Reencarnar es siempre ser uno mismo: conversación con Ian Stevenson

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La rueda del Samsara, literalmente "el vagabundeo del sufrimiento"[/caption]

Aún no nos es posible saber si hay vida después de la muerte, pero según el doctor Ian Stevenson, autor de Old Souls: The Scientific Evidence for Past Lives (de quien hemos hablado en otras ocasiones en Pijama Surf) sí que hay vida después de la vida. Y es que Stevenson, de 80 años de edad, a pesar de ser director del Departamento de Estudios de la Personalidad de la Universidad de Virginia, aún genera mucha controversia dentro de la comunidad psiquiátrica debido a su rigor científico.

La investigación del doctor Stevenson lo ha llevado a viajar a Líbano, la India y muchos otros países para analizar más de 3 mil casos de supuestas reencarnaciones, como la de Suzanne, una mujer de 25 años de Beirut; a los dos años, Suzanne recordaba el nombre de 13 mujeres de su antigua familia, e incluso partes de la elegía dictada en su funeral. Lo que hace de Stevenson un caso interesante no es que tome por ciertos los testimonios de los "reencarnados", sino que busque evidencias de sus vidas pasadas --y de sus familiares vivos-- en el presente.

El interés de Stevenson en la ciencia de la reencarnación (o resonancia mórfica) no parte de atribuciones metafísicas ni del miedo a la muerte, sino de una teoría alternativa a los problemas de personalidad. La genética y los factores ambientales conforman quiénes somos pero, según Stevenson, "son las vidas pasadas las que podrían aportar un tercer factor que podría llenar algunos huecos en lo que sabemos."

Un caso sumamente interesante es el de una pareja de gemelos en Sri Lanka. Los gemelos no se parecían demasiado, y uno de ellos hablaba acerca de una vida previa como insurgente en una revolución, además de recordar haber sido asesinado por la policía en abril de 1971. Su familia no le creyó. Sin embargo, el otro gemelo también recordaba su vida pasada: recordaba, por ejemplo, haber vivido en un lugar llamado Balapitiya y viajado en tren para ir a la escuela en un pueblo llamado Ambalangoda. A pesar del escepticismo de su familia, el segundo gemelo hizo comparaciones entre la familia, se refirió a una tía suya por su nombre e incluso recordó lo que le gustaba comer. Stevenson cuenta que cuando las dos familias se conocieron, el chico señaló unas marcas en la pared que resultaron ser el nombre de un hijo muerto; el niño afirmaba que las hizo cuando el cemento estaba aún húmedo, pero nadie de la familia (de su vida pasada) lo había notado hasta entonces.

En entrevista con Tom Schroder, editor del Washington Post, Stevenson es confrontado con la pregunta de por qué su investigación se realiza en culturas que histórica y culturalmente creen en la reencarnación, como los hindús. Para Stevenson, el fenómeno de recordar vidas pasadas se da sobre todo en la infancia, y los prejuicios culturales son tan fuertes en la India como en Estados Unidos. Incluso en la India, donde las religiones mayoritarias reivindican las vidas pasadas como un dogma de fe, un niño que diera pruebas fehacientes de haber reencarnado podría ser tildado de snob: por ejemplo, "él podría decir 'Yo era, soy, un Brahamán, no comeré tu comida contaminada. Mi comida debe ser cocinada por un Brahamán'", en caso de que el niño perteneciera a la casta dominante del país en otra vida.

En otras ocasiones, especialmente las niñas, se preguntan quiénes estarán alimentando a sus hijos. Todas estas memorias suelen ser desestimadas por los padres, quienes tildan a los niños de mentirosos sin considerar otras posibilidades. Y es que investigar la reencarnación con métodos científicos tampoco ha sido fácil para Stevenson, quien afirma que los padres de "niños reencarnados" suelen sentirse especiales e inflan las historias, sepultando definitivamente toda posibilidad de credibilidad. Todos lo hemos visto: cuando alguien habla sobre su "vida pasada" no se recuerda como un campesino en China o como miembro de una tribu africana; todos los reencarnados quieren ser Alejandro Magno, Napoleón o Cleopatra.

Sin embargo, durante sus años de investigación, Stevenson ha llegado a algunas conclusiones estadísticas interesantes. Por ejemplo, que los niños reencarnados comienzan a hablar a muy temprana edad. Olvidan los detalles de otras vidas entre los 5 y los 8 años de edad, además de que los incidentes relatados suelen involucrar muertes violentas

Pero una posible evidencia de las vidas pasadas podría hallarse en las marcas de nacimiento. Para Stevenson: "las marcas de nacimiento ordinarias que cualquiera tiene son áreas de pigmentación incrementada. Usualmente son planas. Las marcas de nacimiento que son de particular interés para nosotros en estos casos pueden tener algo de pigmentación incrementada pero usualmente parecen cicatrices, elevadas o presionadas y mucho más grandes en promedio que las marcas ordinarias."

Según Stevenson, en su investigación presenta más de 40 casos en los que estas marcas de nacimiento se corresponden con reportes de heridas fatales.

¿Pero qué espera probar Stevenson con esta investigación? Su respuesta, más allá de los resultados, del escepticismo y de la dificultad del tema, sin duda es muy interesante. Comprobar científicamente la posibilidad de la reencarnación:

podría disminuir la culpa por parte de los padres. No tendrían que tener la carga de que cualquier cosa que vaya mal con un niño sea su culpa, ya fuera por los genes o por malos cuidados durante la infancia del niño. La gente tendría que hacerse responsable de su propio destino... No espero ninguna transformación moral. En mi primer viaje a la India conocí a un swami, un respetado monje hindú. Le dije que venía a buscar qué evidencia existía en India sobre la reencarnación. Permaneció en silencio por mucho, mucho tiempo. Luego dijo: 'Nosotros aquí en la India vemos como un hecho el que la gente reencarne pero, verás, en realidad no hay diferencia, porque tenemos tantos granujas y villanos en la India como ustedes en Occidente.

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