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Un interesante anuncio televisivo envía un mensaje de anti (auto)expresión fomentando supuestamente la libertad de expresión.

Un aparentemente inocente anuncio de la popular marca trasnacional de marcadores Sharpie muestra cómo se construyen mensajes en la publicidad para tratar de influir sutilmente en la psique de las masas.  

En este colorido comercial, que supuestamente celebra la libertad de expresión envuelta en un atmósfera de todo lo culturalmente cool —los deportes extremos, los hippies, el rock—, se deja caer una pancarta con colores psicodélicos alzada por unos jóvenes donde se lee el lema "Deja de protestar".

¿Es esto pura y simple irreverencia? Todos los mensajes del comercial se apegan a la línea de guión de manifestar la juventud y la autoexpresión. ¿Por qué entreverar entonces uno que contradice esto? 

Quizás la razón sea la expuesta en el libro Media Virus de Douglas Rushkoff, en el que se enfatiza en la efectividad memética de los oximorones (por ejemplo, smart drugs). En este caso, "Dejar de protestar", bajo el aura cool de "exprésate", se convierte en una especie de caballo de troya en la psique, una impronta que busca cultivarse y desencadenarse ulteriormente: exprésate sin protestar, exprésate como todos los demás, escribe lo que todos escriben.

También este comercial muestra cómo las corporaciones intenta cooptar la inconformidad pública y canalizarla hacia el consumismo. Si la gente está protestando y elaborando pancartas, que esto se convierta en un negocio y así se desvirtúe el movimiento contestario al incrustarlo en un mercado, en una moda.