15 de octubre: aniversario del nacimiento de Nietzsche
Filosofía
Por: Alejandro Massa Varela - 10/15/2024
Por: Alejandro Massa Varela - 10/15/2024
Friedrich Nietzsche cumple un aniversario más este martes 15 de octubre de 2024, o ciento ochenta años del nacimiento del gran pensador de Röcken, Sajonia-Anhalt, Alemania.
Todas las cosas están sujetas a interpretación. Cualquier interpretación que prevalezca en un momento dado es una función del poder y no de la verdad.
Nietzsche fue el filósofo de la vida. Un niño que bajó a jugar a la playa como su propio estruendo y que no regresó del olvido. Se quedó donde sus orejas, su nariz y sus ojos abarcaban más que el mar del todo, donde todo son olas y no una gran masa de agua dormida.
De Jesús rescató su predicación intensa contra la exterioridad moral y el autodesprecio. Como Zoroastro, analizó acciones, palabras y pensamientos. De los estoicos aprendió sobre resiliencia, de Wagner sobre la disolución posible gracias a la música, de Schopenhauer sobre la emancipación que ofrece la contemplación estética, y de Heráclito que todo es devenir. Buda también coincidía con este último, y Nietzsche aprendió de este maestro a no imitar al yo ni a adorar un espejo, sino a errar y ser errante en vías que desaparecen.
Sin embargo, Nietzsche rechazó el nihilismo de las grandes soteriologías del pasado, de las ideologías de masas, del pesimismo y de la decadencia necesitadas de redención. Todo esto es “nihilismo negativo”, desvalorizar la vida. El cristianismo propone un nuevo ser distinto del ser que peca. El budismo diagnostica un ser que sufre por su irrealidad. Y Wagner y Schopenhauer buscaban soportar ser. Es posible, sin embargo, un “nihilismo positivo” o creativo, un ser que no mire nada con desdén, lástima, culpa, piedad o conmiseración. Una conclusión curiosa para un hombre que sufrió achaques toda su vida y que perdió la cordura antes de morir.
El famoso pensador de Röcken fue un anti-Zoroastro por ir más allá del bien y del mal, o un Zaratustra genuino que fue al origen o, mejor dicho, al nacimiento de lo bueno.
La filosofía de Nietzsche es una advertencia sobre “la inversión de todos los valores” que ha ocurrido a lo largo de la Historia. Hombres viejos y con miedo a morir necesitaron rechazar sus cuerpos llenos de temor y de años. Pidieron a todos los jóvenes rechazar su voluntad de vivir lo que puede ser, lo que puede sentir y lo que hace la vida. Eso que cambia peligrosamente debía ser una ilusión cruel, un engaño, una enfermedad, un mal, y así inventaron otra vida alejada, como imagen, como referente, como verdad, protegida de la vida que ocurre. Hicieron absolutas ideas sobre la vida para tratar de vivir en ellas, ideas como Dios, el bien y la razón. Estas ideas murieron y la vida siguió viviendo. La verdad es interpretarla.
Los pensamientos son las sombras de nuestros sentimientos. Nuestros pensamientos son cada vez más oscuros, más vacíos y más simples.
Para Nietzsche, la verdad no es un conjunto de reglas que guían la vida y no proviene de ningún lugar hacia donde podamos trascender desde la ignorancia. La verdad es “inmanente”, no coincide con lo que debe ser ni con lo que deseamos que sea la verdad, sino con los materiales, los colores, los motivos para inventar valores, los cuales no podemos capturar y fosilizar. En todo caso, es posible evaluarlos junto al lugar y al tiempo de su “genealogía” o nacimiento.
Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo nos consolaremos, los asesinos de todos los asesinos? Lo más sagrado y poderoso de todo lo que el mundo ha poseído hasta ahora se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién limpiará esta sangre de nosotros? ¿Qué agua nos queda para purificarnos? ¿Qué fiestas de expiación, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿No debemos convertirnos nosotros mismos en dioses simplemente para parecer dignos de ello?
Nietzsche hablaba en términos estéticos porque la conclusión trágica de su filosofía solo se puede afirmar y trasmitir de una generación a otra no como un problema, sino como una lucidez que nos fortalece ante la vida y nos vulnera para escuchar el corazón del momento, sin ningún consuelo “extramundano”. Si Dios alguna vez fue real, lo fue como la idea de ser como Dios. Sin esta idea, podemos ser lo que Dios no pudo y quizá bailar en el interior de nosotros mismos, el único sitio al que podemos regresar y al que sería mejor volver sin arrepentimiento.