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Un día auténticamente cósmico

Pocos días en este año nos han invitado a mirar al cielo y preguntarnos por nuestro destino o simplemente a intentar apreciar que formamos parte de un universo rítmico, en el que el tiempo no es sólo el tiempo cuantitativo del reloj sino que es un tiempo vivo, cualitativo, que imprime patrones a la existencia y una posibilidad de armonía o desarmonía.

Como todos los años, entre el 20 y el 23 de diciembre ocurrirá el solsticio de invierno. En este caso, el solsticio sucederá exactamente a las 10:02 a. m. (tiempo universal). Este será el día más oscuro del año en el hemisferio norte (en el sur tendrá lugar el solsticio de verano, el día de máxima luz). Esta fecha es tradicionalmente una de las más importantes de los calendarios religiosos de las más diversas culturas, pues captura el simbolismo de la muerte del sol y su renacimiento. Algunas personas creen que el solsticio –y la fiesta de las Saturnales que se celebraba en Roma– influyó en la selección de la fecha de la Navidad, siendo Cristo una "divinidad solar", un "Sol Invictus".

Este año, el mismo día, en el frío y en la oscuridad (para los habitantes del norte) ocurrirá también la Gran Conjunción de Saturno y Júpiter, los dos planetas más grandes del sistema solar y, para la astrología, los dos planetas más poderosos: Saturno, generalmente de un poder negativo, y Júpiter, positivo. El encuentro de estos planetas es considerado el momento que determina o dicta una pauta en el tiempo venidero, específicamente para los siguientes veinte años (que es lo que tarda el ciclo de sus conjunciones). Más aún, estas conjunciones ocurren dentro de megaciclos, y en este caso comienza uno de doscientos años en el signo de aire.

La Gran Conjunción sucederá en su punto de máxima cercanía a las 06:20 p. m. tiempo universal, pero se mantendrá exacta varias horas antes y después. Astrológicamente, el punto zodiacal en el que ocurrirá la conjunción es el grado 0.28 de Acuario, signo regido por Saturno. Actualmente ya se puede ver en el cielo la que algunos llaman la "estrella de Navidad" o la estrella de Belén, pues es posible que la estrella a la que se refieren las crónicas de la antigüedad en relación al nacimiento de Jesús haya sido otra conjunción de estos dos planetas. 

Desde una perspectiva astronómica esta conjunción será la más cercana desde hace cuatrocientos años, ya que sucederá a 0.1 grados y será totalmente visible, algo que no ocurre siempre.

También desde la perspectiva astrológica, la conjunción tendrá lugar en el terreno de Saturno, el planeta (y dios) que rige el invierno y el elemento de tierra. Saturno es considerado el más duro de los planetas pero es también, según algunas interpretaciones, el guardián de las más alta sabiduría, de la última esfera. Con todo, los astrólogos que conocen su tradición saben que la configuración astral de esta conjunción no es demasiado benéfica, pues marca un dominio de la energía de Saturno por sobre la de Júpiter. De cualquier manera, la astrología de la conjunción al menos es más positiva que la que se presentó en el grueso del año 2020, donde ya se intimó esta misma conjunción en marzo y abril pero con la presencia del otro maléfico, Marte, quien además ha pasado buena parte del año en Aries, el signo en el que tiene domicilio, formando una cuadratura con Júpiter y Saturno en Capricornio, uno de los aspectos más negativos según los astrólogos, y al cual se ha vinculado históricamente con plagas y otras catástrofes. En cierta manera, el solo el hecho de que estos planetas se empiezan a liberar de estas constricciones es bueno. Sin embargo, si escuchamos las interpretaciones tradicionales, los siguiente veinte años estarán marcados por una cierta opresión, gran cantidad de límites y control, posibles estados totalitarios -a la vez que revueltas y caos- y el incremento de la tecnología y la vigilancia (para una buena interpretación de la conjunción, recomendamos este artículo del astrólogo Pablo Ianiszewski).

Y, no obstante, estas fechas son siempre una buena excusa para encontrar sentido y conexión con la naturaleza, para intentar darse cuenta de que el ser humano está sujeto también a un macrocosmos que sigue leyes y dicta pautas y que incluso la muerte –como es el tema del solsticio– es parte de la vida y de lo que permite la renovación de la naturaleza y el crecimiento espiritual, especialmente cuando se logra entenderla desde la paz y la aceptación. 

 


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