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Fascinación científica y goce estético en un recorrido por los misterios de las alas de los insectos, la familia animal más abundante del planeta

No se trata de mantis religiosas del espacio exterior que controlan energéticamente al planeta infiltrándose en los gobiernos del mundo. De forma discreta, los insectos son ciertamente una de las especies más efectivas del reino animal —al menos son el phylum  más abundante— y se podría decir que bajo cierta óptica dominan el mundo, y para estos sus alas son la clave.

Los insectos son los únicos invertebrados que han aprendido a volar. Sus alas sirven como capas protectoras, instrumentos musicales, camuflaje,  señas de reconocimiento, para atraer parejas o retraer predadores y, claro, también para volar.

El más grande competidor del hombre por comida es el insecto, pero al mismo tiempo mantiene a la tierra limpia y productiva. Sin ellos no podríamos alimentarnos (el caso de las abejas es especialmente significativo). Y aunque ellos podrían fácilmente sobrevivir sin nosotros, el ser humano depende de ellos.

La revista Wired celebra a estos hiperestéticos monstruos, que más allá de molestarnos por su presencia deberíamos de rendirles tributo, como dioses fractales, obreros mínimos del gran proyecto de alquimia que es la vida en la Tierra.

Arriba, alas de libélula, estólidas y venosas manifestaciones de un tipo temprano de ala, según entomólogos. Las alas empezaron probablemente como protuberancias en el cuerpo insectívoro que dotaron de estabilidad extra para desplazarse en el espacio.  El sistema circulatorio de los insectos nutrió estas protuberancias que primero fueron lóbulos en su paso a convertirse en las venas que ahora vemos. 

Pese a ser primitivas, estas alas son las más rápidas del mundo de los insectos: las libélulas han cronometrado vuelos de más de 56 kilómetros por hora.

El poético vitral de un ala de libélula a través del cual ver el mundo. Esta ventana de patrones laberínticos pertenece a una libélula Odanta.

La capacidad de doblar las alas, les permite a algunos insectos adaptarse a diferentes habitats y esconderse de sus depredadores. Entre los primeros insectos en adoptar esta habilidad están los efemerópteros (popularmente cachiporras). Doblar las alas les permite volar por terrenos accidentados, entre pasto y follaje, convirtiéndolos en todoterreno.

La evolución ha llevado a las alas de los insectos a una simpleza y elegancia estética.  Los crisópidos también son llamados "alas de encaje" por la sutileza y refinación de sus herramientas de vuelo.

Un claro ejemplo de la clásica mimesis de alas con hojas. Un saltahojas, de la familia de los cicadélidos, se alimenta justamente de las hojas que sus alas mimetizan: para qué usar un arma mientras cenas y te distraes, si te puedes volver invisible.

Las alas de esta polilla o mariposa nocturna (de la familia Saturniidae) de Brasil también están diseñadas para acoplarse al bosque y pasar hipnóticamente desapercibidas. A primera vista podríamos pensar que sus alas están emplumadas como las de un ave, pero son solamente parte del embrujo de este insecto de la familia de los lepidópteros, que ejerce un mítico magnetismo en diferentes culturas tradicionales. Recordemos por ejemplo el recuento que la hace el brujo yaqui Don Juan Matus a Carlos Castaneda de una polilla de alas de polvo de oro que es la guardiana de la eternidad.

Para el visual surf, el cortometraje Mothlight de Stan Brackage, que con su técnica de cut-up reveló una nueva dimensión de videopoesía: like a moth to a flame, las alas de mariposas nocturnas se convierten en pinturas abstractas, bosques resplandecientes que nos  conducen a un estado alfa.

Pese a considerarse generalmente como los más estéticos insectos, las mariposas tienen alas de caballos de fuerza,  que conservan venas para añadir poderío para efectuar largos vuelos.

Algunos insectos, como esta mariposa alas de vidrio, tienen bolsas de transparencia para volverse aún más elusivos.

Las alas de las abejas son de las más avanzadas, de poco peso y máxima fuerza. Pequeños ganchos unen sus alas permitiéndoles actuar como una sola y añadiendo una cuota aerodinámica. Las abejas modifican el ritmo de su vuelo cuando llevan polen.

Para su tamaño las abejas baten furiosamente sus alas: 230 beats por segundo; las moscas de la fruta, 80 veces más pequeñas que las abejas de miel,  baten sus alas 200 veces por segundo.

La familia de los coleópteros es las más exitosa del reino animal, con hasta 375 mil especies descritas. Además de los escarabajos, las catarinas son de las más conocidas dentro de esta ilustre familia que ha obtenido la categoría de sagrada o al menos bienaventurada.

La clave de su éxito es que tiene una cobertura relativamente dura para sus alas (élitros) que les permite protegerlas y adaptarse perfectamente al mundo subterráneo —y volar por los aires cuando es conveniente. Los coleópteros viven como pocas especies lo mejor de ambos  mundos.

La iridiscencia de las alas les sirve a algunas especies, como a este escarabajo, para reconcerse a distancia al reflejar el agua o el lodo. Probablemente por esta cualidad los escarabajos recibieron adoración en el antiguo Egipto, evocando piedras preciosas.

Un tratamiento de ámbar para un insecto de la familia de los neurópteros.  El broche de oro.

[Wired]