El clóset de acero: el mortal peligro de ser gay en la Rusia de Putin

Con la cercanía de los Juegos Olímpicos de Invierno 2014 en Sochi, Rusia, los ojos del mundo se han dirigido más allá de los Balcanes: el frío es perfecto para la magna fiesta de los deportes en nieve y hielo, los turistas de todo el mundo se darán cita para observar a los atletas en competencia, y la cultura rusa estará en boca de todos. Pero el lado oscuro es que, si eres gay, debes mantenerte alerta: la Madre Rusia te verá con suspicacia y reaccionará violentamente contra ti.

En un largo artículo publicado en la revista GQ, el periodista Jeff Sharlet narró un reciente viaje a la capital rusa, Moscú, además de San Petersburgo, donde pasó dos semanas hablando con activistas LGBT y narrando las historias de terror que esta comunidad está viviendo diariamente desde la aprobación de leyes que no sólo marginalizan (aún más) la homosexualidad, sino que la elevan a la categoría de delito. La Duma (el órgano de gobierno ruso) discutirá próximamente una ley para que los hijos de parejas gays sean separados de ellos —sólo están esperandp que las olimpiadas de Sochi terminen y el mundo mire hacia otra parte.

Aunque estamos en el 2014 y no se trata de la Rusia soviética de Stalin, los viejos hábitos son difíciles de superar. Según Sharlet, la censura literaria impide que los libros de Burroughs, Baudelaire o Aldous Huxley atraviesen la cortina de hierro y lleguen a las librerías. "Los inmigrantes son cazados, los periodistas asesinados", y la cantante de la banda Pussy Riot sigue acumulando días en prisión por tocar una canción punk al interior de la catedral de Moscú.

En un "renacimiento" de los valores nacionalistas, la blasfemia ha sido elevada al grado del delito; pero también la homosexualidad.

El discurso de Vladimir Putin (quien según algunos es en realidad el hombre más rico del mundo, pese a que el costo de la vida en Rusia no haya dejado de aumentar en los últimos años), aunque trata de oponer a las prácticas modernas los "valores tradicionales", recuerda lo peor de los discursos propagandísticos del periodo estalinista: frases como "soberanía sexual" y "tolerancia de género", en palabras del mandatario, "son una enfermedad occidental que Rusia curará". Apegado a la misma línea, el alcalde de Sochi, Anatoly Pakhomov, comentó recientemente que su ciudad "está libre de gays", una peregrina fantasía política con peligrosas consecuencias.

La "cura" de Putin para el liberalismo sexual se ha traducido en pandillas de hombres que raptan y violan a otros hombres con botellas de cerveza, que los apuñalan y queman los cadáveres. Redes nacionales de homofóbicos como Occupy Pedophilia actúan impunemente y lapidan a hombres y mujeres gays con piedras bendecidas por sacerdotes de la Iglesia Ortodoxa. Los videos de "interrogatorios" de hombres gay (películas snuff en realidad) suman popularidad y visitas, mientras "la policía arresta a sus víctimas".

Pero este estado de cosas no siempre fue así: en el 2006, una ley similar para volver ilegal la homosexualidad fue descartada y descrita como "una serie de errores". En el 2010 los grupos activistas en favor de la comunidad LGBT se formaban rápidamente y se reunían públicamente. En palabras de un activista "era como una fiesta". El cambio vino cuando Putin comenzó a perder popularidad entre la gente debido al estado de la economía rusa: el inestable precio del petróleo y la carestía generalizada han motivado un cambio en su discurso que lo ha llevado a hablar del "santo imperio ruso", refiriéndose al Patriarca Kirill (el líder religioso de la Iglesia Ortodoxa) como un acto viviente de Dios, y a su mandato como un intento de salvar el "alma rusa" de la decadencia occidental. 

Los juegos de invierno pasarán con su medallero, sus comerciales cursis y su derrama económica para Rusia. Pero el próximo octubre, la Duma volverá a cabildear la ley para que los hijos de padres de la comunidad LGBT sean retenidos por el Estado. El gobierno ruso cree que los homosexuales de hoy ya no pueden ser reeducados (aunque "salvados" o "curados" también son infames eufemismos a la orden del día), por lo que tratará de suprimir sus libertades civiles y políticas mientras pasan leyes para evitar que las futuras generaciones de niños rusos aprendan esas "costumbres". En palabras de Pakhomov, alcalde de Sochi, la ciudad sede de los Juegos Olímpicos de Invierno no está en contra de los homosexuales que visitarán su ciudad en los próximos días, pero se les invita a no “imponer sus hábitos a los demás”.

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