Un elemento importante de la experiencia estética es, desde Aristóteles, el shock al que conduce la obra de arte, ese impacto que sacude al espectador, que atenta contra la estabilidad de lo que cree y lo que piensa, que de algún modo lo lleva, así sea por instante, más allá de sus propias limitaciones.
En este sentido, la obra fotográfica de la coreana Ahn Jun confunde, desde el primer vistazo, por la delicada composición visual de los elementos, y no en un sentido metafórico, pues se trata de verdaderos retratos del riesgo y la amenaza, escenas que hacen imposible no pensar en el suicidio --en este caso con una cierto guiño erótico, reverso del thanatos--, la autodestrucción, esa aparente asequibilidad del fin de todas las cosas a la que se alude en el célebre monólogo de Hamlet:
¿quién soportaría los azotes
y escarnios de los tiempos, el daño del tirano,
el desprecio del fatuo, las angustias
del amor despechado, las largas de la Ley,
la insolencia de aquel que posee el poder
y las pullas que el mérito paciente
recibe del indigno, cuando él mismo podría
dirimir ese pleito con un simple punzón?
Asimismo, el hecho de que estas imágenes tengan de fondo un escenario esencialmente metropolitano, recuerda la soledad propia de las grandes urbes, la condena de la modernidad que a todos reduce al anonimato de la multitud.
Un trabajo que, paradójicamente, está dominado por la elocuencia del silencio.
También en Pijama Surf: El suicidio más bello (FOTO).