y organización (para las operaciones de exterminio). Pero igualmente otras firmas como la actual J.P. Morgan Chase, Kodak o Nestlé aumentaron su fortuna con el nacionalsocialismo. A continuación el recuento.
La institución financiera que ahora conocemos como J.P. Morgan Chase y que incluso en épocas recientes ha estado envuelta en la polémica y el escándalo, en la Europa de los 40 ayudó, en colaboración con otros bancos y con promesa de una jugosa comisión, a reunir el dinero utilizado para financiar operaciones nazis, algunas incluso contra el pueblo judío. Asimismo, no esperó la orden nazi para congelar las cuentas de los judíos residentes en la Francia ocupada.
Henry Ford, antisemita consumado, reconocido por el régimen con la Gran Cruz del Águila Alemana, aportó desde sus fábricas 1 de cada 3 camiones utilizados por el ejército nazi.
Como subsidiaria de Bertelsmann A.G., esta editorial publicó propaganda y literatura nazis, títulos como Esterilización y y Eutanasia: Una contribución a la ética cristiana aplicada.
Este nombre, que en la mente de muchos seguramente evocará entrañables momentos conservados en cierta medida gracias a sus productos, no dudó utilizar en su filial alemana mano de obra que mantenía en la esclavitud, con la cual, y dadas las condiciones, amplío el negocio a la fabricación de gatillos, detonadores y mercancías afines para el gobierno nazi.
Fanta, la bebida gaseosa que aún comercializa Coca-Cola, fue en su origen una creación expresa para el mercado de la Alemania nazi.
Allianz fue la principal aseguradora beneficiada de esta época. De hecho podría decirse que era la aseguradora oficial del régimen (con todos los beneficios que ello implica), al grado que, durante la tristemente célebre "Noche de los cristales rotos" (Kristallnacht, la mayor ofensiva contra la población judía civil de Alemania y algunas zonas de Austria), la firma compensó al Estado nazi y no a los judíos afectados en sus propiedades por los daños causados. Más tarde, Allianz colaboró en el despojo de propiedades sufrido por los judíos retenidos en campos de concentración.
Novartis nació como resultado de la fusión entre las compañías de origen suizo Ciba y Sandoz. En 1933, la división alemana de Ciba despidió a todos los miembros de su comité directivo para sustituirlos por otros mucho más confiables de "origen ario", argumento que Sandoz también utilizó contra su presidente. Más tarde, ambas empresas fabricaron tintes, fármacos y productos químicos de diversa índole para los nazis. Sin embargo, de las firmas aquí expuestas, Novartis es una de las pocas que aceptó parte de su responsabilidad y aportó 15 millones de dólares a un fondo suizo creado para reparar el daño que el pueblo judío sufrió a manos de los nazis.
Por otro lado, otra farmacéutica multinacional, Bayer, tiene en su historial el cuestionable mérito de haber sido la proveedora del gas que se utilizó en las cámaras donde murieron miles de personas.
Incluso algo tan delicioso como el chocolate (así sea el que produce Nestlé) adquiere de pronto un sabor desagradable cuando se sabe que esta misma apoyó económicamente en 1939 la creación del partido nazi suizo y, a cambio de esto, recibió un contrato para ser el único proveedor de la golosina al ejército alemán. Sus fábricas, sin embargo, estaban llenas de esclavos, algunos de los cuales consiguieron en el año 2000 que Nestlé aceptara su delito y los compensara (a ellos o a sus familias) con una suma total de 14.5 millones de dólares.
Otra compañía que abiertamente aprovechó la esclavitud permitida y aun fomentada por las autoridades nazis, en este caso para la fabricación de los motores de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana de la época.
Operar desde los Estados Unidos no fue un obstáculo para que General Electric obtuviera una generosa y suculenta tajada de la guerra y, específicamente, del hecho de que los nazis fueran el enemigo a vencer. Aliándose con la empresa alemana Krupp, GE contribuyó a que deliberada y artificialmente aumentara el precio del carburo de wolframio, materia prima esencial para la fabricación de maquinaria de guerra, especulación con la que se hizo de millón y medio de dólares solo en 1936 y por la cual, una década más tarde, se hizo acreedora a una multa por parte del gobierno estadounidense.