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¿Ha dejado de ser el voto una opción para cambiar la sociedad? El desencanto generalizado en América Latina ante la clase política hace que la democracia sea sólo un medio por el cual unos cuantos acomodan su vida.

Hay una espina que tienen clavada en su frente todos los partidos políticos de América Latina, es la espina del desprecio político de la mayor parte de la ciudadanía. Cada vez son menos los latinoamericanos mayores de 18 años que consideran la opción de votar en los distintos comicios políticos, sin embargo los políticos no entienden, para muestra un botón. Hace unas semanas atrás contemplamos la celebración del candidato electo en Colombia, Juan Manuel Santos, obtuvo el 69.05% del total de los votos validos emitidos y con tan supuesto tremendo respaldo salió ante sus adherentes a proponer la continuidad del estilo de gobernar del saliente Presidente Uribe, pero este respaldo no es tan cierto, lo que no dijo Santos fue lo siguiente: El 50% de los colombianos mayores de 18 años no votaron, no fueron a las urnas y prefirieron quedarse en casa. Lo que en términos reales le deja una reducida legitimidad. De cada 10 colombianos en edad ciudadana sólo tres le apoyan, pero vamos, éste no es el único caso, en las recientes elecciones intermedias que se dieron en México, donde se disputaron las gubernaturas en 15 Estados de la Federación, las actitudes y comportamientos de los partidos políticos se caracterizó por el mismo triunfalismo que sus pares colombianos, llamaron a celebrar una exitosa jornada democrática. Las empresas encuestadoras y las distintas casas televisivas expresaron lo maravilloso que es vivir en democracia, pero nuevamente lo mismo: La mitad de los mexicanos en edad ciudadana no votaron. Lo mismo paso en Chile, Perú y Costa Rica, para comprobarlo es solo cuestión de meterse en el website de la famosa consultora Latinobarómetro y verán las cifras con claridad, pero ello no deja de lado la preocupación central: ¿La democracia en América Latina goza de buena salud?

Al parecer la democracia no está grave, pero tampoco esta fuerte ni marcha animadamente por la vida de los ciudadanos, es más, podríamos hablar de un proceso de ruptura que es ocultado por quienes se benefician de esta democracia a medias, de las élites políticas y económicas que usufructúan este marco político. Ya la política no es un medio al servicio del ciudadano sino sencillamente es un dispositivo para organizar la vida cómoda de unos cuantos. Los datos que vienen de la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y los ya famosos Informes de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas no son alentadores (PNUD). Los ejemplos sobran y son elocuentes: Mientras millones de latinoamericanos viven con menos de un dólar al día, unos pocos miles de latinoamericanos viven con más de un millón de dólares por hora, ¿no les parece indignante esta situación?; Mientras la clase media (en realidad de media solo tiene lo medio hundida en que se encuentran), es la base recaudatoria de los impuestos gubernamentales de casi todos los países de la región (salvo Bolivia y Uruguay), las élites empresariales y políticas están exentos de impuestos y en muchas ocasiones reciben incentivos para “producir riqueza”, ósea que los impuestos que aplican las autoridades a los sectores medios terminan subvencionado a nuestros queridos empresarios locales y también a los inversionistas extranjeros. El problema no es peruano ni chileno, ni mucho menos mexicano, es una tragedia transversal que nos atraviesa a todos y ciertamente, mientras vivamos estas tremendas desigualdades no vamos a participar de nuestras relucientes democracias de medio pelo, ¿cómo podemos ir a votar si en el camino nos pueden asaltar porque la policía es corrupta, los jueces una infamia y los medios de comunicación privados están disfrutando del mismo negocio que a nosotros nos aqueja?

Podemos seguir leyendo encuestas acerca de lo bien apoyados que están nuestros gobernantes, de lo bien que participa la ciudadanía que participa en los procesos políticos, seguramente hay quienes lo hacen, pero son la minoría, mejor nos vamos del juego electoral y seguimos el ejemplo de los padres de los bebes que murieron quemados en las guarderías ABC hace un año en México y formamos una asociación civil para defender nuestros derechos y defendernos sobre todo del Estado, lo mismo que los indígenas amazónicos en el Perú, los comuneros en Guerrero y los Mapuches en Chile ¿no lo creen?

En fin, hoy en día el voto, que tanto le costó a generaciones de intelectuales, activistas, ciudadanos de a pie y políticos, es un mecanismo devaluado y en consecuencia la democracia también. Una pena, ajena, pero una pena.