En un principio la ciencia y la religión estaban unidas a través de la filosofía natural. Pero en la actualidad la ciencia considera que todo lo que evoca la religión debe ser rehuido, como si la divinidad se contaminara de los actos de los hombres que supuestamente se hacen en nombre de Dios. Esto a veces hace que el progreso científico llegue a conceptos muy similares a los que el misticismo y la teología enarbolaban en un principio pero siempre, claro está, usando otros nombres, con un discurso cauteloso, cauterizado de dioses.
Un ejemplo de esto es el enormemente cargado término "información", el cual se usa para explicar el fundamento mismo de la realidad, especie de causa primera supraesencial. El modelo que emerge del paradigma actual es que la información es omnipresente y todas las cosas que vemos no son más que las manifestaciones de esta realidad última e indestructible. En los últimos años, quizás por la influencia de la tecnología de la información que domina nuestra era, el paradigma se ha movido de una realidad que puede explicarse solamente a través de materia y energía, para colocar a la información en el centro más profundo de la ecuación. La información es de hecho casi exactamente lo mismo que lo que el pensamiento humano ha llamado por siglos "espíritu". El espíritu, por supuesto, no es más que un aspecto de la unidad divina que se manifiesta en el mundo de la multiplicidad, pero que en ese intervalo mantiene su identidad con lo divino en esencia, si bien en apariencia puede parecer distinto (algún místico habría dicho: todo es espíritu; hoy decimos: todo es información).
Una de las teorías más discutidas en la física moderna es el principio holográfico de Juan Maldacena y otros físicos. Esta teoría a grandes rasgos sostiene que el universo 3D en el que creemos vivir es el desdoblamiento de un universo 2D que contiene codificada la información que se despliega como la realidad que experimentamos, de la misma forma que una película holográfica 2D despliega una imagen 3D. De tal manera que se ha especulado que nuestro universo podría ser una especie de proyección holográfica que se genera en la superficie de un agujero negro. Y de hecho, algunos físicos buscan el límite de nuestro universo en el que la realidad --compuesta de información-- llega a pixelarse.
Una teoría reciente parece indicar que de hecho el tiempo, que creemos que es un flujo continuo, en realidad es una cristalización de momentos discretos --percibimos la continuidad de la misma manera que cuando vemos una película compuesta de cuadros fijos, los cuales nuestra mente ilusoriamente percibe como imágenes en movimiento. El tiempo, como creía Platón, parece ser una proyección de la eternidad o de un código informático sub specie aeternitatis. De la misma manera, algunos físicos creen que en nuestro universo sólo las matemáticas son reales, lo único que existe verdaderamente es el número (la información original) y sus ecuaciones, de las cuales se despliega todo lo que vemos. Escribe el físico Max Tegmark:
El tiempo-espacio es puramente una estructura matemática en el sentido en el que no tiene propiedades que no sean propiedades matemáticas, por ejemplo el número 4, su número de dimensiones. En mi libro Our Mathematical Universe, argumento que no sólo el tiempo-espacio sino toda nuestra realidad externa física es una estructura matemática, lo que por definición es una entidad abstracta inmutable existiendo fuera del tiempo-espacio.
El doctor Stuart Hammeroff, quien, junto con Roger Penrose, ha desarrollado una teoría de la conciencia como el aspecto fundamental de la naturaleza, considera que el vacío en realidad es una plétora de información: "Si bajamos en la escala del vacío, eventualmente llegamos al "nivel fundamental" de la geometría del tiempo-espacio. Aquí encontramos información --un patrón-- la "escala planck" que ha estado desde el Big Bang".
Aunque para algunos físicos mainstream lo que dice el físico Nassim Haramein no es más que pseudociencia new age, de cualquier forma sus ideas --más allá de que encuentren una comprobación científica o no-- son filosóficamente interesantes (o al menos estimulantes desde una perspectiva de ciencia ficción, bajo el entendido de que lo que hoy imaginamos mañana tal vez será realidad). En su artículo "Quantum Gravity and the Holographic Mass" dice: "Dentro de cada protón, dentro de cada partícula subatómica en el núcleo de los átomos, yace toda la energía y toda la información de todos los otros átomos del universo". En su plataforma Resonance Project, publica: "Todo emerge de y retorna a un campo fundamental de información que nos conecta a todos". La información toma el lugar de lo que en las diversas tradiciones religiosas esotérica era el retorno a la fuente divina ("el vuelo del solo al Solo", según Plotino). Esto aunque esté plagado de misticismo para algunos, no está tan lejos de la realidad que la física describe. Por ejemplo, la noción recientemente mantenida de que la propiedad esencial del universo, incluso más fundamental que el tiempo-espacio, es el entrelazamiento cuántico (no sólo estamos hechos de polvo de estrellas, ese polvo de estrellas está conectado instantáneamente entre sí para siempre, más allá de toda distancia).
