En ocasiones, nuestras acciones pueden afectarnos de manera negativa, creando patrones autodestructivos que nos impiden alcanzar una vida plena y saludable. Estos comportamientos suelen surgir debido a traumas no resueltos o patrones disfuncionales que hemos aprendido desde la infancia. Es fundamental identificar y detener estos patrones para promover nuestro bienestar físico, mental y emocional, así como lograr nuestros objetivos vitales. En este artículo exploraremos diferentes comportamientos autodestructivos, sus causas y cómo abordarlos de manera efectiva.
Los comportamientos autodestructivos se caracterizan por acciones que afectan negativamente nuestra salud física, mental y emocional, así como nuestra capacidad para alcanzar metas importantes. Estos comportamientos suelen ser directamente dañinos y ponen en riesgo nuestra integridad y calidad de vida.
Las conductas autodestructivas suelen surgir como un mecanismo de defensa para lidiar con emociones negativas, estrés, ansiedad, baja autoestima u otros problemas emocionales o mentales, y si se realizan continuamente, con el tiempo pueden tener consecuencias graves.
Un claro ejemplo de lo que sucede cuando se presentan comportamientos autodestructivos es lo que ocurre en la aclamada película La ballena –dirigida por Darren Aronofsky y protagonizada por Brendan Fraser–, donde Charlie, el protagonista, es un hombre con obesidad mórbida, que se ha aislado del mundo y está al borde del colapso físico y emocional. Su comportamiento autodestructivo se manifiesta a través de su compulsiva sobrealimentación y su negativa a cuidar de su salud, lo cual le ha ocasionado un grave deterioro físico y lo ha conducido a aislarse del mundo para vivir recluido en su departamento.
Lo que hay detrás de ese comportamiento autodestructivo son el dolor por la pérdida de un ser querido y la culpa por el alejamiento con su hija, lo que le ha llevado a buscar consuelo en la comida, utilizándola como escudo contra su dolor emocional. La comida le ayuda a aliviar temporalmente su angustia emocional, pero agrava su aislamiento físico y emocional; así, los mismos comportamientos que le ofrecen consuelo se convierten en las cadenas que lo atan, impidiéndole encontrar la verdadera curación.
Con este ejemplo podemos comprender que los comportamientos autodestructivos no nacen de un deseo de autodestrucción sino como estrategias para hacer frente al dolor, la culpa y la pérdida. Estos comportamientos se vuelven una forma de adormecer o evitar enfrentarse a heridas emocionales profundamente arraigadas.
- Consumo excesivo de sustancias, como alcohol, drogas o medicamentos.
- Trastornos alimentarios, como bulimia, anorexia, atracones de comida o la mala alimentación que conduce al sobrepeso, la obesidad y diversas enfermedades.
- Ignorar las necesidades corporales de movimiento, nutrición, hidratación, descanso, etcétera.
- Ignorar los síntomas de salud física y mental y, como consecuencia, no buscar la ayuda que se requiere.
- Comportamientos de riesgo, como participar en conductas peligrosas o irresponsables, conducir en estado de ebriedad o participar en actividades sexuales sin protección.
- Autolesiones físicas, como cortarse, quemarse o golpearse a sí mismo/a.
- Aislamiento social, al alejarse de la comunidad, evitar el contacto con otras personas (incluso los seres queridos) y alejarse de las relaciones saludables.
- Autosabotaje consciente de las oportunidades o relaciones positivas, por miedo al éxito o al rechazo.
- Negar o ignorar las propias necesidades o deseos.
- Perfeccionismo extremo, en el que se establecen estándares irrealmente altos, junto con la sensación de ser insuficiente si no se cumplen.
- Autocrítica constante, pensamientos negativos sobre uno mismo y una baja autoestima.
- Dependencia de comportamientos adictivos, como el juego, las compras compulsivas o el uso excesivo de Internet.
- Procrastinar y dedicar demasiado tiempo a ver televisión, navegar en las redes sociales o cualquier otra actividad que afecta las rutinas diarias y no aporta algo positivo.
