El cambio es inherente a la vida y, aunque suene paradójico, lo verdaderamente incomprensible es la resistencia que a veces podemos tener a ello. Sin embargo, sucede. En general parece que estamos habituados a querer la permanencia, a buscar que las cosas se mantengan como están, a que nada cambie. Pero al mismo tiempo otra fuerza se agita en nuestro interior, un impulso que nos dice al oído que no es cierto que las cosas están bien, que es necesario hacer algo al respecto, que en realidad queremos otra cosa.
¿Cómo salir de esa encrucijada? Lo más sencillo sería responder que haciendo caso a esa segunda voz, atendiendo a lo que deseas de verdad y haciendo lo necesario para materializarlo. Sólo que transitar ese camino tiene sus propias complicaciones. Según Jacques Lacan, de principio el sujeto no sabe qué desea porque aprendió a desear lo que cree que otros desean. Por ejemplo, (el que cree que es) el deseo de su madre, o el de su padre.
De cualquier modo, la única forma de descubrir ese deseo es poniéndose en marcha, moviéndose, probando alternativas, yendo al encuentro de eso que sabemos que deseamos pero fingimos saber que no lo sabemos.
A continuación compartimos tres preguntas elementales que no por dicha cualidad son menos reveladoras de nuestro propio deseo y lo que estamos dispuestos a hacer para volverlo realidad.
¿De verdad quieres hacer lo que dices que quieres hacer?
Para nadie es un secreto que muchos proponemos más de lo que hacemos. Decimos que, por ejemplo, queremos tener un negocio propio, estudiar algo en específico o cambiar de trabajo, pero en los hechos no hacemos nada por concretar dicho supuesto anhelo.
Sé sincero/a contigo mismo: ¿De verdad quieres hacer eso que dices que quieres hacer? ¿Realmente tienes la voluntad necesaria para acometerlo y realizarlo? ¿Estás dispuesto a sobrellevar sus implicaciones y consecuencias? Si la respuesta es sí, adelante. En caso contrario, lo único que podemos ofrecerte al respecto es un recordatorio de que fantasear puede ser altamente frustrante, y en la práctica puede ser que sólo te esté alejando de lo que quieres.
¿Ese cambio que intentas hacer te llevará a un mejor lugar?
Los cambios son difíciles, duros y puede ser que, una vez emprendidos, al inicio parezcan más un retroceso que un avance. Sin embargo, si al pensar en él y al planearlo tienes la certeza de que es una mejora con respecto a lo que eres y dónde te encuentras en este momento, no dudes en persistir.
¿Puedes realizar lo que planeaste –e improvisar en el camino?
Después del paraíso de la planeación se encuentra el “desierto de lo real”, por usar la expresión de The Matrix. La realidad es ardua y por ello mismo el ser humano ha pasado siglos y siglos transformándola a favor suyo, como individuo y como especie.
Si ya sabes qué quieres, si sabes que ese cambio con el que sueñas significa una mejora en tu vida, lo siguiente es preguntarte si se trata de algo realizable en el marco de tu existencia. Piensa, como se dice, con los pies en la tierra, lo cual quiere decir que pienses en tu propio potencial, tus recursos personales, tus vínculos con los demás, y quizá algunas otras cosas que al tiempo te harán ver que implementar y sostener un cambio puede ser un poco más fácil de lo que creerías en un principio, pues en muchos casos lo arduo del desafío convive con la sorpresa del hallazgo, esto es, al mismo tiempo que te enfrentas con algo nuevo descubres un recurso tuyo que no conocías –lo cual, a su vez, podría abrirte la vasta puerta de la improvisación, darte de cuenta de que sabías, pero no sabías que sabías.
¿Qué te parece? ¿Qué otras cosas has hecho tú para vencer el miedo con que a veces encaramos los cambios de la vida? No dudes en dejarnos tu opinión en la sección de comentarios de esta nota o a través de nuestros perfiles en redes sociales.
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Imagen de portada: Office in a Small City, Edward Hopper (1953)