En algún lugar de su obra, Michel Foucault señala que hubo un momento en que la sexualidad se cruzó con el territorio de la técnica y, a partir de entonces, se convirtió en un saber y una ejecución que pretende seguir las normas de aquélla en un sentido capitalista, como si la sexualidad fuera también un asunto de efectividad, uso inteligente de recursos, consecución de metas, progreso y otras circunstancias asociadas a un buen performance.
Si a esto añadimos la manera en que la cultura heteropatriarcal considera a la sexualidad, entonces tenemos que buena parte de dicha exigencia técnica recae en los hombres, quienes en cierta forma están obligados a saber todo lo relacionado con el sexo y la satisfacción de una mujer, como si se tratara de máquinas siguiendo el protocolo que garantiza los mejores resultados.
Ejemplos de dichas posturas son los manuales que de cuando en cuando surgen para enseñar al hombre cómo comportarse sexualmente, en todas las etapas del vínculo erótico. Uno de los más extravagantes es este manual que se publicó en Japón en la década de 1960 y que sin duda, como algunas otras expresiones de la cultura japonesa en relación con la sexualidad, tiene un grado de rareza que lo vuelve vagamente espeluznante.
La guía enseña desde cómo tomar de la mano a una mujer con quien recién se inició una relación hasta cómo acariciar los senos femeninos o cómo realizar la penetración dependiendo de la postura adoptada.
¿Útil? Tal vez. Aunque quizá no tanto como llegar al conocimiento de que mucho del erotismo y la sexualidad están relacionados con la intuición, con la capacidad de escucharse a sí mismo y reconocer al otro como alguien distinto.