- Gastar en exceso o endeudarse más allá de las posibilidades reales de pago.
- Rumiar pensamientos sin fin o detenerse en los errores del pasado y sumergirse en el diálogo interno negativo.
Los comportamientos autodestructivos tienen diversos orígenes, que varían de persona a persona y suelen ser resultado de una combinación de factores emocionales, psicológicos y ambientales. Algunas de las causas más comunes son las siguientes:
- Problemas emocionales y mentales, como la depresión, la ansiedad, la ira o la baja autoestima, pueden llevar a comportamientos autodestructivos como una forma de lidiar con el malestar emocional.
- Traumas y experiencias difíciles, como abuso físico, emocional o sexual, ante las que se busca una manera de hacer frente al dolor.
- Carencias afectivas ocasionadas por la falta de apoyo emocional, amor y cuidado, ya sea durante la infancia o en las relaciones cercanas a lo largo de la vida.
- Influencias sociales, ya sea de amigos, familiares, compañeros o figuras públicas que participan en comportamientos autodestructivos, o bien, debido a la presión de la sociedad para cumplir con estándares poco realistas de belleza o éxito.
- Modelos o patrones de conducta negativos que se aprendieron durante la infancia en el entorno familiar o social, y que con el tiempo se tienden a imitar en la propia vida.
- Las creencias que se tienen de uno mismo y de lo que se merece, a partir de los mensajes que se han recibido del entorno, de la forma en que estos se han procesado y de las expectativas que tienen de uno las personas que están alrededor de nosotros a lo largo de la vida.
Para frenar los comportamientos autodestructivos primero debes reconocerlos y aceptarlos, para luego identificar los factores que los desencadenan y hacer lo siguiente:
1. Entender y reconocer los comportamientos dañinos: identificar los comportamientos autodestructivos y comprender por qué son perjudiciales para ti es el primer paso para abordarlos. Luego, a partir de ahí, puedes comenzar a descifrar cómo los patrones de pensamiento, la historia o los traumas a lo largo de tu vida te han conducido a realizar acciones que te dañan.
2. Realizar un seguimiento de los patrones: llevar un diario personal donde registres los momentos y situaciones en los que recurres a estos comportamientos te ayudará a tomar conciencia de ellos y entender sus desencadenantes. Pregúntate si al hacerlos estás evitando otras cosas y cuestiónate lo que haces para distraerte de situaciones estresantes, difíciles o desagradables. Por ejemplo, puedes darte cuenta de que cada vez que estás estresado buscas algo para comer.
3. Enfrentar la causa raíz: identificar y abordar las causas subyacentes de los comportamientos autodestructivos es esencial para romper el ciclo. Por ejemplo, trabajar para fortalecer tu capacidad para manejar las emociones negativas y el estrés es un paso importante. Por otro lado, si los problemas de salud mental o los traumas no resueltos son la raíz, lo mejor es buscar apoyo profesional de un terapeuta o psicólogo para trabajar en la sanación emocional.
4. Hacer una pausa antes de actuar: cuando estés a punto de realizar una acción que hayas identificado como autodestructiva, detente y espera unos minutos antes de hacerla. Esta pausa te da la oportunidad de reflexionar, calmarte y buscar alternativas saludables para afrontar tus emociones y las situaciones difíciles.
5. Desarrollar mecanismos de afrontamiento saludables: aprender y practicar nuevas estrategias de afrontamiento, como ejercicios de relajación, actividades creativas, ejercicio físico o buscar apoyo social, te ayudará a sustituir los comportamientos autodestructivos por hábitos positivos.
6. Buscar ayuda profesional: si los comportamientos autodestructivos persisten o se vuelven demasiado abrumadores, es recomendable buscar la ayuda de un profesional de la salud mental y emocional. Ellos pueden brindarnos el apoyo necesario para superar estos patrones y alcanzar una vida más saludable y equilibrada.