Si estás en contra de las drogas, debes apoyar más que nunca la legalización de la cannabis

En una reciente entrevista con Vice el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se refirió a uno de los asuntos más urgentes para los jóvenes occidentales, la legalización del consumo de cannabis y su paulatina descriminalización. Como buen político, Obama abordó el tema afirmando que "legalizar no implica fomentar" el consumo, además de considerar un cambio de paradigma judicial donde las comunidades vulnerables (especialmente las de color) no enfrenten penas de prisión tan largas (y costosas para el Estado) por crímenes relativamente menores, como el hecho de fumarse un porro.

Y es que la gradual legalización del consumo de cannabis en más y más estados de la Unión Americana es un ejemplo invaluable para el resto de las jurisdicciones acerca de los retos potenciales y de los patentes beneficios: desde 2011 hasta 2014, el tráfico de marihuana se redujo 24%.

Expertos en narcotráfico como Roberto Saviano y Edgardo Buscaglia ven en estas cifras una prueba contundente de que la legalización en Colorado y Washington está rindiendo frutos, y no sólo en términos de una reducción de la violencia y los arrestos como resultado del decomiso de marihuana ilegal: la recaudación fiscal por concepto de venta de cannabis alcanzó una cifra histórica de más de 800 millones de dólares, de los cuales el gobierno de Colorado probablemente deba devolver algo a la comunidad.

En palabras de Obama, "es posible que veamos progresos por el lado de la descriminalización", pero depende de que "suficientes estados" adopten la medida. "Sólo entonces el Congreso podría reclasificar la marihuana". A principios de este mes, tres senadores estadounidenses introdujeron una propuesta de ley para reclasificar la marihuana de droga Tipo I (alto potencial de abuso sin valor médico) a Tipo II (bajo potencial de abuso y beneficios médicos reconocidos).

Hasta el momento 19 estados de EE.UU. han descriminalizado la posesión de pequeñas cantidades de marihuana para uso personal, 23 para fines médicos y cuatro estados han legalizado su uso recreativo. Como en el caso de Uruguay (donde hay mucho que se puede aprender, incluso antes de que la marihuana sea de libre acceso), la disponibilidad de la sustancia no implica una permisividad mayor del gobierno; algunos críticos piensan que de hecho el gobierno está demasiado involucrado, al grado de vigilar y llevar un registro puntual de los consumidores.

Roberto Saviano ha escrito que "después de tantos debates ideológicos se tiene la prueba de que la legalización es un instrumento real de respuesta contra el narco-capitalismo. En Colorado y en Washington existen distintas restricciones: la marihuana puede comprarse si se es mayor de 21 años, se puede tener posesión de hasta poco más de 28g, está prohibido consumirla públicamente (como el alcohol) y está prohibido conducir bajo sus efectos (suspensión de registro por 1 año y detención si se reincide)". Se espera que California adopte la legalización de la cannabis en 2016, con lo que, según los expertos, otras jurisdicciones de EE.UU. adoptarían la medida.

La descriminalización de la cannabis no es sólo una cuestión moral, sino una respuesta social a un problema fundamentalmente económico: la oferta y demanda, que en su conjunto es mucho menos dañina que el alcohol o el tabaco (pensando en gastos médicos cubiertos por el Estado por concepto de accidentes o tratamientos de rehabilitación), y que incluso tiene un potencial médico que vale la pena desarrollar.

¿A quién conviene la prohibición?

La existencia de un mercado ilegal conviene no sólo al crimen organizado sino a las autoridades que administran elevados presupuestos de seguridad, prevención y proceso judicial a causa de los delitos asociados con el narcotráfico. En un mundo feliz donde la corrupción a todos los niveles no impulsara leyes absurdas que infantilizan a la población, un argumento racional por parte de los antilegacionistas sería el aumento del mercado de consumidores (como dice Obama, "fomento del consumo"), los accidentes viales o el aumento de la criminalidad.

En la experiencia real de la legalización en EE.UU., la experiencia ha mostrado lo contrario. En Denver la tasa de delitos incluso ha bajado 4%. Colorado solía emplear unos 40 millones de dólares anuales combatiendo el narcotráfico y procesando traficantes, y desde la legalización del consumo su recaudación fiscal alcanzará un tope histórico de 175 millones de dólares, de los cuales reembolsaría hasta 30 millones en excedentes fiscales. Como dice Saviano, "el dinero que terminaba en el bolsillo de los narcos mexicanos y de los bancos cómplices, ahora está a disposición del Estado. Esos ingresos fiscales convencieron a otros estados a iniciar el proceso de la legalización: Alaska, Oregón, Florida y Washington D. C. están por decidir".

Por si fuera poco, la legalización en EE.UU. es benéfica para México porque detiene el flujo de "capital criminal" que vuelve al país en forma de armas y corrupción: las remesas no son lo único que alimenta el sistema financiero mexicano sino que el dinero de la venta de drogas regresa a México para corromper autoridades y políticos, además de para mantener el flujo de cannabis a todo lo largo de la cadena productiva. Enfrentar el narcotráfico desde una perspectiva económica y no moral --es decir, en una lógica francamente neoliberal, como se abordan tantas otras cosas en este país-- cortaría de tajo los debates ideológicos acerca de un mercado que existe y seguirá existiendo a pesar de tales debates.

Lo que se legaliza no son las plantas, sino el mercado que existe y opera de cualquier forma. La diferencia está en el costo social que los Estados siguen pagando a costa de los ciudadanos cada año: sólo en EE.UU., se encuentra 25% de la población presidiaria del mundo, compuesta en su mayoría por delitos asociados a las drogas y de poblaciones negra y latina primordialmente. El componente racial de la guerra contra el narcotráfico ha sido abordado por Noam Chomsky en diferentes ocasiones. Se trata de una cuestión estadística: Latinoamérica no sólo exporta mano de obra barata a EE.UU. a cambio de flacos beneficios económicos, sino que alimenta la máquina judicial que sigue criminalizando la pobreza y la diferencia racial.

Obama cree que los jóvenes deberían interesarse en otros problemas además de la cannabis, "como la economía, el cambio climático, el empleo, la guerra y la paz"; pero si los jóvenes en EE.UU. y Latinoamérica no impulsamos una agenda de legalización, heredaremos no sólo los prejuicios morales de las legislaciones precedentes sino también el círculo vicioso del mercado negro y sus atroces consecuencias sociales y económicas. En palabras de Saviano, el prohibicionismo es el mayor aliado de los capos y los narcos, por lo que "es el momento de promover la legalización como batalla de legalidad y combate contra la economía criminal, y sacarlo del debate moral, aunque este también sea necesario. Precisamente quien está contra todo tipo de droga debe apoyar la legalización".

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