Vox Populi, Vox Dei: Cazando la intención "siniestra" de Leonardo da Vinci
Arte
Por: Javier Chávez - 10/13/2020
Por: Javier Chávez - 10/13/2020
En la película Sacrificio de Andrei Tarkovsky hay una escena en donde Alexander y Otto miran una pintura de Leonardo de Vinci, Adoración de los Magos, y Otto dice, con una expresión de miedo: “Por Dios, qué siniestra es... siempre me ha asustado Leonardo”*.
Esto me llevó a googlear la Mona Lisa, un cuadro que todos conocemos, de alguna manera u otra, porque incluso podría decirse que es un icono en la cultura occidental. Y la verdad es que al mirar con atención este emblemático cuadro sí se alcanza a notar algo siniestro.
Leonardo da Vinci es uno de los artistas (aunque no sólo artista, pero este artículo se enfoca en este lado) más emblemáticos del Renacimiento. Alumno destacado de Verrocchio, quien fue pieza clave en esa misma época. Verrocchio fue maestro de Leonardo y también de Botticelli, quien, a consideración de muchos, con su cuadro El nacimiento de Venus (1486) estableció los valores estéticos y morales del movimiento renacentista; también fue amigo cercano de Miguel Ángel, de Rafael Sanzio y admirador del trabajo en escultura de Donatello, todos ellos artistas representantes y piezas claves del Renacimiento.
Pero a mi parecer, en la mayoría de su obra Leonardo fue bastante ajeno a este movimiento, no sólo en lo aparente, sino en los ideales y principios que estaban involucrados. Bien se podría argumentar que era un visionario o un espíritu rebelde, y probablemente ambas.
En las obras de Leonardo destaca su técnica: precisa, detallada y muy trabajada. Es claro ante los ojos de cualquiera que Leonardo era extremadamente habilidoso para la pintura. Incluso inventó la técnica conocida como sfumato, presente en la Mona Lisa; él mismo definió este estilo como “sin líneas o bordes”. Gracias a ello, logró dar el efecto “borroso” que caracteriza a su pintura.
Pero ante todo esto, es válido hacernos la siguiente pregunta: ¿realmente la técnica lo es todo en el arte? El arte ciertamente no trata exclusivamente de la técnica, sino más bien de lo que nos transmite, lo que nos hace sentir, ¿y acaso no es mejor cuando nos transmite algo bueno, cuando nos remonta a un lugar vívidamente bello? Aunque ciertamente la belleza y lo bueno son agentes extensamente complejos como para abordarlos aquí, bástenos con tomarnos un momento para mirar este emblemático cuadro e identificar qué nos hace sentir.
Analizando esta pintura bajo los cánones estéticos, indudablemente cumple con la parte técnica, pero la sustancia en su obra parece estar de alguna manera profanada. La intención de Leonardo al pintar a la Mona Lisa parece algo menos inocente que sólo retratar a una persona. A través de los ojos y su mirada, la boca y su expresión, es que se logra capturar la esencia de la persona; de hecho, es ahí donde descansa la belleza en un retrato: más allá de la técnica, en capturar la esencia manifestada en la naturaleza de la persona, algo así como retratar el alma del retratado (valga la redundancia).
Pero el retrato de la Mona Lisa ciertamente no logra reflejar la ternura característica del alma, no se nota la presencia de la belleza e inocencia del ser. Aunque ciertamente también existen retratos que retratan la angustia, la pena, el sufrimiento, en gran parte el objetivo del arte es buscar la redención de todas estas emociones, propias y presentes en la naturaleza del ser humano, a través de la belleza. Pero la Mona Lisa parece más bien estar infestada de un aura oscura y, ciertamente, siniestra.
Según Vasari, "todo aquel que quisiera ver en qué medida puede el arte imitar a la naturaleza lo podría comprender en la cabeza de La Gioconda". ¿Pero en realidad Leonardo está imitando algo presente en la naturaleza? La forma de la boca claro que imita muy bien a la naturaleza, hasta el color y la forma de los labios cumplen con este propósito, pero en una manera muy superficial. Miremos a fondo. ¿Cuál es realmente la función de la boca? Existen muchas, pero la sonrisa es una de las más importantes, y es aquí hacia donde quiero que dirijamos nuestra atención. La sonrisa en este cuadro retrata una mueca de burla-satisfacción; es confuso, pero a fin de cuentas esta expresión no es algo con lo que nos topemos cotidianamente. Los ojos, vistos superficialmente, parecen estar muy apegados a la naturaleza, pero lo importante en los ojos es lo que expresan, tanto así que a los ojos se les conoce popularmente como “la ventana del alma”. Los ojos y lo que expresan está implícito en la mirada y, si analizamos la mirada de La Gioconda, podríamos decir que en realidad no es muy reconfortante, incluso hasta es pesada. El mismo Dante Alighieri, en El Convivio, describe a los ojos y la boca como el balcón del alma. La mirada y la sonrisa, el rostro y su expresión, responden en gran parte a quiénes somos: es ahí donde se muestra con más claridad la esencia de cada persona. Pero en este retrato elaborado por Leonardo el rostro y su expresión tienen impregnado un aire de mofa, de travesura y de maldad; parecen estar manifestando algo ajeno a lo “natural”. Veamos por último el hecho de que en diversos campos de estudio como la filosofía o el psicoanálisis, se afirma esta idea de que la maldad no es algo con lo que se nazca sino más bien algo se adquiere o se aprende, en otras palabras: la maldad es algo ajeno a la verdadera naturaleza del ser humano.
La habilidad para el arte y el entendimiento que poseía Leonardo es algo admirable, pero ciertamente la intención del artista nunca fue la de retratar algo bueno, ni sumergir al espectador en un aura de belleza. El arte de Leonardo era malintencionado, y con ello me refiero a que en gran parte de sus obras se nota un aire de astucia y mofa; esta aura maligna, como una mancha cargada de burla, penumbrosa y oscura, estaba profundamente impresa en sus obras. Este era el sello de Leonardo da Vinci.
Twitter del autor: @JavienLaNube
Imagen de portada: Leonardo da Vinci, Adorazione dei Magi (1482; detalle); Sailko, CC BY 3.0 (Wikimedia Commons)