Cómo el cientificismo se ha convertido en la religión de la modernidad
Ciencia
Por: Joaquin Betel - 01/10/2025
Por: Joaquin Betel - 01/10/2025
El cientificismo, entendido como la creencia de que la ciencia y sus métodos son la única vía válida para acceder al conocimiento, ha alcanzado una posición hegemónica en el pensamiento contemporáneo, no sin manifestaciones fanáticas. Esta postura no solo privilegia a la ciencia como el único camino hacia la verdad, sino que descarta cualquier otra forma de conocimiento –ya sea filosófico, artístico o religioso– como irracional, insignificante o inútil.
El profesor Lawrence Principe ha meditado sobre este tema con solvencia y señala que toda observación científica está limitada por el tiempo, el lugar y la interpretación humana. Esto implica que las conclusiones científicas no son absolutas, sino que dependen del contexto y están sujetas a distorsiones. Sin embargo, el cientificismo fuerte ignora estas limitaciones y adopta una postura excluyente, afirmando que la ciencia moderna es la única capaz de proporcionar respuestas válidas, mientras que las preguntas que no puede abordar son consideradas sin sentido o irrelevantes.
Esta universalización excluyente del cientificismo tiene raíces históricas. Auguste Comte, en el siglo XIX, propuso la "ley de los tres estados", que describía un progreso humano desde una etapa teológica, pasando por una metafísica, hasta llegar a una positiva o científica. En esta última fase, la ciencia sería la base racional de la sociedad. Comte incluso sugirió que la ciencia debía ocupar el lugar de la religión, estableciendo una "religión de la humanidad". Este pensamiento influyó en la narrativa de un conflicto eterno entre ciencia y religión, popularizado por obras como The History of the Conflict Between Religion and Science de John William Draper. Aunque plagada de mitos y falsedades, esta obra cimentó la idea de una lucha irreconciliable entre ambas esferas. Por ejemplo la idea de que durante todo el medievo el ser humano creía que la tierra era plana o que la Iglesia Católica se oponía a la disección.
En última instancia, el conflicto no es entre ciencia y religión, sino entre el cientificismo y cualquier forma alternativa de conocimiento y significado. La ciencia, cuando es entendida dentro de sus límites, es una herramienta invaluable; pero el cientificismo puede convertirse en una fuerza deshumanizadora que socava la riqueza y complejidad de la experiencia