Psicología y ecología: sobre la idea de 'anima mundi' de James Hillman

El mundo está entrando en una nueva fase de conciencia: al llamar la atención sobre sí mismo por medio de sus síntomas, puede comenzar a tomar conciencia de sí mismo como realidad psíquica. El mundo es ahora objeto de un enorme sufrimiento y presenta una serie de síntomas graves y llamativos, por medio de los cuales se defiende del colapso.

James Hillman, El pensamiento del corazón

Atendemos a tiempos en los que la vida de las personas establece una relación con el mundo, donde lo importante son los índices del consumidor, las estrategias para que la gente se sienta feliz -ya sea en libros, comerciales, o en la cultura optimista del capitalismo-. Son tiempos en los que abundan los fenómenos de destrucción colectiva derivados del capitalismo salvaje (neoliberalismo), junto con la explotación completa de pueblos, naciones, continentes, el aumento desmedido de la pobreza, el hambre, la miseria, la injusticia, sin mencionar la amenaza inminente de la desaparición de la vida planetaria tal como la conocemos debido al cambio climático. Tiempos en los que el alma pertenece a un discurso metafísico fuera de lugar para la conciencia contemporánea. Se hace presente el augurio de Martin Heidegger sobre el dominio de la técnica sobre el mundo.

En tiempos así emerge con urgencia la necesidad de un recordar, un re-memorar (anamnesis) a propósito de que no sólo nos encontramos en los tiempos de la reificación, sino en la insensibilidad al mundo natural y la belleza del rostro de los fenómenos. Esta insensibilidad frente al mundo también se hace latente por medio de sus síntomas anímicos en las personas –bulimia, anorexia, histeria, psicosis, depresión, adicciones, compulsiones, psicopatías– y desde fuera de las personas con el dolor del mundo, las catástrofes, la miseria, la injusticia y la desaparición de millones de hectáreas y seres sintientes, re-memorándonos la presencia del alma en lo individual y en lo colectivo.

Ante este escenario, James Hillman sostiene una visión ecológica, que sitúa la ecología (oikos: casa) en principios que operan en la psique, individual y colectiva. Hillman sugiere que la visión occidental popular de una realidad psíquica subjetiva y un mundo externo de objetos muertos es una visión limitada y sesgada. Él reintroduce el término anima mundi o "alma del mundo", tal como lo concibieron los platónicos. Hillman señala que el alma del mundo no se encuentra en una esfera trascendente o en una especie de principio de vida unificadora que corre por todo el universo:

imaginemos el alma del mundo como esa particular chispa del alma, esa imagen seminal, que se ofrece a través de cada cosa en su forma visible. Luego, el alma del mundo indica las posibilidades animadas que presenta cada evento tal como es, su presentación sensual como un rostro que refleja su imagen interior; en resumen, su disponibilidad para la imaginación, su presencia como una realidad psíquica. 

Ver el mundo animado, viviente con alma, es una posibilidad de visión que nos brinda a su vez el alma del mundo. Por medio de una psicología que encuentra cómo se está siempre en relación a la ecología, es una mirada diferente a la moderna y tradicional, en la cual los fenómenos que acosan a nuestro planeta son tomados como amenazas, en principio al hombre y luego a la naturaleza. Bajo la perspectiva de una psicología ecológica se toma la unidad hombre-naturaleza y alma del mundo (la que muestra ese dolor que padece nuestro planeta) no sólo en un sentido físico (physis), sino que abarca el alma del ser humano y del mundo, de tal manera que, por ejemplo, la depresión no es sólo depresión en la banca, sino también en las personas.

Hillman rescata y muestra el anima mundi desde la psicología arquetipal y desde una visión crítica y alternativa que también ha estado presente en las cosmologías de los pueblos nativos americanos, desde el norte hasta el sur, y hoy en día encarnaría una visión rememorativa de la Psyché (alma) para Occidente, con una teoría de conocimiento, o mejor, un conocimiento imaginal (basado en Platón y los filósofos neoplatónicos, pensadores del renacimiento, románticos) que tienda hacia la poiesis y considere el anima mundi en todo lo que concierne al dolor del mundo y a la ecología. 

