El concepto de "responsabilidad afectiva" es muy nuevo; no hay una idea clara de dónde vino, ni quiénes fueron los primeros en usarlo. Podríamos pensar que vino de la psicología, pero no es un concepto propio de las disciplinas "psi".
Aunque no parece haber un origen claro, se ha hecho muy popular. El problema de un término tan nuevo como este es que no hay una definición clara a partir de la cual entenderlo, sino que cada quien lo interpreta como le conviene en su vida práctica y personal.
En general, responsabilidad afectiva se usa ampliamente en las relaciones de pareja, sin importar la orientación sexual o si es una relación monógama, abierta, poliamorosa o demás configuraciones posibles. Actuar en función de la responsabilidad afectiva se ha vuelto el nuevo "deber ser" para relacionarse con otras personas. La lógica es siempre la misma: el otro debe hacerse responsable de lo que me hace sentir.
Tal vez es más común asociar la responsabilidad afectiva con ciertas posturas feministas, en las que las mujeres son quienes les piden a los hombres ser responsables con sus sentimientos. Casi como una exigencia, como pedirle al otro que se haga cargo de los sentimientos de uno. Esto resulta problemático. Cuando se asume que es la mujer quien debería exigirle responsabilidad afectiva a un varón, se puede caer en el equívoco de que por naturaleza las mujeres son "buenas" y los varones son "malos", despistados o desinteresados con sus emociones.
Pero todos sabemos que cualquier relación conlleva conflictos. Ningún vínculo está libre de duda, ni de angustia, ni de discusiones. Y esto no quiere decir que sea malo (hablamos de las relaciones comunes, no de una donde exista violencia física o psicológica). Una relación se conforma de por lo menos dos personas, con sus propias experiencias, sus propias maneras de interpretar y resolver su vida. Una relación de pareja siempre trae conflictos, lo cual no significa que es una mala relación.
Hoy, con el auge que tienen los diferentes feminismos, se reivindica a las mujeres en diferentes espacios de los que históricamente habían sido relegadas o invisibilizadas, incluso dentro del ámbito privado, en relaciones familiares y de pareja. Los feminismos les han dado a las mujeres muchas herramientas para reclamar los derechos que les habían sido negados.
Los logros históricos de los feminismos son innegables. La cuestión con el tema de la responsabilidad afectiva es que no invita a las mujeres a tomar una posición autónoma con respecto a su vida, sino que crea la falsa ilusión de que sólo por el hecho de ser mujer se tiene el derecho o la autoridad para exigir que otro se haga responsable de lo que se siente. Además, un término como este puede resultar mucho más confuso porque hoy en día la violencia sistemática con la que viven millones de mujeres alrededor del mundo se visibiliza más fácil y rápido. Ante situaciones que son graves, que ponen en peligro la integridad de la vida de muchas mujeres, los feminismos son una herramienta para reconocer actitudes violentas y machistas. Tal vez por ello la responsabilidad afectiva resulta tan atractiva, pues parece un mecanismo para evitar todo tipo de conflictoy asegurar relaciones buenas, sin angustia, sin problemas y que no representen una pérdida de tiempo. Pero no todo lo que no nos gusta en una relación de pareja es resultado del machismo, ni es violencia. Exigirle al otro responsabilidad afectiva es deshacernos de lo que nos toca a nosotros mismos, es impedir que haya diálogo, es negar que existe la otra persona.
No se trata de señalar a la responsabilidad afectiva como algo bueno o malo. Cualquiera de estas posturas se convertiría en otro "deber ser" a partir del cual vincularnos con cualquier otra persona, en especial con una potencial pareja. Se trata de cuestionar el término: ¿qué significa la responsabilidad afectiva en nuestras relaciones? ¿Será mejor vincularnos a partir de nuestra diferencia y no a través de un término ambiguo?