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La persistencia de Safo en la cultura occidental es un recordatorio de que el amor puede ir siempre mucho más allá de la dualidad hombre-mujer

Es llamativo el hecho de que teniendo su génesis en el homoerotismo sáfico y luego platónico, la concepción del amor pasional de enamoramiento, el amor idílico y romántico en Occidente, haya sido posteriormente apropiado por la concepción polar femenino-masculino, incorporándose de forma exclusiva a la heterosexualidad y despojándose al homoerotismo de dicho privilegio del amor ideal. Será una paradoja o una simple broma de la historia. Esto lo he conocido a través de diversas lecturas, entre ellas Safo de Manuel Fernández-Galiano.

Si partimos del supuesto de que éste autor, un reconocido académico estándar del siglo XX, idealiza a Safo, nos vemos impelidos a admitir que no se trata de un fenómeno anecdótico, sino universal a toda la historia de la figura de Safo: Alceo la describe como «Safo la divina»; Estrabón la consideró suprema en poesía y la designó «cosa maravillosa»; Sócrates la define como «Safo la bella» en términos superlativos aludiendo a la belleza del alma orientada al amor; Platón la designa «Décima Musa» en la Antología Palatina; Plutarco refiere en Moralia que, como la Pitia, Safo era una vidente inspirada y estaba poseída por el dios Eros; Máximo de Tiro la honra como sabia en los misterios del amor; Catulo la empleó de modelo en el amor, de paradigma, e imitó su poética; en todo el mundo clásico fue conocida bajo el epíteto de la «Décima Musa» y se erigieron estatuas de ella y monedas que llevaban su retrato; Cristina de Pizan la exalta en todos los sentidos y dice de ella que era de figura hermosa y «no menos sabía que proba»; continúan con su "idealización" románticos como Baudelaire, Renée Vivien, Pierre Louÿs, Lord Byron, Carolina Coronado, y, ya en el XX el famoso Ezra Pound dice de ella «si quieres el meollo (de la poesía) recurre a Safo, Catulo, Villon», por citar los ejemplos más próximos y no extenderme en la lista. Así, no cabría afirmar que la "idealización" del autor es anecdótica, sino que la figura de Safo es en sí misma idealización pura (o mejor dicho idealidad) porque su naturaleza y su poesía evocan lo sublime. También podríamos reconocer que Safo no ha sido idealizada, sino que verdaderamente es idílica. Y remontándonos a los estudiosos más resientes, como Eva Cantarella, la mayoría de ellos coinciden en considerar a Safo la "inventora" (aunque tal realidad jamás se inventa, sino que anida en lo profundo del alma y es descubierta, aflorando a la superficie) del amor de enamoramiento como lo conocemos en Occidente, que heredaría Platón y a través del platonismo el amor cortés medieval, alcanzando su clímax en la concepción del amor romántico del siglo XIX. ¿Y no somos aquello de lo que hablamos, aquello que pensamos y aquello que sentimos, no somos aquello de lo que estamos llenos? Safo estaba llena de amor y lo expresaba, lo irradiaba y lo contagiaba... ¿Quién y podría irradiar el amor si no fuese el Amor mismo? ¿Quién sino el Sol irradia luz?

Sappho and Alcaeus, Lawrence Alma-Tadema (1881)

Los griegos asimilaban el amor entre los sexos opuestos y el matrimonio a Afrodita Pandemos, la Afrodita Terrenal, que Platón consideró vulgar, y que en la concepción helénica respondía más a los apetitos carnales y a la necesidad de procreación que a otra cosa: era cruda, bestial, sin sentido poético e idílico, sin aura romántica. Con Safo, ese "amor" pedestre, que no era más que deseo biológico, alcanza un vuelo trascendente, una conexión con lo Divino que más tarde desarrollará Platón y cuya orientación es hacia personas del mismo sexo: éste amor elevado pertenece a Afrodita Urania o Afrodita Celestial. Entre los griegos, tal como lo refieren Eva Cantarella, Aurora Luque y otros autores, el verdadero amor, el amor superlativo, el amor noble, lo que hoy entenderíamos por amor romántico, era prioritariamente homoerótico (sin excluir que pudiese darse también entre hombre y mujer, pues el amor está libre de toda regla y así lo comprendieron los helenos). Según esta concepción, el homoerotismo no está reñido con la pureza, siendo el homoerotismo de por sí puro (esto aplica particularmente al safismo o lesbianismo clásico), lo que no implica una exclusión del aspecto corporal e instintivo, sino una integración de éste en los demás aspectos del ser en sentido ascendente hacia lo Divino.

