En una ocasión, en Texas, me descolgué de la heroína con ayuda de la yerba, una pinta de elixir paregórico y unos cuantos discos de Louis Armstrong.
William Burroughs, Yonqui
David Nutt y Robin Carhart-Harris son dos viejos conocidos en la lucha por investigar la eficacia de los psicodélicos en distintos padecimientos, desde la cura para las adicciones hasta la depresión. El próximo año, luego de superar algunas paradojas legales, una docena de pacientes con depresión clínica entrarán a un programa experimental en el Reino Unido para ser tratados con psilocibina, el ingrediente activo de los hongos alucinógenos, todo en condiciones clínicas.
La investigación de la psilocibina, el peyote, la cannabis y el LSD con fines medicinales tuvo su auge a finales de la década de los 40 y hasta finales de los 60. Se estima que, sólo en la década de los 60, unos 40 mil voluntarios tomaron LSD para nutrir mil investigaciones académicas. De pronto, con la persecución macartista y la presión estadounidense (que echó a andar el origen de la fallida "guerra contra las drogas", cuyos efectos seguimos sintiendo en nuestros días), las investigaciones se detuvieron súbitamente. Hasta ahora.
Nutt fue jefe del Consejo contra las Adicciones del Reino Unido, pero fue depuesto en 2009 por afirmar que andar a caballo era más peligroso que tomar MDMA, y se ha convertido desde entonces en un férreo abogado por el uso clínico de los alucinógenos. Los argumentos contra este tipo de drogas que pueblan las campañas de criminalización de los usuarios en virtualmente todos los gobiernos del mundo, fueron "incuestionablemente una de las piezas más efectivas de desinformación en la historia de la humanidad".
Según él, estas campañas "llevaron a creer a mucha gente que estas drogas eran más peligrosas de lo que son. No son drogas triviales, pero en comparación con drogas que matan a miles de personas al año, como el alcohol, el tabaco y la heroína, tienen un registro muy seguro, y hasta donde sabemos nadie ha muerto".
Para Carhart-Harris, el problema para estudiar los efectos del LSD y otros alucinógenos para aliviar la depresión crónica (la verdadera epidemia del temprano siglo XXI) es que las sustancias están catalogadas como "cláusula 1" desde 1971 por una comisión antinarcóticos de las Naciones Unidas. La "cláusula 1" implica que se trata de sustancias peligrosas sin relevancia médica.
Carhart-Harris describe la paradoja: "Es difícil estudiar el LSD y la psilocibina para ver si tienen usos medicinales porque son 'cláusula 1'. Y sólo están clasificados como cláusula 1 porque se supone que no tienen uso médico".
Pero este año se publicaron dos estudios que involucran el uso de LSD, uno el estudio conformado por la dupla Nutt/Carhart-Harris y otro por un equipo suizo que utiliza la sustancia para tratar la ansiedad en pacientes con cáncer terminal. A causa de los altos costos para obtener los permisos el equipo inglés trabaja con la Fundación Beckley, una organización de caridad fundada por la aristócrata Amanda Feilding, una entusiasta del LSD.
¿Pero es posible que estas sustancias ayuden a curar la depresión? Veamos los casos particulares.
LSD (dietilamida de ácido lisérgico)
Sintetizada por primera vez en 1938 por el médico suizo Albert Hoffman, el LSD fue muy investigado en tratamientos psicoterapéuticos durante los 60, antes de la explosión del jipismo y la represión gubernamental a gran escala. Carhart-Harris dice que la investigación académica en aquellos días no tenía grupos de control, y los resultados no eran presentados con objetivos claramente terapéuticos.
Pero la revisión de la literatura médica de cuando aún se podía investigar el LSD demuestra que su eficiencia clínica para tratar el alcoholismo parece muy prometedora. Aunque la mecánica neurológica del LSD no se conoce a profundidad, los cerebros de quienes han tomado LSD --vistos a través de resonancia electromagnética-- muestran conexiones entre zonas del cerebro que generalmente no entran en contacto. Este estado ha sido descrito por los investigadores como "desorganizado", pero el doctor Carhart-Harris cree que el efecto del LSD podría "flexibilizar" en pocas horas las estructuras que el cerebro ha tardado años en fijar; en otras palabras, un "viaje" de LSD podría romper ciclos de adicción y depresión a los que el cerebro se encuentra acostumbrado.
