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El futbol y el aparato mediático al servicio del olvido; la selección roja, favorita a ganar el Mundial, es el arma de doble filo del gobierno español para solventar, al menos anímicamente, la crisis financiera que atraviesa ese país.

Ante la crisis económica de España, "la siguiente Grecia", la enorme expectativa que genera la selección española en el Mundial de Futbol de Sudáfrica es la cortina perfecta para hacer olvidar lo que sucede en el país y la reprobación que recibe el gobierno debido a estas circunstancias. El mismo New York Times compara la apropiación del gobierno de Zapatero de "la Roja" con los antiguos espectáculos romanos de "pan y circo" y añade que la selección en estos momentos ocupa el lugar que ocupaba el Real Madrid en la política franquista. The New York Times recuerda también cómo el triunfo de la selección española frente al combinado de la URSS durante el Europeo de 1962 fue descrito como una "victoria sobre el comunismo".

No es casualidad que a la misma hora que debutó España -desinflando el globo rojo en su derrota contra Suiza- se aprueba la polémica reforma laboral. Es común a la mayoría de nuestro políticos pasar todo tipo de reformas controversiales justo en el momento que existe una distracción mediática. El pan y circo actualmente ,en su modo televisivo, parece incorporar hipnóticos de Circe.

En declaraciones al periódico estadounidense el ex ministro Jordi Sevilla asegura que "hay mucho anhelo por salir de esta crisis, y al Gobierno le gustaría enfatizar cualquier cosa que sean buenas noticias, y un buen Mundial es ciertamente importante".

Por otra parte tampcoo hay que olvidar que una semana antes de que iniciara el Mundial se reunían en Sitges los Bilderberg, el poderoso grupo privado de políticos y empresarios elitistas, donde el presidente Zapatero dio un discurso sobre la actualidad de la economía española y se debatió la posibilidad de salvar en particular la economía española y el euro en general. Esta reunión normalemente ultrasecreta y de la que se dice gravita de sobremanera sobre el destino de la Comunidad Europea y los países de la OTAN, fue objeto de un novedoso escrutinio de la prensa, cuestionando la misma participación de Zapatero en un evento de tal envergadura que a la vez no tiene un cáracter oficial. Es posible que en está reunión se halla delineado la agenda política a seguir en España conforme al plan global. Convenientemente cae una cortina detrás de la cual se puede actuar cómodamente.

La economía, o al menos la aceptación política, parecen ir ligadas a la psique de un país, si existe una sensación emotiva positiva, la gente parece gastar más y movilizar la economía y por otra parte se propicia una asociación entre los políticos en el poder y los resultados deportivos que engloban al nacionalismo. España ha sido marcada por su fracaso en competencias mundialistas; sin embargo existe una apuesta generalizada por el triunfo de "la Roja", una esperanza de pasar al siguiente nivel y conquistar un triunfo que sería encantamiento suficiente para que buena parte de la sociedad española dejara a un lado sus problemas económicos y se abalanzara a celebrar, durando en la cargada de la victoria, apoyados en el aparato mediático, un tiempo que permitiría a Zapatero maniobrar con soltura y subirse a ese caballo.

Ahora bien la otra cara de apostarle al triunfo de España e inflar a su equipo, que aunque favorita por sus resultados previos al Mundial, no tiene tradicionalmente la jerarquía (o la mentalidad) de los equipos que suelen ganar estas competencia, es que se desplome la armada roja y que el estado de ánimo colectivo se vaya por los suelos, con esa montaña de déficit por cargar. Algo que se atisba después de ver el primer partido de la selección española. Curiosamente en Twitter se le recomendaba al técnico Del Bosque que utilizará a la crisis económica y al gobierno de Zapatero como pantalla pancircense de su derrota.

Ciertamente España no es el único país que recibe con alivio la pantalla protectora del Mundial, habría que vivir las condiciones mediáticas de un país como Argentina, el cual incluso nacionalizó el futbol: como si ver futbol por televisión fuera un derecho inalienable del pueblo y de la más estricta prioridad nacional (además de un mecanismo electoral ante el desplome en la popularidad). O las de México, donde en medio de una frustrada guerra contra el narco, el duopolio se vuelca con singular alegría idiotizante a transmitir la Copa del Mundo, desplegando una armada de payasos, vedettes, comentaristas y hasta astros del futbol, copando la mente colectiva del país, inundada por el virus memético del futbol entretenimiento-olvido-narcolepsia. Cae en buen momento el Mundial y la monotemática de la publicidad con su hipnótica tautología para celebrar que no estamos viendo lo que está pasando enfrente de nosotros, como diría cualquier maestro de iluminación de segunda clase, el aquí y el ahora... recibiendo la radiación electromagnética en alta definción como una celada en la dopamina de nuestras neuronas. Y seguramente en muchos otros lados del mundo el futbol ("el panbol"), es el moderno pan y circo. Y la televisión el nuevo opio del pueblo.

Lo peor es que el espectáculo ni siquiera logra estar al nivel del veradadero "show buisiness" que nos hace soñar en lo que no está aquí, pero con lujo onírico y glam-light, despreocupados en una ola eléctrica de placer enajenado. Entre el tedio de los partidos y el reciclaje de chistes y análisis nos damos cuenta que estamos desperdiciando nuestro tiempo, mientras la FIFA, las compañías de cerveza y televisión son las que en verdad ganan el Mundial.