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Dios es simple como un círculo: la mística de la espera y la renuncia del Maestro Eckhart y sus discípulos

Arte

Por: Rodrigo Haydar Osegueda - 08/17/2022

La renuncia y la espera son fuerzas activas de la espiritualidad

Fray Heinrich Seuse, beato dominico y discípulo del Maestro Eckhart, nos dice en su libro Vida que "Dios no tiene un dónde, porque es todo en todo". Asimismo, nos dice que "ser" es el primer nombre de Dios, y que este ser no es otra cosa que lo más próximo, pues el ser está en todo, pues las cosas "son". Sin embargo, para conocerlo se necesita "entrenar" el ojo para que vea al ser en su pura simplicidad. Empero, lo más sencillo es también lo más complicado, pues el entrenamiento en último sentido es contrario al entrenamiento como un acto de voluntad. Más que un actuar, hablamos de un desistir y una disposición a la apertura

Por ello, este entrenamiento es precisamente renuncia y espera que nada tienen que ver con un ejercicio en el que se espere frutos. Respecto de esta tesis de la mística renana –nombre con el que se denomina al movimiento espiritual iniciado por Eckhart y secundado por sus discípulos Seuse y Johannes Tauler en los siglos XIII y XIV–, Maurice Blanchot menciona:

El fracaso se convierte en victoria y la caída en movimiento hacia arriba, porque las nociones de salvación, de esperanza y beatitud no cuentan frente a la experiencia suprema de la fe que está por encima de toda medida y de todo fin.

Seuse también dice que la razón es lo que limita la capacidad de acceder a los conocimientos espirituales, pues todo lo quiere comprobar o calcular. No obstante, Seuse asegura que irónicamente Dios es tan esencial a todo como la luz es fundamental para el despliegue de la gama de colores y, por lo tanto, no requiere de las comprobaciones elaboradas de la razón. Por ello, un proyecto racional de la comprobación de la existencia de Dios, como el emprendido por Tomás de Aquino, no tendría la menor relevancia, pues Dios es precisamente la fuente de la existencia y, en consecuencia, la trasciende. 

Representación de Heinrich Seuse

Representación de Heinrich Seuse

El dominico continúa diciendo que del mismo modo que el ojo pierde de vista la luz en pro de los colores, el ojo del espíritu pierde de vista el ser que es absolutamente puro y simple, volcándose hacia la multiplicidad de fenómenos sin poder reconocer lo más fundamental en ellos, es decir, Dios. Al respecto, Tauler señala:

El ser humano se ocupa de las cosas exteriores y sensibles, está en actividad, no puede saber nada de esa búsqueda y ni siquiera cree que existe en él este tesoro.

Seuse nos explica que esta fragmentación del ser en seres dispersa y enceguece el espíritu, provocando que no pueda ver "la divina tiniebla, que es en sí misma la más luminosa claridad". Es decir, Dios, lo más evidente, es cubierto con el velo de la otredad y la trascendencia, volviéndose ilusoriamente lo más lejano.

Cúpula de la mezquita de Imam Jomini en Isfahan, Irán

Cúpula de la mezquita de Imam Jomini en Isfahan, Irán

Pese a este estado cotidiano de la conciencia, Seuse no duda en invitar a abrir los ojos interiores, los ojos del corazón, y volver a mirar el ser en su simple pureza. Recordemos que por tratarse de algo tan simple, "abrir los ojos interiores" requiere precisamente de algo muy complejo: no ser producto de la razón y de la voluntad. En otras palabras, es gracia y espontaneidad.

Por lo tanto, volver a la simplicidad no es algo que se pueda provocar; por el contrario, requiere de una espera que podemos traducir, en lenguaje eckhartiano, como "el nada querer, nada saber y nada tener", "como hacía [el ser humano] cuando todavía no era". Es esperar porque no es algo que se pueda producir, pues el hacerlo implica todavía un querer. De acuerdo con Tauler, puede ser que en esta etapa se produzca la angustia y la experiencia del nihilismo, pero una vez atravesada esta, el ser humano se hace uno con Dios y ya "no sabe, no experimenta, no siente ya nada de sí mismo. Ya sólo percibe un ser muy simple". Sobre la espera, Tauler mencionó: 

Es Él quien actuará; tú sólo espera. Si te viene la idea de rezar por alguien o la de pensar en tus defectos, ofrécele estos pensamientos con toda sencillez. Espera en Él, que Él lo hará.

De acuerdo con lo narrado por Seuse, la simpleza es tal que se percibe al ser como no procedente de nadie, que no tiene antes ni después y que no está sujeto al devenir, pues es simplemente ser. Entonces se produce la liberación en la esencialidad de Dios, sin tratarse de una enajenación mental o psicológica, sino precisamente en estar sereno ante el misterio del propio presente. La liberación siempre ocurre y es percibida como un regalo, nunca como un acto de la voluntad o como el resultado de un proyecto.

Para cerciorarse de que sus lectores comprenden esta simpleza del ser en los seres, Seuse cita la popular metáfora de otro maestro que reza: "Dios es como un anillo circular: el centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna".

 

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