Para el doctor Nutt, los efectos secundarios raramente se presentan en forma de flashbacks, pero algunos pacientes con antecedentes de padecimientos mentales podrían ver sus síntomas incrementados.
Cannabis
Se trata de una de las sustancias medicinales más antiguas de la humanidad. La historia de sus beneficios incluye tratamientos para el asma, desórdenes del sueño, depresión, pérdida del apetito, asma e impotencia sexual. El THC y el CBD, sustancias que componen el coctel psicoactivo, han sido utilizadas en algunos medicamentos desde 2011, cuando se aprobó el spray Sativez para tratamiento de esclerosis múltiple; sus beneficios incluyen mejorar el sueño y reducir los espasmos.
Investigaciones en los 70 y 80 demostraron que la cannabis ayudaba a aliviar las náuseas en pacientes con cáncer sometidos a quimioterapia, y en los 90 se probó que podía ser de ayuda para prevenir la anorexia en pacientes con VIH.
Es una de las drogas recreativas de uso más extendido en el mundo, pero su uso médico se legalizó primeramente en Holanda hace 25 años y el año pasado en Colorado y Washington, Estados Unidos, se descriminalizó. Sin embargo, a causa del mercado negro, los investigadores creen que la cannabis que los usuarios compran en la calle es más alta en THC (que produce mayor ansiedad) y baja en CBD (que modera la ansiedad), debido a la falta de regulación apropiada.
Hongos mágicos
El compuesto alucinógeno en los hongos es la psilocibina. Carhart-Harris ha demostrado recientemente que la psilocibina es capaz de atacar la corteza prefrontal, una zona del cerebro hiperactiva en casos de depresión (ligada a la introspección y el pensamiento obsesivo). Gracias a este estudio, el Imperial College obtuvo una beca y permiso legal para estudiar la psilocibina en pacientes con depresión, cuyas pruebas comenzarán el próximo año.
Pero la psilocibina también podría ayudar en el tratamiento de otras adicciones. Un estudio de la Fundación Beckley y la Johns Hopkins University administró entre dos y tres dosis de psilocibina a 15 voluntarios que querían dejar de fumar. 12 de ellos no habían fumado luego de 6 meses --una tasa de éxito de 80%, comparada con el 35% de otros métodos. En la escala de riesgos Lancet publicada en 2010 (que evalúa el riesgo potencial de 20 tipos de drogas comunes) los hongos alucinógenos estuvieron en último lugar.
MDMA (éxtasis)
Sintetizada por primera vez a principios del siglo XX, el MDMA fue utilizado con éxito durante los 70 en psicoterapia, pero su uso recreativo en la cultura raver de los años 80 y 90 extendió su mala fama. Funciona incrementando la actividad de tres tipos de neurotransmisores: serotonina, dopamina y noradrenalina, lo que genera sentimientos de euforia, empatía y afecto.
Utilizada clínicamente, ha tenido efectos prometedores para tratar a pacientes con estrés postraumático en veteranos de guerra, cuando se conjuga con terapia psicoterapéutica. El MDMA permite que los pacientes se permitan revivir sus experiencias traumáticas desde una perspectiva "distanciada", lo que ayuda a procesarlas mejor psicológicamente. Para el doctor Nutt, el MDMA también podría ser benéfico para ayudar a aliviar el miedo a la muerte en pacientes con esperanza de vida limitada, además de la terapia de pareja, la enfermedad de Parkinson y otros padecimientos.
Por el lado de los riesgos, Nutt adiverte que la evidencia en animales sugiere que el uso extendido de MDMA puede dañar el cerebro de las ratas, pero no existe una investigación similar en humanos. Entre 1997 y 2012 se han ligado 577 muertes al uso del MDMA solamente en Reino Unido, sobre todo por ataques cardíacos.
Con información de AlterNet.