La ecología social mitopoética de Hillman basa su potencial en el conocimiento y aprendizaje imaginario humano, una idea que desarrolló a través de su interpretación de las traducciones y exposiciones de Henri Corbin de Ibn Arabi, el místico sufí. Hillman aboga porque el alma o anima mundi se expresa mitopoética e imaginalmente:

Lo más importante es que la depresión es un afecto endémico colectivo y lo sentimos y pensamos que está en nuestro cerebro. En mi familia, en mi matrimonio, en mi trabajo, en mi economía… Hemos colocado todo esto dentro de un "yo".

En cambio, si hay un anima mundi, si hay un "alma del mundo" de la que todos somos parte, entonces lo que sucede en el anima externa también me sucede a mí y siento la extinción de las plantas, de los animales, de la cultura, las lenguas, los trajes, los comercios, los cuentos. Todos están desapareciendo. No es de extrañar que mi anima experimente una sensación de pérdida, soledad, aislamiento, pena, nostalgia y tristeza: es un reflejo en mí de una condición real, la realidad de lo que está sucediendo en el mundo. La destrucción ecológica es el alma del mundo que clama ser atendida; la depresión, tristeza en mí, es el síntoma en el individuo del dolor del mundo.

Para Hillman no es que proyectemos psicológicamente nuestra vida psíquica interna sobre los objetos, sino que los objetos contienen en sí mismos su propia expresión que nos obliga y aviva la imaginación. Las imágenes que se expresan vivamente en nuestro interior son una correlación con el mundo exterior. La imaginación nos conecta al mundo. Por medio de ella nos sentimos aliviados, sorprendidos o afectados, horrorizados, asqueados etc. No sólo cuando una cosa es bella nos atrae, sino que "el alma de la cosa corresponde o se une con la nuestra". Hillman defiende una sensibilidad estética hacia el mundo, sensibilidad que puede ver nuestro corazón, la cámara secreta que ve otro orden del mundo:

el alma del mundo no se percibe si el órgano de esta percepción permanece inconsciente al ser concebido sólo como una bomba física o una cámara personal de sentimientos.

Si este órgano es el corazón que se expresa en la imaginación es a través de la sensibilidad estética, una capacidad de ver que cada fenómeno es un rostro. Por ejemplo, cuando estamos frente a un río, estamos en presencia de su fuerza, su potencia, su voz; el río no es lo que me represento de él: tiene voz, tiene vida, tiene alma. Con los ojos de la imaginación se presencia el alma viva del mundo, lo que el pensamiento racional ha llamado "animismo" a propósito de los pueblos mesoamericanos. Con la imaginación creativa se percibe la atmósfera ontológica viva y animada del alma del mundo.

REFERENCIAS

Hillman, J. (2017). El pensamiento del corazón & Anima Mundi: el retorno del alma al mundo. Traducción y edición revisadas de Fernando Borrajo. Vilaür: Ediciones Atalanta.

Hillman, J. (1995). A Psyche The Size of Earth. Recuperado de: http://www.psichenatura.it/fileadmin/img/J._Hillman_A_Psyche_the_Size_of_the_Earth.pdf

Eco-bouddhisme ou Eco Dharma, c’est quoi le rapport avec l’écologie? Recuperado de: https://www.ecobuddhism.org/ecodharma/


Del mismo autor en Pijama Surf: ¿El carácter del hombre es su destino? Sobre la idea del daimon en Platón, Heráclito y James Hillman

Imagen de portada: El alma del mundo (anima mundi) y la escala de las jerarquías del cosmos. Ilustración de Robert Fludd (1617; detalle)

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