Las grandes corporaciones controlan prácticamente todos los medios masivos de comunicación en el mundo (principalmente refiriéndonos a la prensa escrita, la radio, y la televisión). El poder económico e ideológico que poseen resulta abrumador, ya que en sus manos esta la posibilidad de generar una revolución, derrocar un gobierno, similar un suceso que impacte en el rumbo de la política mundial, o incluso (y tal vez antes que todo lo demás) manipular radicalmente el imaginario colectivo, rediseñar paradigmas socioculturales, y definir tendencias de pensamiento.
Hace apenas medio siglo el menú de medios era propiedad de un grupo de corporaciones relativamente extenso, y en ese momento se podían contabilizar aproximadamente una centena de grandes consorcios mediáticos alrededor del mundo. Sin embargo, durante las últimas décadas la tendencia fue a que ese grupo se fuese reduciendo, y las corporaciones más hábiles y fuertes fueron absorbiendo los medios de aquellas que no soportaron la agresiva dinámica de negocios que domina este mercado.
En el caso estadounidense, la mayor potencia mediática del mundo y país en donde existe mayor número de medios, se puede ver reflejada a la perfección esta inercia a la “uniformediatización” y la distribución del espectro mediático ha quedado concentrado en cinco enormes y omnipotentes consorcios: General Electric, Time Warner, CBS, Viacom, Walt Disney Corporation, y News Corp. La presencia de estas corporaciones detrás de cientos de estaciones televisivas, radiodifusoras, y diarios, les representaba ingresos conjuntos en 2008 por más de 320 mil millones de dólares. “El peligro de este tipo de concentración en los medios es que roba democracia de diversidad, le quita a los espectadores la posibilidad de exponerse a una mayor variedad de puntos de vista” afirma el analista de medios Danny Schechter.
Pero más allá de la patológica concentración de plataformas mediáticas en unas cuantas corporaciones, el problema es la cantidad de intereses implícitos que apuntan a la presión política para favorecer su mercado, a la manipulación de patrones culturales y, en particular, a la consolidación de su agenda financiera. Por ejemplo, General Electric es tal vez la mayor abastecedora de piezas para la manufacturación de misiles nucleares así como de servicios de mantenimiento para ciertas facilidades militares. Y en este sentido es obvio que la “producción de guerras” le beneficia sustancialmente. ¿Alguna vez te has preguntado el por que de el manejo épico en las películas y los programas de guerra, o el tinte heroico con el que se encuadra a las tropas estadounidenses mientras invaden territorios lejanos en el medio oriente? Otro ejemplo de la misma empresa se refiere al maltrato medioambiental por residuos emitidos por GE dentro del Hudson River en Nueva York. Se ha confirmado que sus aguas están repletas de cancerígenos conocidos como PSB. Y por supuesto la cadena NBC, propiedad de General Electric, jamás destinará un reportaje para cubrir este tóxico fenómeno.
Otro caso es el de ABC News, cadena que es propiedad del holding mediático de Walt Disney Corporation. Cuando ABC News fue adquirido por Disney, la cadena noticiosa había elaborado algunos reportajes sobre distintos escándalos relacionados al sombriamente fantástico mundo de Disney. Y como era de esperarse, estos contenidos fueron borrados de los archivos y jamás se ha vuelto a transmitir una noticia que afecte directamente la imagen o los principales intereses de la empresa que utiliza al icónico Mickey Mouse para ostentar una supuesta inocencia.
Pero una vez más enfatizamos que el verdadero problema no esta en la concentración de medios en unas pocas corporaciones, sino que lo que nos afecta realmente como una sociedad mediatizada es que los contenidos transmitidos a través de estos medios están moldeados de acuerdo a agendas que poco tienen que ver con la información o el entretenimiento de una audiencia. Y al estar concentrados en unos cuantos grupos, el espectro de intereses se hace aún más estrecho y en este sentido se intensifica la persecución de un reducido número de agendas que a fin de cuentas termina por denigrar la diversidad. Y si tomamos en cuenta que el consumo de los contenidos transmitidos por estos medios son sin duda el mayor pulso cultural, entonces nos encontramos con un siniestro escenario en el que terminamos por representar, nosotros, el público, a una tribu de zombies idiotizados que son, en muchos casos sin saberlo, determinantemente influenciados por patrones corporativos.
De acuerdo con algunos analistas la esencia de la información periodística, masivamente distribuida, murió en el momento en que corporaciones exomediáticas cuyos principales negocios estaban en otros mercados como el de las armas (en el caso de General Electric) tomaron el control de los medios informativos. “Un buen negocio es un mal periodismo. Un buen periodismo es mal negocio” afirma Chris Chambers, profesor de la Universidad de Georgetown. Por su parte, Laura Flanders, dedicada a la transmisión informativa, considera que es bastante ingenuo el pensar que lo que los medios mainstream informan tiene algo que ver con lo que en realidad ocurre: “No podemos confiar más en que los contratistas militares de GE nos van a informar objetivamente sobre la guerra, que lo que confiamos en que las cadenas de televisión operadas por Disney nos van a revelar la verdad de lo que esta sucediendo en nuestra economía”.
De acuerdo al contexto descrito en los párrafos anteriores podemos concluir que los grandes medios a fin de cuentas se desempeñan como voceros de las corporaciones que los poseen. Y curiosamente estas mismas corporaciones controlan buena parte de la economía, de la cultura, de la legislación de reformas y leyes, y lo que es aún peor, de la educación. Así que frente a la pregunta de quien controla los contenidos que tu y tu familia consumen, la respuesta es más o menos sencilla: las corporaciones, entidades abstractas y cuasiomnipotentes que eligen estratégicamente cada uno de los contenidos que transmitirían después de analizar su impacto en las ideas, conductas, y comportamiento que fomentarán. Y aunque creamos que tenemos el poder de simplemente apagar el televisor desde la comodidad de nuestro sofá, armados de un control remoto, lo cierto es que estamos inmersos en una estructura social, económica, y cultural, que esta en buena medida diseñada por estos consorcios.
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