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Científicos plantean la teoría de que existe un proceso de selección de la realidad más apta, un puente entre el mundo cuántico y el mundo de la física clásica, una especie de microevolución subatómica que determina qué estados cuánticos sobreviven y se vuelven reales para nuestros sentidos.

La relación entre una cosa y la realidad es indisociable, tanto que en la mayoría de los casos solo consideramos real aquello que es una cosa, que podemos ver y tocar. Ambas palabras comparten etimología en el latín "res", que significa cosa y que es el mismo origen de "real". Y sin embargo, lo fundamental de la naturaleza, los "ladrillos" que constituyen nuestra existencia, poco se parecen a lo que conocemos como una cosa y actúan muy distinto a lo que consideramos normalmente como real. Más del 99 por ciento de los átomos que constituyen el mundo material son espacio vacío compuesto de energía invisible. Y estos átomos y sus partículas subatómicas se comportan como fantasmas, según ha sido descrito por la física cuántica.

David Ferry, de la Universidad de Arizona State, quien ha desarrollado una teoría de cómo surge el mundo que experimentamos con nuestros sentidos a partir del etéreo mundo cuántico, dice: "La forma en la que nos experimentamos a nosotros mismos y a otras cosas en el mundo clásico es un fingimiento de nuestra imaginación".

Einstein criticaba esta naturaleza "irreal" de la física cuántica hablando de una "fantasmagórica acción a distancia" (spooky action at a distance) y, sin embargo, esto ha sido comprobado en repetidas ocasiones en lo que se conoce como entrelazamiento cuántico, en el cual un par de fotones comparten una conexión instantánea a distancia, ya sea no local o superlumínica. Otra de las características espectrales de este mundo cuántico es que la luz, por ejemplo, puede ser tanto una onda como una partícula o que antes de realizarse una observación varios estados pueden superimponerse, tal que en el mundo cuántico un gato puede estar vivo y muerto.

Teniendo en cuenta esto, este fondo espectral donde los átomos se comportan más como si estuvieran en una escuela de magia o en un mundo onírico donde la imaginación y la percepción determina su comportamiento (la bizarría cuántica), una de las más grandes preguntas de la física es cómo surge el mundo que experimentamos con los sentidos cotidianamente y por qué exhibe una cierta coherencia, estabilidad, solidez, repetibilidad, etc.

Una interesante teoría es el darwinismo cuántico, una especie de sobrevivencia de los estados cuánticos más aptos, para atravesar la frontera hacia el mundo clásico. Esto es el puente o eslabón perdido entre el mundo cuántico y la "realidad".

David Ferry, siguiendo el trabajo de Wojciech Zurek, describe esta transición como un proceso de "decoherencia" que involucra una especie de progresión evolutiva análoga al concepto de selección natural de Charles Darwin. El concepto de decoherencia sostiene que varios estados cuánticos colpasan en una amplia diáspora o dispersión al interactuar con el medio ambiente. A través de un proceso de selección, otros procesos cuánticos llegan a un estado estable final, llamado estado de punto, el cual es suficientemente apto para ser transmitido a través del medio ambiente sin colapsar. A su vez, un estado de punto suficientemente apto es llamado un estado diamante.

Estos estados individuales con la menor energía pueden hacer copias de alta energía de sí mismos, descritos por el proceso darwiniano y observados en la escala microscópica del mundo clásico. Existe cierta analogía entre la teoría de la Totalidad Implicada de David Bohm —que considera que el universo es similar a un holograma (en cada parte está el todo)— y el hecho de que la realidad que percibimos se desdobla de un infinito mar de energía potencial (lo que vemos son como olas en la superficie de un lago). El darwinismo cuántico explicaría un poco el proceso por el que las cosas y la realidad llegan a desdoblarse, a explicarse.

De consolidarse esta teoría estaríamos viendo un proceso de selección de lo "real", de una escala subatómica a una escala macrosópica, en el que de un infinito potencial, innumerables ondas de probabilidades, solo algunos estados "diamantinos" se alzarían con la suficiente estabilidad para ser percibidos consensualmente. También una micro vorágine evolutiva de partículas subatómicas. Faltaría explicar bien que es lo que le da la estabilidad a los átomos que se "vuelven reales", tal vez también una coherencia de conciencia (el medio ambiente inteligente). ¿Podremos afectar la microevolución de la materia y definir que estados diamantes atraviesan la puerta cuántica hacia el mundo de los sentidos si modificamos la conciencia con la que observamos el espacio? Pequeños vórtices, micro star gates. ¿Podremos de esta forma evolucionar la realidad?