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La mística del oximoron: entre el chamanismo y el videojuego encontramos un infinito de universos paralelos que nos invitan a replantear nuestra conciencia del ser ¿Qué analogía existe entre el gaming y el camino espiritual del nahual?

¿Qué hay detrás de una de la industrias más rentables del entretenimiento casero? ¿Es acaso un sistema de control de masas o una especie de camino espiritual? Hay estudios que indican beneficios “tangibles” detrás de las “horas de vuelo” sumadas, pero hay también posturas encontradas en torno a los efectos en la psique de los gamers, sin mencionar los casos ya probados de compadres que recibieron un último Game Over tras elevadas dosis de práctica continua.

Como miembro activo de la cultura de los video juegos, mejor conocido como nintendomaníaco durante los noventas y ahora como gamer, y simultáneamente como practicante activo de diversos linajes espirituales y artes marciales, me encuentro hoy en una disyuntiva, la cual es más bien una petición para hacer de éstas líneas una reflexión colectiva.

Luego de una larga dosis siento que los video juegos son un desdoblamiento semiconsciente. Una especie de viaje astral, que ocupa un plano más allá del sueño y la vigilia. Y es que el gamer ocupa los tres ejes dimensionales del físico propio, pero traslada el eje del tiempo y de la conciencia al avatar que representa ya sea offline u online.

Inicialmente no puedo dejar de pensarlo como un método de control, aunque hay estados de conciencia adquiridos a través de la repetición y del pleno desdoblamiento al interior de la pantalla que son similares a las más poderosas visualizaciones guiadas que haya realizado. Es evidente que hay beneficios y contradicciones implícitas en la práctica constante de los mismos, pues ciertos sentidos, más puntualmente la vista y la coordinación motriz, conllevan un ejercicio similar al exigido en la practica de las artes marciales como el Kung Fu o el Chi Kung. Manipular más de 10 botones y dos palancas simultáneamente -sin mencionar lo que logran los practicantes de juegos en PC con más de dos pantallas, teclados y auxiliares- para lograr un mismo fin, un movimiento perfecto, una acción o secuencia tan amplia y armoniosa como la danza cósmica, es equiparable al rigor que implica hacer uso de las extremidades en sincronía con los hemisferios cerebrales para enfrentarse a varios adversarios al unísono.

Cabe mencionar que, en el plano simbólico, el juego es por momentos un camino similar al espiritual. Sin embargo, los símbolos de adoración o encarnación son por lo general de índole violenta. Y lo digo sin prejuicios, sólo que se distancian mucho de lo que en un camino espiritual se buscaría, ya sea la armonía de uno consigo, con su contexto y con el otro, o el no tan simple entendimiento de lo que uno es. Así pues, el gamer visita planetas muy lejanos a la Tierra, se enfrenta a retos crecientemente complicados, descifra signos y metodologías preconcebidos hoy en día por un gran número de mentes brillantes especializadas en las matemáticas, en la mitología, en la física, en la historia y, en ocasiones también, en la magia.

Súper poderes, súper armas, metaposibilidades, ajenas a la cotidianeidad propia del individuo en sociedad, el sentimiento de vacío y de enajenación posterior a una larga jornada, en ocasiones del atardecer hasta más allá del amanecer, promulgan un verdadero reto para conciliar de nueva cuenta la conciencia en el aquí y en el ahora. Y es que digerir la data y el estímulo luego de una larga dosis digamos de Grand Theft Auto no resulta poca cosa, pues la disociación entre el contexto “real” y el de la meta realidad es un proceso que toma tiempo y se sofistica en función de la exposición y la repetición, por lo cual en lo personal me siento discapacitado por ejemplo para manejar, y aún más interactuar, sin querer ejercer en uno y otro momento las capacidades que dejo atrás, en la pantalla, pero que parecieran seguir conmigo.

Este desdoblamiento, sin embargo, se distancia ampliamente de la ensoñación, del camino del nahual, pero al mismo tiempo es similar, ya que un sexto sentido se desarrolla tras la práctica y la exposición continua a una misma historia, un reto por superar, preemitiéndole al gamer anticiparse, denotando una reacción equiparable a cualquier maestro de artes marciales, a los movimientos de sus adversarios con o sin I.A. Y es que dentro de la misma comunidad de gamers que se encuentran a demostrar sus capacidades en línea se miden todas las nacionalidades, edades, sexos, creencias y contextos que uno pudiese imaginar. Si bien hay gamers que practican su devoción bajo el influjo de plantas sagradas y compuestos químicos, el gamer como el practicante espiritual que suele destacarse es el que lograr lo que logra en “plena conciencia”. Es bien sabido que las capacidades de reacción resultan tan fundamentales como la capacidad de ocupar los planos de tiempo y conciencia que cada título exigen, por lo que un tercer plano de presencia o conciencia es casi imposible de conciliar si se pretende tener un desempeño decoroso. Claro que el “despedorreo” es divertido.

Queda mucho por hacer y decir. Pero ahora quisiera escuchar.