'Sappho', Amanda Brewster Sewell (1891)

'Sappho', Amanda Brewster Sewell (1891)

Entre muchos otros académicos, M. F. Galiano también defiende a lo largo de su ensayo el homoerotismo de Safo de los ataques puritanos condenatorios hacia ella y hacia su obra, que recibió por parte de sectores conservadores, y la defiende asimismo del negacionismo beato que le negó a Safo su condición de lesbiana o amante de mujeres. En su ensayo dedicado al tema escribe:

[...] ¿por qué vamos a juzgar a Safo, que vivió hacia el 600 a. C. en una pequeña sala vecina al mundo oriental, con criterios europeos y cristianos del 1958? Y aunque la condenáramos, ¿es que esto constituiría el más mínimo demérito para su inmortal fama como poetisa? ¿Es que se le puede negar el derecho a ser juzgada literariamente por solas sus obras, como lo han sido Villon, Aretino u Oscar Wilde? Que Safo es una de las primeras figuras de la Literatura Universal es cosa que nadie duda, y yo, que he de tratar de amor y no de Letras, no insistiré más en ello.

En ésta cita textual defiende a Safo de los ataques recibidos hacia su obra a causa de su vida considerada "inmoral" e "indecente" desde criterios cristianos occidentales (cabe agregar: conservadores). Explica que esos criterios no le son aplicables a ella, dada su pertenencia a otra cultura y época, a otro mundo, a otra cosmovisión, y que es injusta la condena que sobre ella se ejerce cuando se ha perdonado a otros artistas, tal vez por ser varones, su vida "licenciosa" (desde los parámetros puritanos anteriormente nombrados).

Y luego, el mismo autor, para defender además la pureza de su homoerotismo en sí, la integridad de su sensibilidad y amor, ya no de su obra poética que arrastró una condena moral, coloca esta nota a pie de página:

Esta consideración, que tan evidente parece, va necesitando ya demasiado tiempo para imponerse entre la generalidad de los críticos. Hace casi medio siglo que la formuló hermosamente Beloch [...]; la repitió en otra forma Jaeger ("sería absoluta, entre vano e inadecuado... tratar... de probar la concordancia de los sentimientos del círculo sáfico con los preceptos de la moral cristiana y burguesa", en p. 153 de Paideia, tr. esp., I, México, 1946, que dedica a Safo pp. 150-154); la dejó traslucir, aunque sin expresarla, Perrotta en muchos lugares de o. c.; la puso de relieve en términos vehementes Zuntz [...] y la hizo suya también Schubart [...] Tola en p. 11 de Safo (Lima, 1957): "Safo fue realmente una mujer pura... y lo fue sobre todo porque ella no se plantea el problema de la calificación moral de las pasiones que vive; ni asoma en ella la sospecha de que son vituperables; ni, recelando que viola una ley moral, goza o se vanagloria con esa violación. Las vive y las expresa porque surgen en ella, sin cinismo ni malicia y sin recelos, al margen de todo juicio ético [...].

En síntesis, M. F. Galiano no sólo defiende el homoerotismo en la obra de Safo y lucha contra el desmerecimiento de esta por causas moralistas, sino que además reivindica la pureza y dignidad del amor sáfico o lésbico. Y con pureza no se refiere a virginidad o incorporeidad, sino a inocencia, a una visión pura, a un sentir sin malicia, que engloba la sensualidad física sin resistencias pero que se orienta más allá de ella hacia lo trascendente.