En un tenor similar a Haramein e igualmente siguiendo las ideas de David Bohm y la totalidad implicada, el científico y pianista Ervin László sugiere que el espacio mismo es memoria, una memoria holográfica o akásica: una biblioteca etérea en la cual cada punto en el espacio contiene todo los espacios posibles (todos los volúmenes en una sola página en blanco):
En la última concepción de la física el universo no está constituido de materia y espacio, está constituido de energía e información. La energía existe en forma de patrones de onda y propagaciones de onda en el vacío cuántico que forma el espacio; en sus varias manifestaciones, la energía es el hardware del universo; el software es la información.
Las ondas cuánticas (ondas que se propagan en el dominio de la energía virtual casi infinita que llena el espacio cósmico) se mueven instantáneamente sobre cualquier distancia. Estos tipos de patrones de interferencia constituyen hologramas cuánticos, los cuales están entrelazados –están conectados instantáneamente. Como resultado, la información de un holograma cuántico puede ser transferida a cualquier otro holograma cuántico. De esta forma un sistema que puede leer la información de un holograma tiene acceso a la información que contienen todos los hologramas.
Para contrastar con esta veta de misticismo dentro de la ciencia, el ateo más famoso del mundo, Richard Dawkins:
Lo que yace en el corazón de cada ser vivo no es el fuego, ni el calor del aliento, o la "flama de la vida". Es información, palabras, instrucciones... Si quieres entender la vida, no pienses en vibrantes y pulsantes membranas y gels, piensa en tecnología informática.
Una clara transustanciación del espíritu a la información. Marshall McLuhan, el brillante teórico de la comunicación que era también un hombre sumamente religioso, lo había notado con preocupación. En una carta a Jacques Maritain, McLuhan dice:
Los ambientes de información eléctrica siendo totalmente etéreos fomentan la ilusión del mundo como una sustancia espiritual. Es ya un facsímil del cuerpo místico, una manifestación descollante del Anticristo. Después de todo el Príncipe de este mundo es un gran ingeniero eléctrico.
James Gleick escribe en su libro The Information:
Todo el universo es visto entonces como una computadora --una máquina cósmica procesadora de información... Cuando los fotones y los electrones y otras partículas interactúan, ¿qué es lo que en realidad están haciendo? Intercambiando bits, transmitiendo estados cuánticos, procesando información.
Davis, en su genial libro Techgnosis, advierte que la tecnología está sustituyendo a la magia y que nuestra sed espiritual está siendo saciada por y canalizada hacia la tecnología de la información que produce simulacros o sucedáneos de los ambientes inmateriales asociados con los mundos espirituales. Ante nuestra incredulidad de lo espiritual --síntoma del materialismo científico actual-- queda sólo la virtualidad, un dejo de un instinto natural --y la ciencia nos diría primitivo y obsoleto-- en el ser humano. Dudamos de la existencia de Dios, pero creemos que lo podremos simular. Dice el transhumanista David Pearce, autor del Hedonistic Imperative:
Si queremos vivir en el paraíso, debemos ingeniarlo nosotros mismo. Si queremos la vida eterna, debemos reescribir nuestro propio código genético repleto de bugs, y hacernos como dioses. "Que todos los seres sintientes sean liberados del sufrimiento", dijo Gautama Buda. Es un sentimiento maravilloso. Lamentablemente, sólo soluciones de alta tecnología pueden erradicar el sufrimiento del mundo. Solamente la compasión no es suficiente.
Pearce expresa perfectamente el zeitgeist en la vanguardia de nuestra cultura: el poder, la inteligencia y los bienes materiales son más importantes que la bondad, la honestidad y la belleza. No queremos servir a la naturaleza, queremos ser los amos del mundo. Ante una ambición tecnológica mucho más precaria, McLuhan ya había percibido un viso de Lucifer.