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El Nobel de Literatura 2025, László Krasznahorkai, ofreció en Estocolmo una rara conferencia donde habló de ángeles sin alas, del fin de la esperanza y de un mundo atravesado por guerras visibles e invisibles

El escritor húngaro László Krasznahorkai apareció en Estocolmo para ofrecer una de las conferencias más esperadas del año. No sólo porque acaba de ganar el Premio Nobel de Literatura 2025, sino porque casi nunca se deja ver. Su presencia en el Salón de la Bolsa de Valores de la Academia Sueca fue una rareza que convocó a lectores, críticos y curiosos, todos dispuestos a escuchar a un autor que ha construido su obra desde la sombra, la densidad y un humor que no siempre es amable, pero sí profundamente lúcido.

Krasznahorkai habló en húngaro y, desde el inicio, dejó claro que había cambiado el rumbo de la conferencia. Quería hablar de la esperanza, pero dijo que ya no le quedaba. Era una declaración dura que abrió paso a un tema inesperado: los ángeles. Esos seres que, según él, han perdido alas, han perdido mensaje y están atrapados entre nosotros con ropa común, como figuras silenciosas que piden algo que no podemos darles.

El autor describió a estos nuevos ángeles como presencias que buscan nuestra mirada para recibir un mensaje que no existe. Lo dijo con una tristeza que no busca conmover por lástima, sino por claridad. No se trata de seres celestiales perdidos, sino de símbolos de un mundo que, según su lectura, ha quedado sin respuesta. Sin dirección. Sin la energía que sostiene el sentido colectivo.

Desde ahí, el discurso avanzó con su estilo conocido: frases largas que se mueven como ríos sin fin, imágenes que rozan lo apocalíptico y una sensación de fatalidad que no termina de apagarse. Para Krasznahorkai, la historia de estos ángeles es la historia de un sacrificio doble. No mueren por nosotros. Mueren a causa de nosotros, en un mundo donde la guerra —de cualquier tipo— lo impregna todo. La guerra en la naturaleza. La guerra en la sociedad. La guerra que también se enciende con una sola palabra mal dicha. No sólo con armas.

Los jueces del Nobel lo han descrito como un “gran escritor épico” cuya obra transita entre el absurdismo, el exceso grotesco y una mirada que encuentra belleza en el caos. La Academia Sueca volvió a enmarcarlo dentro de esa tradición centroeuropea donde la tristeza convive con un humor que a veces parece un latido secreto bajo la ruina. De su obra destacan Satantango, La melancolía de la resistencia, Guerra y guerra, El regreso de Baron Wenckheim y Herscht 07769, libros que han construido un territorio propio en la literatura contemporánea.

La ceremonia del Nobel se acerca y Estocolmo se prepara para la gala del 10 de diciembre, mientras en Oslo ya se espera a la venezolana María Corina Machado, galardonada con el Nobel de la Paz. Su caso ocupa titulares por razones distintas: ha estado oculta durante meses y su llegada a Noruega será la primera aparición pública desde enero. Kristian Harpviken, director del Instituto Nobel Noruego, aseguró que habló con ella la noche anterior y confirmó su presencia para recibir el premio.

Entre discursos literarios, tensiones políticas y una fecha que celebra el legado de Alfred Nobel, la figura de Krasznahorkai queda flotando en la memoria del público. Un autor que habla de ángeles sin alas, sin mensaje y sin promesas. Una imagen que funciona como espejo de la época: un mundo que sigue pidiendo señales, aunque ya no sepa qué hacer con ellas.


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Imagen de portada: CNN en Español