A lo largo de la historia humana la arquitectura ha representado uno de los más vivos canales de diálogo con la divinidad. Templos, catedrales, y monumentos sacros, manifiestan la necesidad del ser humano por mantener, con reverencial respeto, una charla con las deidades. El templo budista de Borobudur encarna majestuosamente esta necesidad de tributar lo divino con construcciones terrenales.
Ubicado en la provincia de Java central, en Indonesia, Borobudur es un masivo complejo de la religión budista que, según cálculos de los arqueólogos, fue construido entre los siglos séptimo y octavo, y su edificación debe haber tomado al menos cien años para completarse.
Al parecer este sitio fue abandonado hace siglos tras una conversión masiva al Islam de los pobladores de la región. Con el tiempo fue cubierto de cenizas volcánicas y salvaje vegetación. Borobudur permaneció oculto hasta que en 1814, el expedicionario inglés, Sir Thomas Raffles lo redescubrió y comenzó con la restauración del majestuoso complejo. No fue hasta la década de los ochentas que el gobierno indonesio, con ayuda de la Unesco, completaron la restauración final.
Ahora, Borobodur ha recuperado su ancestral esplendor y además de presumir el título de ser el templo budista más antiguo del mundo, es considerado uno de los sitios con mayor valor cultural en el planeta y, obviamente ya ocupa un lugar especial en la lista del patrimonio Mundial de la propia Unesco.
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