Entre aguas brillantes tornazuladas —zafiro, turquesa, aguamarina, lapislázuli— se erige una espectacular formación de cuevas. El mágico Lago Carrera que comparten Chile y Argentina acoge uno de lo más refinados templos naturales del orbe, una mandíbula mística de mármol. Sólo aquí el agua es más azul que el cielo, de una dulzura resplandeciente. Las cuevas marmóreas, afiladas vulvas del invisible cuerpo celeste, forman anillos concéntricos invitando al centro infinito que yace debajo de los Andes, un laberinto cuyo secreto es una flor azul de hielo inmarcesible.