Ante todo, ¿quién es Safo? O mejor dicho, ¿cuál es la verdadera Safo? Porque la poetisa de Lesbos ha pagado muy caro ese insigne honor que significa el verse erigida en descubridora del amor para el Occidente entero: lo ha pagado, si así podemos decirlo, en las propias carnes de sus textos líricos, despedazados por gramáticos y metricistas no memos crueles que las arenas del desierto egipcio; lo ha pagado en su alma, en su fama póstuma, sometida también implacablemente a la polémica y el desmenuzamiento laborioso de los filólogos. ("Safo", M. F. Galiano)

Aquí hace referencia a los filólogos y metricistas del pasado, principalmente romanos y decimonónicos. En el caso de los romanos, su crítica se dirige al vituperio y al menoscabo de su poética sufridos por su condición de mujer sobresaliente y en el de los decimonónicos por su condición de lesbiana como cumbre de la poesía lírica clásica y génesis del amor romántico. Alude a la filología moralista de dichas épocas, cuyos verdugos realizaban piruetas de todo tipo para negar el homoerotismo evidente en la obra de Safo o, en otros, exámenes filológicos certeros, pero cuyo objetivo era condenar su obra bajo parámetros morales.

'Sappho and Erinna in a Garden at Mytilene', Simeon Solomon (1864)

'Sappho and Erinna in a Garden at Mytilene', Simeon Solomon (1864)

Incluso, más allá de eso, el autor, desde su propia sensibilidad más poética que histórica (sin por ello faltar al rigor histórico y colocar la información y las citas pertinentes, extensas y detalladas por lo demás) considera que a Safo solo se la puede comprender realmente con el alma, leyendo su poesía y sintiéndola, viviéndola sin juicio, no visceccionándola y analizándola sin corazón, pues por este procedimiento se pierde la esencia misma de su poesía: por el trivial deseo de saldar cuestiones menores, irrisorias, frente a lo que supone su magistral obra poética abocada al amor, se privan de lo esencial.

Ahora bien, una vez clarificado esto, expreso mi punto de vista: la filología es una gran herramienta si se emplea con honestidad intelectual, pero no considero que sea el eje para comprender el núcleo de Safo, de cualquier otro corpus poético o de cualquier libro sagrado, sino un instrumento accesorio que ayuda a esclarecer ciertas cuestiones concretas de índole histórico y lingüístico, útiles por lo demás, pero incapaces de acceder por sí mismos a lo esencial.

En caso de existir una Safo idealizada y otra más realista, histórica, como alguien ha propuesto, la verdad corre más a cuenta de la primera que de la segunda. Existen diversos niveles en los que la verdad o, lo que es igual, la realidad, se presenta, y también diversas gradaciones en un mismo nivel. Las hay realidades divinas y realidades humanas, realidades metafísicas y realidades físicas, realidades metahistóricas y realidades históricas, realidades arquetípicas y realidades fenoménicas. Lo cierto es que la verdad del arquetipo es superior a la del individuo histórico que lo encarna total o parcialmente. Safo es mucho más que una poetisa que dio un giro a la concepción del amor en Occidente, es ante todo el arquetipo que logra traslucir a través de su idealización póstuma: es el Arquetipo de la lesbiana primigenia, de la mujer enamorada del Eterno Femenino que lo vehicula en su propio ser, del amor homoerótico ideal entre mujeres, de la mujer no subyugada por lo masculino, inmune a los hombres, libre, que se erige sobre sí misma en la cumbre de su intelectualidad y sensibilidad romántica.


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Instagram de la autora: @sofia_tgastaneta


De la misma autora en Pijama Surf: ¿Existe o no existe el libre albedrío? 

Imagen de portada: 'Dolce far niente (A Pompeian Fishpond)', John William Godward (1904; detalle)