Sin duda el Tren Transiberiano es una de las travesías más increíbles que puedan realizarse en el planeta, un recorrido por una buena parte del planeta que además de ofrecer a quien puede realizar el viaje la oportunidad de conocer varias culturas en su camino y ampliar sus horizontes culturales, sin duda termina transformando su espíritu de una manera inigualable, como solo pueden hacerlo los paisajes siberianos.
Hace un par de años el fotógrafo James Morgan tomó su asiento dentro del célebre ferrocarril y, adiestrado en su sensibilidad, quiso captar los distintos signos que caracterizan indeleblemente las muchas regiones que atraviesa el transporte:
Dirigido más por un deseo de ver y sentir las tierras salvajes congeladas, tenía una noción de que quería fotografiar las caras y los lugares a lo largo de la vía transiberiana.
Los resultados son, por decir lo menos, sugerentes, pues aunque parecen ofrecer un panorama general sobre la aventura siberiana, cuando menos lo espera el espectador salta una toma personalísima del fotógrafo, dando lugar a un atisbo de esas pequeñas cosas que también viven en un recorrido de semejante magnitud.