Hace unos meses, una periodista de la BBC que elaboró un reportaje sobre la generación Z escribió algunas frases un tanto llamativas al respecto:
Los miembros de la Gen Z de todo el mundo tienen muchos más recursos para averiguar quiénes son, incluyendo aplicaciones de redes sociales como TikTok, en las que terapeutas discuten consejos para tener formas saludables de apego y relaciones.
Aunque existen muchas personas que tienen una visión más crítica sobre los efectos de la tecnología, la perspectiva de esta periodista en realidad expresa la premisa que rige nuestra sociedad. La idea de que tener más información y más opciones es siempre mejor. En parte esto fue lo que permitió que Internet se expandiera sin regulaciones.
Al mismo tiempo, una opinión en esos términos da cuenta de otra situación fundamental: la crisis en la autoridad o la pérdida de respeto en las autoridades tradicionales, desde los textos religiosos hasta las grandes obras de la literatura o los expertos en otros campos que no sean la ciencia y la economía. Ya que no existe una figura de autoridad reconocida, porque se piensa que no existe una verdad más allá de la experiencia personal o de la opinión, hay una permisividad educativa y a nadie le parece demasiado grave estar educándose en TikTok o en YouTube. Conocerse a sí mismo es simplemente buscar nuevas experiencias y acumular más información, particularmente de gente exitosa, que muestra su saber a través de su apariencia: los llamados influencers.
El problema es más profundo que TikTok, pero TikTok es el epítome de este nuevo paradigma. Como señala un exempleado de Google, Tristan Harris, las redes sociales, particularmente el algoritmo de TikTok, fueron nuestro primer contacto con lo que podemos llamar inteligencia artificial. Una inteligencia artificial relativamente sencilla, dedicada a distribuir contenido en tiempo real que maximice la posibilidad de que cada usuario tenga mayor interacción y se quede haciendo scroll.
El paradigma de nuestra era es el de una economía de la atención que se dedica a maximizar todo para que nos mantengamos en ese estado de interés dopamínico, en el cual seguimos mecánicamente moviendo el cursor hacia abajo (acaso simbólicamente, también, yendo a una especie de inframundo mental, en el que los espectros están hechos de una síntesis de nuestros propios deseos). Este paradigma de maximizar el engagement se expande a todos los rubros de la vida moderna, que se deben acoplar a la vida de las redes sociales.
Nietzsche escribió un texto llamado Schopenhauer como educador. En nuestra época nihilista pocos gozamos realmente de dedicarle la atención completa a un educador como Schopenhauer, o a cualquier otro filósofo de ese mismo nivel. Nosotros tenemos a TikTok como educador y quizá esto sólo sea el principio de una oscura espiral descendente hacia el abismo nihilista del infotainment y la economía de la atención unidas a la inteligencia artificial, optimizada esta para servirnos golosinas mentales cada vez más dulces y adictivas.